La dosis de anarquismo del subcomandante Marcos

<<Caminante son tus huellas el camino y nada más>>, dijo Antonio Machado. Toda época humana deja huellas que son su camino y algo más. Nunca un movimiento insurgente en la América Latina, después de los barbudos de la Sierra Maestra en Cuba, había causado tantas simpatías en el mundo como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nadie sería capaz de negar el papel protagónico, para ello, jugado por el subcomandante Marcos, quien como vocero político se encargó de llevar un mensaje a la opinión pública mundial en un lenguaje coloquial, hermoso y armónico, poético y filosófico, disminuyendo al máximo posible la continuación violenta de la política, nunca utilizado por los movimientos alzados en armas anteriores o presentes. No nació, el 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional lanzando exclusivamente palabras de paz. Tronaron las balas para anunciar su nacimiento. Pasamontañas cubrieron los rostros y seudónimos protegieron los nombres propios de sus mandos y combatientes. Hubo sangre derramada y dolor, pero también vida y alegría, ternura y solidaridad de una masa indígena encendida de esperanza en el futuro sin tantos disparos de balas de la muerte. La aurora dejó en la voz de Marcos el prólogo de su inicio. Detrás, guiando el espíritu de los zapatistas, estaban los primeros dioses que entendieron que era necesario que cuando alguien hablara los otros supieran escuchar. La selva de Lacandona dijo, aquel amanecer del 1 de enero de 1994, a los zapatistas: <<Buen día, mis viejos y jóvenes fantasmas: están trinando los pájaros>>

Pareció, el alzamiento de los zapatistas, como si al principio los dioses tomaron el barro y crearon los combatientes a la imagen y semejanza de sus primeros hijos e hijas, para detener la guerra genocida no declarada contra sus pueblos que se encuentran sumidos en la ignorancia, en el analfabetismo y en la incultura. Once sueños para que no siguieran pareciéndose utopías fueron lanzados a la opinión mundial por los zapatistas: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz.

Don Antonio, por detrás, dijo a Marcos para que éste dijera: “Detrás de nuestro rostro negro. Detrás de nuestra voz armada (...) Detrás de los nosotros que ustedes ven. Detrás estamos ustedes. Detrás de nosotros estamos ustedes. Detrás de nuestros pasamontañas está el rostro de todas las mujeres excluidas. De todos los indígenas olvidados. De todos los homosexuales perseguidos. De todos los jóvenes despreciados. De todos los migrantes golpeados. De todos los presos por su palabra y pensamiento. De todos los trabajadores humillados. De todos los muertos de olvido. De todos los hombres y mujeres simples y ordinarios que no cuentan, que no son vistos, que no son nombrados, que no tienen mañana.”

Pero también dijo el zapatismo que había llegado “… el momento de decirles a todos que no queremos ni podemos ocupar el lugar que algunos esperan que ocupemos, el lugar del que emanen todas las opiniones, todas las rutas, todas las respuestas, todas las verdades, no lo vamos a hacer”. Por eso buscaron la conquista de sus sueños en el trabajo de todos los mexicanos y organizaciones honestas, independientes y progresistas, cada quien en su terreno, cada quien con su forma de lucha, cada quien con su organización y su idea… y recordaron, para que no haya olvido, las palabras de Michel Foucault: <<La soledad es la condición básica de la sumisión total>>

Igualmente no ocultaron su visión internacionalista para que entre todos creáramos el mundo nuevo donde quepan todos los mundos. Para conquistarlo hay que destejer madejas para ir simultáneamente tejiendo para darle cuerpo, porque quienes luchan por ese mundo están cercados, amenazados de muerte y ese cerco se reproduce globalmente, en cada continente, en cada país (…) el cerco de guerra del poder se cierra en contra de los rebeldes. Ese mundo nuevo será posible con el apoderamiento, de parte de los pueblos, de las tres llaves que abren las tres puertas: democracia, libertad y justicia.

