Hace pocos días escribí un artículo en el espíritu de la moral chavista, basada en la conciencia sembrada en nuestro pueblo. Justamente lo hice impulsada por la convicción revolucionaria que debe levantar sus banderas en cualquier circunstancia.
No obstante los resultados fueron altamente negativos para este proceso revolucionario. Multitud de análisis corren por las asambleas del pueblo, por las redes sociales, por el campo virtual de las opiniones, en le seno del gobierno. Siempre serán incompletos para la complejidad y magnitud de lo que acaba de ocurrir. No es poca cosa…
Las posibilidades de retrotraernos a situaciones que ya habían sido superadas política, social y económicamente están a escasos metros de distancia. Son indispensables e impostergables los análisis situacionales que permitan redefinir estrategias en la dirección de continuar construyendo el Socialismo del Siglo XXI, para el cual luchó y entregó su vida nuestro Comandante Hugo Chávez.
Indiscutiblemente que toda crisis tiene actores con diversos grados de responsabilidad. La historia irá develando el papel que cada uno-a ha jugado. Partiendo del principio de que la responsabilidad no se delega y que todas y todos quienes hemos tenido tareas de gobierno, de partido, de movimientos sociales y políticos, tenemos alguna cuota de responsabilidad en lo que acontece. No obstante, siempre debemos tener presente que el verdadero enemigo es el imperialismo y las desviaciones contrarrevolucionarias albergadas en nuestro seno. De allí que intento aportar algunas ideas para el amplio y profundo debate que ya se activó en el pueblo.
En primer lugar, es necesario ubicar en su justa dimensión cada aspecto manifiesto u oculto del proceso que estamos viviendo.
En la sobredeterminación de esta situación debemos insistir en que nos encontramos en medio de una guerra mundial desplegada por el imperialismo para la dominación total: geopolítica, económica y cultural. Una guerra que expresa los intereses del complejo militar-industrial de las élites de la dominación mundial con el espíritu sionista-fascista, que aspira desaparecer todas las culturas distintas a la suya, expropiar todos los recursos estratégicos y apropiarse de las voluntades humanas.
Es una guerra continua y permanente que apunta a objetivos materiales, como los recursos naturales; objetivos políticos como desaparecer cualquier sistema de relación y construcción de alternativas de poder distintas a la democracia burguesa; objetivos culturales, como la invisibilización o desaparición de cualquier expresión cultural que se opone al consumismo y la homogenización humana, cualquier cultura que rescate la diversidad. De modo que, sus armas, sus métodos se abren y aplican en cada región según las características de los territorios y sus pueblos, entendidos geohistoricamente, apuntando a sus vulnerabilidades. En algunos con balas y misiles, en otros con la comunicación política, en otros apelando a los mecanismos internacionales que controlan a través de organismos multilaterales. Utilizan lo que llaman países bisagra para atacar a otros por mampuesto.
Ya no podemos pensar la guerra solo como confrontación militar. Además de militar, es cultural, es social, sicológica y económica. Utilizan técnicas muy sofisticadas para atacar la emocionalidad de los pueblos, mediante la llamada reingeniería social con las técnicas conductistas más perversas.
Venezuela, reúne varias condiciones para hacerla blanco del imperio. Ocupa el quinto lugar entre los países exportadores, y el primero en el mundo entre los países que tienen reservas petroleras; ha construido una revolución en paz, demostrando con ello que si era posible avanzar transformando la democracia burguesa en una democracia participativa y protagónica de base popular; ha venido configurándose como referencia de unidad e integración latinoamericana y caribeña; ha reivindicado el derecho a construir las nuevas utopías concretas: la emancipación de los pueblos oprimidos a partir del reconocimiento de la soberanía popular.
Este desafío que representa la revolución bolivariana y chavista, ha implicado estar en el ojo imperial. Para la Revolución Bolivariana ha significado moverse en una maraña que no siempre deja ver los detalles de las estrategias y tácticas de la contrarrevolución. Ha significado estar sometidos a esa guerra permanente que sube y baja de intensidad pero no se termina. En pleno deslave de Vargas en 1999, ya tuvimos el primer intento de invasión; luego concretaron golpes económicos con la salida violenta de capitales del país, el paro patronal de 2001-2002, el golpe de estado de 2002, el paro petrolero 2002-2003, el referéndum revocatorio de 2004, agresiones fascistas desplegadas desde 2013, todo acompañado por la constante manipulación comunicacional y desinformación para el control de las conciencias y los espíritus.
