Maduro y Diosdado, la derrota del circo y de las focas

¿Quién no conoce a las focas? Simpáticos mamíferos del mar que en el circo han hecho fama por los aplausos que producen con sus vistosas aletas en respuesta a las morisquetas de sus poco talentosos domadores.

La sátira popular, en señal de pena ajena y considerable desprecio, compara con estos inocentes animales a las personas que, desde la posición de subalternos, celebran con vergonzante adulancia y falsedad los peores errores y momento de ceguera de jefes o patrones, es decir el aplauso de las focas manipula peligrosamente el ego de los amos del circo y los aparta de la realidad.

Las focas humanas abundan en la sociedad cuando la dignidad del hombre es erosionada por el instinto reptil del enriquecimiento fácil o la preservación del privilegio a cualquier precio.

A mitad del siglo pasado, cuando Stalin conducía los destinos del pueblo soviético, un rígido anillo de aduladores elogiaba efusivamente todo lo bueno y lo malo que hacía el mítico dirigente. Sin embargo, poco tiempo tras su muerte, Kruschev y las demás focas que por décadas promovieron el culto a la personalidad, satanizaron su severidad y los juicios de purga, en un acto de sorprendente traición. En lo que fue el mayor salto de talanquera de la historia política, nunca más los antiguos estalinistas alabaron su papel en el triunfo contra el nazismo, ni los logros económicos, sociales y culturales que ellos mismos atribuían al padre del socialismo real.

El espectáculo circense de estos animales raros suele intensificarse en los tiempos de crisis donde lo más urgente es la crítica constructiva para salvar al pueblo del hundimiento total.

Ciertamente, mientras puedan usufructuar el poder, las focas complacerán al amo sin preguntar y procurarán aislarlo de modo tal que no pueda escuchar nítidamente las advertencias ásperas pero sabias que sólo los hombres honestos y desinteresados pueden brindar. La calumnia será el arma favorita contra todo aquel hombre que gallardamente intente abrirle los ojos al dirigente de las masas. Cada día el rígido anillo de aduladores será más impenetrable.

Pero recordemos: no todo el que nos aplaude es nuestro amigo, ni todo el que discrepa es nuestro enemigo, porque la sociedad es dialéctica.

De allí que no vacilo en alertar que el aplauso fácil jamás será el que enrumbe al país hacia su mejor destino. Cuando las focas aplauden, vamos mal.



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Jesús Silva R.

Doctor en Derecho Constitucional. Abogado penalista. Escritor marxista. Profesor de estudios políticos e internacionales en UCV. http://jesusmanuelsilva.blogspot.com

 jesussilva2001@gmail.com      @Jesus_Silva_R

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