Nunca subestimes al contrario

Siempre recuerdo a un boxeador al que mimaban mucho en prensa radio y televisión. Las ganaba todas, era el intocable y no se llamaba Nicolino Loche. Le buscaban contendores que no tenían pedigrí en el llamado mundo de fistiana y claro el tipo hacía sayesté, lanzaba un bolo punch, un jab de izquierda y un oper que se clavaba en la quijada de su débil enemigo y éste rodaba al piso. Ten!, decía el referí que estaba aprendiendo inglés chimbo.

El tipo tenía pegada y más nada. Por ese tiempo había un boxeador que había sido campeón mundial hasta que fue perdiendo cualidades por culpa de los años, el licor y estarse echando el “talco” en las fosas nasales en vez de en los pies. Bueno para que el mimado se elevara con un nombre, le buscaron a este ex campeón.

La noche de la pelea el mimado saltaba en su esquina y la gente rugía. El viejo ex campeón lucía concentrado en la suya y no se ponía de pie hasta que lo llamó el réferi para decirle la misma vaina de siempre: “No peguen abajo, no…” Y sonó la campana.

Se fueron al centro del cuadrilátero. El mimado saltaba, tiraba una mano, se ponía los guantes en los laterales del rostro y el ex campeón no lanzaba nada. El locutor del programa, como siempre, gritaba vainas en un micrófono. Los genios del boxeo cuando sonó el campanazo del fin del primero dijeron que “fue un round de estudio”. El promotor de la pelea echaba números mentalmente sobre el próximo combate del mimado, el second y el entrenador igualmente sumaban sus venideros honorarios.

Sonó el segundo, El ambiente tenía cielo de humo y de mala colonia. Hombres con sombreros y viejos campeones sonriendo miraban las cámaras de televisión para hacerse publicidad de gratis y para que los vieran sus madres en sus cuchitriles.

El mimado hizo una “bicicleta y una cuerda de necios saboreadores de cerveza gritaron al unísono en gradas; ¡Vergaaaa”. El ex campeón tiro un recto al hígado del mimado. Éste sintió como la punta de una navaja enterrársele ahí. Su boca se estiró sonriendo; había visto que Cassius Marcellus Clay hacía eso y procuró que el público lo identificara con aquel que arrojó la medalla de oro a un río; la que ganó en los Olímpicos de Roma cuando por negro no lo dejaron comer en un restaurant de Usa el país donde nació y al cual representó siempre.

El tercero, cuarto y quinto fue de monotonía. En el sexto round la gente abucheaba al mimado que no había podido poner ni horizontal ni vertical al viejo guerrero que eludía con maestría todo lo que le lanzaba el mimado.

En el séptimo el mimado le dijo a su second: “De aquí no me pasa, le voy a pelear adentro para sorprenderlo con el oper”. Ok le contestó el sujeto y lo empujó al centro del ring. El ex campeón se notaba extenuado. En las gradas los ojos de los fanáticos veían todo doble; ya estaban curdos de cerveza, ron y cigarrillos. Entraron en clinch. Al mimado le pareció que la piel del ex campeón era un acordeón de tocar vallenato, sudaba copiosamente, su respiración era asmática, su estómago estaba hundido y el mimado lo empujó a las cuerdas para dale el puntillazo.

Al ex campeón le pareció que dentro de sus guantes alguien había metido dos bloques de cemento por el peso que tenían. El mimado metía sus puños en el recipiente de los frijoles del ex: el viejo no aguantaría más, pero era verdad; uno de los guantes del ex campeón, movido por una fuerza extra terrenal, se levantó trabajosamente y se posó en la quijada del mimado. Éste, el mimado, sintió que el Titanic no se había estrellado contra un glaciar sino, equivocadamente contra su “quijá” y entonces sin ser astrólogo miró las galaxias y escuchó los cantos gregorianos y el réquiem del Sabanero Porteño en sol mayor. Cuando medio pudo abrir los ojos en el hospital recordaba la piel del ex, arrugada, vieja, curtida y volvió a cerrar los ojos.

Moraleja “nunca subestimes al contrario”



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Angel V Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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