Hoy, hay quienes nos atrevemos a afirmar y sostener, que la rebelión de los saberes de nuestros pueblos, se empieza a manifestar con gran fuerza, la identidad cultural de los pueblos, comenzara en el presente siglo a desplazar las ideologías que se impusieron en el pasado. Se empieza a desbaratar las ideologías que sólo sirvieron para colonizar a nuestras sociedades, el pensamiento único como razón dominante no tiene cabida en la diversidad cultural de nuestros continentes y se comienza de esta manera aplastar cualquier forma de dominación, para poder alcanzar la libertad y la justicia. Se comienza en nuestros pueblos a buscar un Tercer Camino, que tenga como meta el respeto a la identidad del otro.
A veces la utopía aparece, como un ejercicio literario donde los poetas, escritores, intelectuales, constructores y arquitectos de la palabra, moldean un lugar imaginario donde la humanidad pueda ser feliz. Pero la utopía, siempre parte de una realidad a transformar de manera radical, de allí que la utopía es por naturaleza subversiva y creadora, que muchas veces tiene que ver con las cosas "simples" de la vida, pero que en el fondo plantean la subsistencia de la humanidad.
Cuando señalo que la utopía a veces parte de las cosas más "simples", me refiero a que cuando un pueblo tiene hambre, no tiene trabajo, vivienda, vestido, tierra, salud, educación, en otras palabras futuro –entre otros factores- nacen allí las contradicciones que la propia historia va marcando y dentro de sus propias categorías (espacio, tiempo, sociedad) se generan las luchas para conquistar y lograr lo que le hace falta, es decir, lo que nunca ha tenido.
Es en medio de estas cosas "simples" donde las ideologías tienden la trampa, se disfrazan de utopías, para poder engañar, manipular, generar esperanza, aparentes soluciones, promesas y donde la demagogia toma protagonismo hecha palabra, a través del discurso, la promesa que siempre huele a mentira y la movilización pasiva de los alienados para aplaudir y contemplar en una plaza, calle y en los propios medios de "comunicación", al verdugo o verdugos como sus redentores, para luego desde los gobiernos establecer relaciones de poder entre dominantes y dominados, opresor-oprimido y desde ese poder crear sus propios imperios y manejar a los países como si fueran feudos particulares.
Esas ideologías convertidas en poder por quienes las sostienen y las predican, sólo han servido para consolidar una clase en el poder, independientemente de su identificación ideológica y política y de sus sistemas económicos que desarrollen. De ese poder, que de manera alienada las masas están acostumbradas a obedecer, no se puede esperar que se promuevan cambios para dignificar la vida en comunión y menos impulsar revoluciones, pues los que ejercen el mismo, están conscientes que de darse esos cambios estructurales, quedarían desalojados del control que tienen y que a nombre de un "Estado" ejercen, manteniendo sus intereses de clase.
"Karl Mannheim distingue con buen tino entre utopía e ideología. La primera está cifrada en el sueño, en la esperanza en un cambio, en la creación de un hombre nuevo, sin las miserias del viejo. La ideología a veces se apropia de estos discursos para cimentar un poder que puede llegar a convertirse en un terrorismo de Estado, en nuevas formas de discriminación y opresión, algo que se parece más a una involución humana que a una evolución. Las ideas, de hecho, se convierten en ideología cuando se sostienen más en una forma de poder que en su propia racionalidad y fuerza de convicción, es decir, en todo aquello que motiva la libre adhesión a las mismas. Por eso dice Mannheim, las ideologías son siempre reaccionarias, mientras que la utopía es lo que cuestiona y se opone a ese poder arbitrario. En la medida en que tiende a destruir total o parcialmente el orden de cosas dominante, la utopía es un dinámico motor del progreso humano, que puede cristalizar incluso en rupturas radicales." (COLOMBRES, Adolfo. América como civilización emergente. Edit. Arte. Pp.35).
Un constructo en colectivo
En los espectros ideológicos las masas, cuando militan en las mismas, lo hacen sin que estas tengan conciencia de hacerlo. Esto sucede sobre todo cuando militan en los partidos políticos, no saben si es bueno o es malo, lo importante es entender que a través del partido a lo mejor puedan tener movilidad social si hay suerte y si se gira alrededor de los que poseen en la práctica decisión de poder.
De igual manera, cuando se asume una posición ideológica, se asume una actitud que no es de uno mismo, siempre es la visión de otro, de los demás, es siempre el pensamiento de ellos y no de nosotros y en la lógica del poder, tal y como está planteado, no existe el nosotros. Porque el nosotros es un constructo en colectivo que partiendo de una realidad concreta social y económicamente, trata de cambiarla por lo injusta y deshumanizada en función del bienestar de ese colectivo, exentamente de la complejidad que la misma tenga y cuando hablamos de la complejidad es porque esa ideología, independientemente del matiz que se le quiera dar, bien sea de derecha o de izquierda, la misma siempre se presenta como un proyecto de emancipación, cuando en su verdadera praxis las ideologías convertidas en poder por quienes la impulsan y las sustentan, llámese socialismo real o capitalismo, viven en la práctica creando y manteniendo conflicto y en el escenario de ese conflicto se impulsa la esperanza de darle solución a lo que todo ser humano aspira a conseguir: solución al problema del trabajo, la propiedad, el dinero, la educación, vivienda y salud –entre otras variables- de allí que la conflictividad que ocasiona este tipo de necesidades en el ambiente cotidiano de la sociedad, los que mantienen el poder, alimentan de manera simulada ese problema para seguir viviendo del mismo en los escenarios políticos.
