Confianza, fe, esperanza

Las ideologías políticas tienen mucho de teología, porque son racionalizaciones de unas creencias, cuyo basamento, más que razones largamente desarrolladas, son emociones y pasiones provocados en un marco cultural y unas circunstancias concretas. Digamos que las posiciones políticas hacen una promesa, al estilo de la bíblica de la venida del Mesías y un Reino de Justicia, y apelan a sentimientos tan fuertes como el amor. Por eso, hay que hablar de esto: confianza, fe, esperanza. Específicamente, en el caso de los dos polos que hoy inundan el mapa político del país.

Aclaremos términos. La confianza es un crédito que las personas le abren a determinados dirigentes, a propósito de determinadas promesas. El sujeto, digamos, que "presta", como lo haría con dinero, una determinada suma de expectativas positivas por sus líderes, esperando algo a cambio. Esa confianza puede crecer o decrecer, en la medida en que se perciba que va a cumplir o no, con lo prometido.

La fe no es únicamente una confianza intensa. Es, como dice Pablo en la epístola a los Hebreos 11.1: "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Esa certeza, esa convicción, no tiene nada que ver con argumentos racionales, ni siquiera con lo que se observe o constate directamente, ni con la razón ni con la experiencia. Por otra parte, tienen razón los teólogos (que tienen siglos dominando masas enteras por su efectiva psicología social) cuando afirman que la fe es sustentada por el amor, y éste, como lo explica Freud, es la mezcla de una admiración profunda (el Ideal del Yo se proyecta en el ser amado) con una identificación profunda (asumo que siento lo que el amado siente, porque nos hemos hecho uno).

La esperanza es una función psicológica que posibilita afrontar las peores condiciones. Es también una apuesta. Es mucho más que la confianza, porque, aunque hay un "crédito", una disposición y unos sentimientos que se prestan, hay mucho más que esto, y distinto, porque también hay la resistencia a perder la propia esperanza, porque en ella va nuestra propia identidad. Es decir, tengo esperanza y por eso soy lo que soy. Se basa la esperanza en el sentimiento de que siempre TIENE QUE pasar algo bueno, en medio de las adversidades, y aquí entran las racionalizaciones: si es usted religioso, piensa que hay que tener esperanza porque Dios es bueno y poderoso y no puede permitir que eso tan malo ocurra. Otra supuesta razón es que, simplemente, "eso" no puede pasar, no entra en nuestras certezas acerca del mundo, nuestro mundo. Perder la esperanza es perder la seguridad de que el mundo es justamente así, como lo conocemos, que el suelo estará allí para aguantar nuestro caminar, que el sol saldrá cada mañana, etc. La esperanza es ese suelo, es ese amanecer. Seguro. Por eso la sabiduría popular dice "la esperanza es lo último que se pierde". Al perder la esperanza, se pierde un mundo y a uno mismo.

La fe y la esperanza son distintas a la confianza. Esta se puede perder, a través de constataciones, experiencias, evidencias y razonamientos propios o asumidos de otros. Para perder la fe y la esperanza hace falta una especie de trauma, una situación que el sujeto viva como violenta. A veces, pero rara vez, es consecuencia de una pérdida de confianza. Eso puede debilitarla, pero debe haber un golpe, un daño, un dolor causado, una situación traumática. Por ejemplo: el retiro del apoyo de AD a su candidato en 1998, produjo la falta de esperanza de una porción importante de su militancia, la cual se volcó a votar por Chávez.

La abstención y el corrimiento de la votación chavista el 6D, evidencia una pérdida masiva de confianza en la actual dirigencia (político-militar) del "proceso". Esos altos porcentajes de "preocupados", que le atribuyen la culpa de la crisis al presidente Maduro, aun admirando a Chávez, evidencian una grieta de la esperanza. Esa "barra" de militantes que se defienden señalando de traidores al "chavismo crítico", mantienen todavía la fe, y ponen en acción todos los mecanismos de defensa del Yo de los que habla la psicología: negación, ira, búsqueda de culpables, depresión, etc. Están evidentemente atravesando un duelo y cualquier abrazo se agradece.

Pero lo más interesante es que la misma situación de pérdida de confianza, fe y esperanza, se está produciendo en las filas de la oposición. Allí hay una esperanza centrada en la salida de Maduro, pero no se confía en la dirigencia opositora por su evidente incapacidad de presentar un proyecto más allá de la salida del chavismo, por su agria división, por sus zigzagueos e incoherencias. Nadie apuesta tampoco por su honradez. La fe que les va quedando es en poderes sobrenaturales. O en una intervención imperialista.

Por supuesto que esto es grave. Esto desintegra a la sociedad misma e imposibilita la actividad política. Se requieren dirigentes a la altura, pero todos lucen enanos (incluso algunos muy altos y voluminosos). Tal vez por eso la recurrencia a la inspiración de los muertos. Tal vez por eso la mitificación de los presos. La fe y la esperanza buscan personificaciones, pero no se consiguen.

Estamos sentados en una bomba de demonios.



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Jesús Puerta


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