En todos esos momentos se encontraron con la fortaleza combativa espiritual y política de nuestro pueblo, y con el liderazgo de nuestro Comandante Chávez. De cada batalla fuimos aprendiendo y reconfigurando el poder popular. También el imperio y sus oligarquías nacionales aprendieron…
El imperio y sus ayudantes nacionales descubrieron que el espíritu y moral chavista del pueblo era lo más difícil de derrumbar. Hacia allí dirigieron su nueva estrategia. Nosotros lo manejamos como solo como guerra económica y comunicacional, cuando en realidad se trataba de una guerra para abatir la espiritualidad y moral chavista en plena construcción, muy frágil aún, cuando lo analizamos en términos históricos. Aplicación de la Doctrina del Shock, como bien nos lo recuerda Julio Escalona (09-12-15).
Desaparecer los productos básicos para la vida material y social del pueblo venezolano fue una estrategia llevada milimétricamente. Mostrar los anaqueles vacíos para producir miedo, aparecer los mismos productos espasmódicamente, produce zozobra por su obtención, especular con cualquier precio que la mayoría estaba dispuesta a pagar con tal de no perder la oportunidad. Los comerciantes y la dirigencia fascista fueron acumulando capital emocional para sus objetivos contrarrevolucionarios. El mismo pueblo estaba financiando a sus verdugos. Pero lo más importante, esta guerra estaba afectando la tranquilidad individual y familiar, provocando desestabilización espiritual y activación de sentimientos y conductas negativas ente el mismo pueblo y hacia quienes asume, le dejó solo en la batalla. Esto minó las defensas ideológicas y/o emocionales de una parte de nuestro pueblo.
La otra dimensión a reconocer una vez más, e indiscutible acumulación interna, es la poca capacidad productiva que nos resta autonomía, seguridad y soberanía alimentaria. Si sacamos la cuenta del esfuerzo hecho por la Revolución Bolivariana por levantar la capacidad productiva nacional, en recursos financiero, acompañamiento científico-político, apoyo institucional. ¿Qué ha ocurrido? Habrá que dilucidar cuales han sido los nudos críticos. Estoy convencida que uno de ellos es el cultural, además de la falta de seguimiento, la corrupción, dispersión de las capacidades científico-técnicas. La irrupción del petróleo en la vida nacional, la industrialización monopólica de la producción nacional, produjo un cambio que nos hizo pasar de una cultura productiva de pequeña y mediana escala, a una cultura rentista, inmediatista, de la riqueza fácil. Esto constituye un flanco de mucha debilidad. Allí se afincó el imperio. Desaparecer los alimentos en un momento de extrema incapacidad para las importaciones por la caída de los precios petroleros, no solo genera malestar, sino un gran miedo colectivo. La superación de este nudo exige un esfuerzo épico para retomar la senda productiva nacional.
En el mismo plano nacional se manifiestan las contradicciones en el sistema de planificación nacional. La construcción del Socialismo del siglo XXI no ha logrado contar con un sistema de planificación fuerte, coherente y centralizado que convierta en acción lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el Plan de la Patria. En casi diecisiete años de Revolución Bolivariana, los pasos dados en materia de planificación no han logrado que se sobrepase el esquema de planificación normativa predominante hasta ahora.
La comunicación en revolución no ha lograda superar el modelo de información de gobierno o de partido. Se ha incorporado suficiente tecnología. Mucho más eficiencia en la organización del Sistema de Medios Públicos pero aún no hemos diseñado un sistema comunicacional revolucionario, donde el mensaje sea el vehículo de los valores socialistas, lo humano más humano. Mediante el cual se puedan desmontar las técnicas contraculturales, contrarrevolucionarias que subyugan la conciencia de los pueblos.
En lo específico pudiéramos señalar un millón de errores por omisión o comisión: BUROCRATISMO, clientelismo, corrupción, distanciamiento del pueblo. Indispensable asumir para superar esta hora tan difícil.
En lo político, la cultura clientelar que ha venido avanzando en las filas de los partidos de la Revolución. La imposición de esquemas de partidos tradicionales que ya fueron superados por los movimientos auténticamente populares.
La alta concentración de la actividad partidista en actividades proselitistas, sin considerar su papel motorizador o acompañante de las luchas populares, o como bisagra entre pueblo y gobierno.