En ese socialismo real o el capitalismo, ambos hoy fusionados en ese nuevo paradigma llamado globalización, esos modelos socio-económicos, donde la PROPIEDAD PRIVADA predomina, una individual y otra del llamado Estado, intentan implantar por la fuerza, en ese marco manipulador que acostumbran las ideologías, de imponer sus respectivas plantillas socio-económicas y culturales para organizar las sociedades y los procesos sociales tales y como ellos los conciben, sin detenerse a revisar si sirven o no a la realidad de los pueblos que colonizan ideológicamente. De esta manera surge la "autoridad", la "legitimación" de un "liderazgo" que ejerce el poder de manera vertical y es de esta manera que ese proceso ideológico hace posible la dominación, por otorgar los necesarios "conceptos", "definiciones" de "autoridad" que le otorgan al poder establecido, que termina siendo una relación deshumanizada entre quien domina y el dominado.
Los discursos
Es así como las ideologías se manifiestan y se expresan, no como un constructor de la existencia social, ni como un instrumento en el campo político para mejorar las condiciones materiales de existencia de la humanidad, por el contrario, se convierten en deformadores de la realidad y la ocultan a través del discurso de la sociología de la esperanza, proyectando el deber ser de la sociedad, utilizando la utopía para ello y así poder permanecer en el tiempo como una opción real de cambio y transformación para mejorar el bienestar colectivo.
Se elaboran discursos y se utiliza la palabra para disfrazar realidades, el lenguaje para ellos es un instrumento que constituye en términos publicitarios, la variable ideal, para que la demagogia se presente como una verdad que llena las esperanzas de los humildes que siempre esperan soluciones de parte de sus gobernantes. Al respecto Julio Barrero en la presentación del libro "La Educación como Práctica de la Libertad" de Paulo Freire señala lo siguiente: "En una época como las que nos toca vivir, en que se menosprecia de tantas formas el ministerio de la palabra humana y se hace de ella máscara para los opresores y trampa para los oprimidos, nos sorprende –a la manera socrática-el valor que Paulo Freire da a la palabra. "No puede haber palabra verdadera que no sea un conjunto solidario de dos dimensiones indicotomizables, reflexión y acción. En ese sentido, decir la palabra es transformar la realidad. Y es por ello también por lo que decir la palabra no es privilegio de algunos, sino derecho fundamental y básico de todos los hombres." (FREIRE, Paulo. "La Educación Como Práctica de la Libertad". Edit., Siglo XXI. México. Pp. 15-16).
Para muchos "intelectuales" de derecha o de la llamada izquierda, portavoces del capitalismo o del socialismo real, lo que digo les parecerá una herejía, una forma de negarse a ver la realidad, un disociado, una simple locura, pero dentro de mi locura, hoy sostengo que las ideologías habitúan a la humanidad a no pensar, a ver una única "verdad", a creer en que sólo hay un pensamiento único y desde ese pensamiento único, uno se cree con la "autoridad" para agredir, silenciar e imponer su forma de pensar y de esta manera silenciar al que no comparte nuestra óptica ideológica de ver el mundo.
De esta manera, las ideologías asumen el papel del llamado fundamentalismo, que niega otro enfoque distinto a la que ellos asumen, es un fanático que no admite otros criterios y por lo tanto con él no se puede hablar o asumen su posición con carácter apologético puesto que su visión ideológica es sagrada e incólume. De esta manera podemos definir la situación que en nuestra civilización se esconde quienes asumen semejantes prácticas producto de esos procesos alienantes.
La rebelión de los saberes
Entiendo que las "verdades" del capitalismo o del socialismo real, forman parte de la lógica de la dominación que arropa al mundo, pero ese mundo, esas civilizaciones dentro de esa lógica de la dominación comienzan a reaccionar y para ello se manifiestan en revueltas populares que surgen de cada lugar de la tierra. Los indignados de Europa, el movimiento indigenista latinoamericano, los movimientos estudiantiles y obreros del mundo, comienzan a señalar que las civilizaciones conocidas hasta ahora, no fueron capaces de emancipar la humanidad, que el socialismo y el capitalismo, como modelos económicos-sociales se agotaron y quienes ejercieron el poder desde esa óptica se corrompieron allí, hasta el punto de que por mantener esos privilegios han sido capaces y continúan haciéndolo de asesinar, perseguir, torturar, engañar a sus propios pueblos.
Hoy, hay quienes nos atrevemos a afirmar y sostener, que la rebelión de los saberes de nuestros pueblos, se empieza a manifestar con gran fuerza, la identidad cultural de los pueblos, comenzara en el presente siglo a desplazar las ideologías que se impusieron en el pasado. Se empieza a desbaratar las ideologías que sólo sirvieron para colonizar a nuestras sociedades, el pensamiento único como razón dominante no tiene cabida en la diversidad cultural de nuestros continentes y se comienza de esta manera aplastar cualquier forma de dominación, para poder alcanzar la libertad y la justicia. Se comienza en nuestros pueblos a buscar un Tercer Camino, que tenga como meta el respeto a la identidad del otro.
Tomas Moro, para el año 1516, hablo por primera vez de la utopía, más que el creador de la palabra, en el fondo fue un deseo, una aspiración del hombre, de sus inquietudes por ver una sociedad distinta a las que se conocían, en la realidad fue y es una propuesta, un proyecto, QUE NO TIENE PLANTILLA PARA PODER CALCARLA, que deja que el nosotros pueda elevarse al infinito para poder crear, inventar, asumir, imaginar y soñar con proyectos de sociedades que reivindiquen la dignidad de los pueblos, la justicia, el bienestar colectivo y de allí que hoy la UTOPÍA surge como un ente subversivo dentro del pensamiento que domina. Esa utopía es una invitación a rebelarse frente a lo establecido, frente a la lógica del pensamiento que domina.