¿Dónde descubrimos la dosis de anarquismo del subcomandante Marcos y del zapatismo?
 Marx fue implacable contra Proudhon y Bakunin, pero no contra todos los anarquistas por igual. Muchos se habían batido fielmente por la Comuna de París en 1871 y también murieron en las alcantarillas de la bella ciudad universal. Muchos en Rusia escribieron gloriosas páginas de heroísmo en la defensa de la revolución. Muchos en España dejaron su ejemplo de rebeldía revolucionaria en los campos de batalla. El mismo Proudhon, tenido por uno de los padres del anarquismo y sin reproche a las críticas demoledoras que le hizo Marx, se situó por encima de los vaivenes de la vida personal y hasta por encima de la realidad circundante, porque fue por naturaleza un luchador, intelectualmente generoso, que sintió un gran desdén hacia la opinión pública oficial y en él ardía esa llama inextinguible del afán acuciante y universal del saber. Por eso nunca se quejó de los hombres, jamás los maldijo y se rió de la suerte, al decir de Trotsky.

El marxismo, especialmente Lenin, demostró las debilidades del anarquismo, las cuales siguen siendo su utopía desde largo tiempo. La lucha del EZLN es, sin duda como la de todo revolucionario, por crear un mundo nuevo. La diferencia estriba en que no se plantea destruir el existente. Por eso dicen, frente a la interrogante si su lucha se trata de la toma del poder, responden: <<No, algo más difícil: un mundo nuevo>>. Para ello, cree, no es necesaria la toma del poder, sino la abolición de las relaciones de poder; no el uso de la fuerza sino el de la democracia, porque el poder comunitario se construye, no se impone. Para el zapatismo el poder popular no debe tener vanguardia, sino ser democrático y participativo. Quizá, por ello, el zapatismo no tiene como referencia al Estado sino a la sociedad.

No existe ninguna experiencia en la historia humana en que se haya construido un mundo nuevo –entendido como modo de producción- dejando intacto el Estado –entendido como poder- que sostiene al mundo viejo. Es cierto que desde el esclavismo al capitalismo, la clase dominante lo que ha hecho es reorganizar, renovar, perfeccionar el aparato del Estado, porque en su entraña persiste el germen acrecentado de la explotación y la opresión de clase y del hombre por el hombre. No le está permitido destruirlo.

El mundo actual –ya viejo por tantas atrocidades cometidas contra la humanidad y la naturaleza-, lo sostiene un aparato de Estado que, como lo dice el mismo zapatismo, cerca, tortura, asesina, explota y oprime hasta más allá del martirio a todos los pueblos que son dominados por la globalización capitalista salvaje. Para crear un mundo nuevo –que se guíe por la solidaridad para la libertad y la justicia sociales-, es necesaria la destrucción del viejo aparato. Eso es básico. Nadie cree que en verdad el zapatismo se oponga a ello. ¿Pero qué garantiza que su destrucción será definitiva? La única respuesta, en cierto sentido la experiencia histórica lo ha comprobado a favor del marxismo, es construyendo un nuevo aparato de Estado totalmente diferente, que voltee la cara de la moneda, es decir, que fomente la democracia, la libertad, la justicia, el trabajo digno, la educación, las ciencias y la tecnología, vivienda cómoda, medios de producción de propiedad social, recreación, solidaridad y ternura, vida y alegría. Justo en la medida que se vaya construyendo ese mundo nuevo posible, el aparato de Estado tiene que ir extinguiéndose para que cuando reine el principio de que cada cual trabaje según su capacidad y obtenga bienes de acuerdo a su necesidad, no quede ni una sola huella de su existencia. Entonces, tampoco, será una necesidad el poder popular, la democracia política y mucho menos organización de vanguardia partidista.

De todas maneras, el anarquismo del subcomandante Marcos –que es el anarquismo del EZLN- es mucho más artístico que político, mucho más filosófico que pragmático. En su discurso, con mucho sentido de valor a las palabras, hay un poco de Marx pero también de Jesús, un poco de Zapata pero igual de Proudhon, un tanto de utopía pero también de realismo. Hay sueño pero igual el ardor de hacer lo imposible posible. Por eso lanzan la clave de un mundo donde las diferencias afloren y debatan pero no se sometan. Aun con esa dosis de anarquismo, debemos sentir admiración y respeto por el subcomandante Marcos y el EZLN. Ellos caben en el mundo que las huellas del socialismo conducirán victoriosamente y sin ningún trauma al comunismo completo. Ese es el destino superior al mundo viejo de hoy.


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Freddy Yépez


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