Al lado de todo lo señalado, constatamos la credibilidad en nuestra Constitución. El pueblo sigue apelando a la Carta Magna ante cualquier circunstancia que le inquiete o intente agredirle. La respuesta popular ante el resultado de las elecciones es muestra de respaldo al CNE.
La abstención, a mi juicio, fue un grito muy fuerte para llamar la atención de quienes, siente, no le están interpretando, ni acompañando en sus penurias en este tiempo de sacrificio.
Ha habido muchos aportes que abordan distintos niveles de la crisis y hacen propuestas para la superación. Corresponden al Presidente de la República decidir lo que hará con la dirección de gobierno en todos sus niveles.
Sin embargo, a mi juicio, se trata de pasar a la ofensiva revolucionaria desde y hacia adentro para tener la gran fuerza ética y socio-política que se requerirá en las batallas por venir, que son batallas producidas por el imperio a través de la Asamblea Nacional. Es momento de pasar a la ofensiva revolucionaria, otra fase.
Ahora, es necesario avanzar a la definición de estrategias que transformen esta derrota en una oportunidad para profundizar la revolución.
El esfuerzo rectificador debe ser puesto en lo esencial-estructural. Ello implica:
-
Lograr la reapropiación del sentido socialista y popular de la Revolución Bolivariana. Supone que la Dirección Política de la Revolución se re-enrumbe hacia este objetivo estratégico.
-
Inyectar de calidad revolucionaria toda acción de gobierno, partidos chavistas, movimientos sociales chavistas.
-
Activar en una operación ético-política, con despliegue épico la capacidad productiva soberana según prioridades a definir.
-
Construir un sistema de planificación que integre la producción de gran escala, la de mediana y la de pequeña escala en un solo esfuerzo nacional, con las especificidades regionales a que haya lugar; que tome como ejes la territorialidad y el poder popular, como nos insistía nuestro Comandante.
-
Fortalecer el desarrollo científico-técnico y humanístico direccionado hacia las prioridades nacionales,
-
Avanzar en una nueva cultura política fundamentada en la calidad revolucionaria, para deslastrarnos de la cultura inmediatista-clientelar que nos socava.
-
Identificar con claridad quien es el enemigo. Diferenciar tácticas de contradicciones ideológicas.
-
Asumir que lo que tenemos en antagonismo es la contrarrevolución.
-
Desplegar y fortalecer el Poder Popular en su capacidad de contraloría y de co-gestión.
-
Transformar el debate nacional en método revolucionario para la eficacia política, a partir de:
-
Aglutinamiento de esfuerzos de todas y todos las y los revolucionarios.
-
Selección de dimensiones clave a ser abordadas, entre otras:
-
-
capacidad productiva soberana (alimentos, medicamentos),
-
redimensionar la administración pública nacional, estadal, municipal,
-
reencuentro del GPP con su naturaleza popular.
-
Identificación de nudos críticos para profundizar el proceso chavista, en cada una de las dimensiones que se prioricen.
-
Preparar las estrategias legales y socio-políticas para los escenarios que se avecinan.
-
Por último, los resultados electorales son una coyuntura de mucho peso. Ya hemos comprendido que la agenda de la contrarrevolución es totalitaria y fascista, rendida a los dictados del imperio. Ese es su papel histórico. Nos toca a nosotras y nosotros jugar el nuestro: Defender y profundizar la Revolución Bolivariana y Chavista.
Cuando revisamos los resultados, podemos destacar que la contrarrevolución creció en alrededor de 400000 votos. La Revolución dejo de obtener más de 1 millón y medio de votos. Al comparar con la abstención son casi equivalentes las cifras. ¿Qué nos dice eso? Que el chavismo que protestó con su voto, que gritó fuertemente para poder ser escuchado, no votó mayoritariamente por la contrarrevolución. Se abstuvo, se quedó en su casa muy desencantado. Esto es un dato, a mi juicio muy importante. Esto constituye una reserva moral a ser reconquistada, reenamorada, reivindicada, reconvencida.
El papel nuestro es pasar a la ofensiva revolucionaria. Las concreciones en la práctica cotidiana, cargadas de sentido socialista, son las que devolverán la credibilidad en que otro mundo es posible e indispensable, y que solo es alcanzable por la vía del Socialismo Bolivariano y Chavista.
¡Chávez vive, la lucha de clase sigue!