Votar, es parte de la utopía...

No votar o votar nulo, fue en el pasado un acto subversivo. Y eran los llamados que muchos grupos y partidos progresistas hacían a la población, con muy notada persistencia a pocas horas de llevarse a cabo un acto comicial.

Actitudes devenidas por no sentirse incluidos en un sistema de participación política instalado y tutelado por Consejo Supremo Electoral (CSE), hecho a la medida de los dos factores políticos que pactaron en los sesenta la alternancia gubernamental, y por lo tanto, signado por la deshonestidad y opacidad de sus actuaciones. En tal orden, votar suponía para estos grupos justificar y legitimar el sistema establecido, posición que sólo se revertiría a partir de la creciente toma de conciencia de clase que despunta en las barriadas, sectores medios y universitarios a partir de los trabajos culturales que la gente de izquierda acometía con ese fin, soportado en el análisis permanente de la realidad social que se despedazaba a la sombra de la dilapidación del erario público por quienes llevaban a su antojo las riendas de la nación.

En esos tiempos, setenta-ochenta, donde también se acentuaron las contradicciones dentro de la izquierda por las visiones que se tenían para llegar al poder, se crearon las condiciones objetivas para abrir un sendero de participación política-electoral que llevó a algunos partidos conducidos por dirigentes que habían proscrito sus andanzas guerrilleras e impulsados por el pueblo consciente, a actuar en los procesos electorales postulando a algunas de sus fichas. De ese se la izquierda conquistó sus primeros cargos legislativos.

Contrario al pasado, en la actualidad votar es un acto subversivo para cualquier color político. Hay credibilidad cierta de que con la participación electoral se pueden iniciar las transformaciones sociales requeridas. Nos lo dicen tanto los niveles de participación como el número de elecciones realizadas en los últimos lustros. ¿Qué grupo político o líder llamaría hoy a no votar o votar nulo? Ninguno. Los opositores eufóricos, advierten que el 6D empieza el cambio porque ganaran, y el chavismo optimista, apuesta a profundizar la revolución al triunfar. Luego, se tiene confianza en el árbitro electoral, en el acto democrático del domingo venidero, en suma, en el sistema político vigente. Y esto lo refrendan reconocidas organizaciones del mundo al indicar que Venezuela es la nación donde más se cree en la democracia y a su vez es uno de las naciones con mayor equidad en el planeta. En consecuencia, que la oposición hable de fraude electoral reconociendo tales certezas, sólo puede interpretarse como una estrategia para alertar a la observación internacional y blindar las condiciones de supuestos resultados a su favor.

Votar se convirtió en Venezuela, en el camino cierto para transitar hacia la utopía de una democracia auténtica, de participación plural donde bulla la dialéctica como eje ductor generador de cambios a favor de las grandes mayorías, uno de los propósitos fundamentales del proyecto bolivariano.

Por eso, hay que votar. Hay que salir a votar para derrotar la coyuntura actual marcada por la especulación, el desabastecimiento y la escasez que la dirigencia opositora, actor fundamental de la crisis, presenta como un problema estructural del que se saldría si gana.

Hay que salir a votar, además, para demostrar el carácter heroico de un pueblo que no se ha dejado diezmar por las vicisitudes creadas por factores internacionales y sectores nacionales diseminados en todas las áreas del quehacer nacional.

Hay que votar, para seguir transitando hacia la utopía de un mundo mejor…



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Aquileo De Jesus Narvaez


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