No cohabitar con el enemigo, se oye bastante en las reflexiones autocríticas del chavismo después de los resultados parlamentarios del 6-D. No dormir con el enemigo porque con la derecha al lado no se hace revolución. Radicalizar y volcarse hacia el pueblo, trabajar con la gente. No transigir…
Es cosa que no se entiende y que obliga a sentarse a reflexionar. ¡Vamos, vamos! ¿Hay que continuar con el disfraz que tapa la realidad y que llevó a la derrota por no mirar como es? No es posible evitar la presencia de la derecha política en tanto el modelo sea el “democrático”, el monitoreado desde el exterior por la comunidad internacional, el sistema basados en la emisión de votos y con una duración de 5 ó 6 años de ejercicio. Para complacer a los sesudos radicales habría que dar un golpe de Estado y poner a los militares en el poder, hoy con la mayor aproximación histórica al concepto de izquierda y poder cívico.
No es posible ninguna revolución en cinco años, y es por eso que el chavismo lleva ya tres lustros, utilizando el sistema democrático, hay que reconocerlo, realizando elecciones a granel para tapar la boca del sistema censor internacional. No cambia usted las relaciones de producción ni trastoca los conceptos arraigados de justicia social en cinco años. No se ha visto. Y es porque el modelo limitado, monitoreado, apropiado por la derecha internacional, no sirve para los fines. El modelo es la derecha misma, un instrumento de control del poder político y económico mundial. El modelo parece ser uno. Los innominables poderes políticos, económicos y mediáticos del mundo se valen del dispositivo para controlar y gobernar, del mismo modo conceptual que Maquiavelo aconsejó hace un tiempo: “divide y vencerás”. ¿O no? En el formato obligatorio han metido hasta a la gran Rusia: no más piense en el rápido referéndum que tuvo que hacer para quedarse con Crimea en el reciente capítulo con Ucrania.
El modelo democrático no fue revolucionario ni siquiera cuando fue inventado por los griegos porque era excluyente de nacimiento; y en las posteriores revaloraciones históricas, durante las sucesivas fases revolucionarias del mundo, ha sido adoptado como sistema de conquista humanista en connivencia con los poderes establecidos. ¡Todos votan, tienen los mismos derechos, y su elección rige para cinco años! ¡Los pueblo tienen derecho a su destino (pero, ojo, este destino tiene que ser democrático porque, si no…)!
Mientras el modelo sea tal no habrá complacencia para el radical que pide a gritos la anulación de cualquier juntura con el contrario. El contrario está ahí, y hoy más que nunca en Venezuela, con 112 diputados en la Asamblea Nacional. No habrá posibilidad de realizar grandes transformaciones si en el plazo de cinco años gana el contrario, viene y desenrolla la cuerda. Una real revolución socialista, suponiendo que el deseo de la mayoría sea prescindir del formato limitado y controlado democrático para realizar transformaciones a favor de las masas, una real revolución tendría que dar un golpe de Estado y manejar el Estado bajo la relación del poder cívico-militar. De otro modo, no queda más opción que transigir hasta dónde el contrario políticamente lo permita, mientras se pasan los cinco años del período y él luego tenga la opción der recuperar sus terreno perdido. ¡Vaya callejón sin salida, eh!
Y ya se sabe lo que ocurriría: como el modelo democrático es una herramienta de control del poder fáctico mundial, transnacional, mediático y de derecha, Venezuela sería acusada de no-progresista, sería sumida en una guerra fraterna interna, invadida y probablemente desaparecida como país, cual Libia, nada más con el accionar de los dispositivos militares instalados para los efectos en las bases militares de Colombia.