Los yanquiófilos en general, ¿a quiénes quieren: a los EEUU o a sus dólares?
La pregunta del epígrafe de esta entrega deriva de la siguiente realidad o cotidianismo: Desde los mismísimos tiempos, hora y minutos, cuando EEUU lanzó, sin aguárseles los ojos, pero muy encomendado a "DIOS", 2 (dos) bombas atómicas sobre poblaciones asiáticas, sobre los antepasados de quienes hoy sus descendientes parecen no dolerles un pepino, desde ese entonces, tales crímenes de corto, mediano y largo plazos, de magnitud e inmediatez jamás conocida antes, decimos, esa potencia ha sido muy mal vista por los mismos estadounidenses, potencia bélica-más que económica, aunque todo comercio implica una guerra entre comerciantes y sus víctimas, los pendejos consumidores.
Pensemos que el proletariado de esa potencia parece hallarse en permanente estado de inconsciencia sobre lo que su país ha hecho y sigue haciendo con la vida ajena, con la “propiedad privada” ajena, y con la de ellos mismos.
Son proletarios auténticamente alienados o enmojonados con el hecho de pertenecer a una potencia, a un país, masacrador por excelencia, que figura como muy progresista, muy adelantado, lo que es cierto técnicamente, pero que hoy por hoy es un modelo de primitivismo humanoide practicante del más feroz y atrasado individualismo rayano en la perversa frase: “sálvese quien pueda”, cual más rezagado de los animales.
En ese país, los pioneros del reclamo sindical americano fueron acribillados por órdenes imperiales y todavía nadie ni ningún gobernante ha asumido esa responsabilidad, ni pedido perdón ni mucho menos indemnizado a los familiares de aquellas víctimas.
Se ve y oye por ahí, por los medios privados, relatos horribles de las secuelas que continúan luego de sus buenos 70 años de aquel nefasto e inhumano suceso al que contribuyó denodadamente un Nobel de la Física- así de prostituidos están estos galardones concedidos por el imperio a sus más rastracueristas-, Nobel cuyo nombre no citaremos por razones obvias.
Sin embargo, esas denuncias forman parte de la materia prima informativa que los mismos asesinos de esa Guerra Mundial II hoy comercian con esos vídeos, con esas noticias, porque la magnitud de su poder los ha hecho indemnes, intocables, impunes y temibles, mientras exista sobre este planeta tan siquiera un bachaquero menor.
Así pues, no terminamos de entender-sumadas las recientes y constantes agresiones y masacres que esa infatuada y belicosa potencia ha seguido causando y causa a cada día-a quienes pueden sentir admiración por semejante país o por alguno de sus incondicionales amigotes. Por eso creemos que tal amor, tal yanquiofilia, es más bien amor a sus dólares. Un amor muy diferente a quienes sentimos aprecio por los valores patrios (patria significa colectivo raíz, amor a nuestros antepasados autóctonos) valores, estos, que ni se compran ni se venden.