La constituyente originaria abre el camino para la emancipación

NOS ESTAMOS REBELANDO FRENTE A LAS IDEOLOGÍAS DEL CAPITALISMO Y EL SOCIALISMO REAL, DONDE SUS CLASES POLÍTICAS Y ECONÓMICAS SE HAN FUSIONADO PARA HACERSE PROPIETARIAS DEL PLANETA A TRAVÉS DEL IMPERIO DEL CAPITAL E IMPULSAR EL LIBRE MERCADO DENTRO DEL PARADIGMA DEL MUNDO GLOBALIZADO.

Hemos indicado en algunas oportunidades, que si existe desde el punto de vista jurídico una figura tramposa y perversa, es la del llamado ESTADO. A nombre del mismo: se maltrata, se encarcela, se tortura, se persigue, se engaña, se asesina y paremos de contar.

De verdad, no entiendo como algunos "teóricos del marxismo" del Siglo XXI, avalan y defienden un gobierno que se ha caracterizado por producir leyes que terminan impulsando y favoreciendo el llamado Estado, cuando teóricamente Marx, indicaba que no había una estructura jurídica más irracional que el Estado, puesto que allí se escondía, en esa figura las relaciones de poder de la clase dominante y por lo tanto indicaba que el Estado no es el reino de la razón, sino de la fuerza; no es el reino del bien común, sino del interés parcial; no tiene como fin el bienestar de todos, sino de los que detentan el poder.

De allí, que independientemente de la opinión que se tenga acerca del Estado, hay que reconocer que en la práctica y en nuestra propia realidad latinoamericana, el Estado es una copia del colonialismo eurocentristas y además su figura sólo ha servido para consolidar en el poder a las clases dominantes que dicho sea de paso, se encuentran y están al servicio de los grandes conglomerados representantes del mundo globalizado.

Plantearse la salida de una civilización distinta a las conocidas hasta ahora, necesariamente pasa por la eliminación de esa figura bribona y siniestra llamada Estado -ya lo hemos dicho- en el nuevo plano societario que ha de nacer, producto de una verdadera y auténtica revolución impulsada por la voluntad colectiva de nuestros pueblos, donde las relaciones de mando vertical entre dominante-dominado, opresor-oprimido desaparezcan para siempre, no tiene cabida el llamado Estado, pues éste no permitiría nunca que el poder descanse realmente en los colectivos populares, donde surja de manera jurídica la reapropiación social de la ley, para darle horizontalidad a ese poder que ha de descansar en las comunidades.

ELIMINAR LA ESTRUCTURA BUROCRÁTICA

DE LA CLASE POLÍTICA

En ese mismo plano jurídico político no podrá tener cabida la figura presidencial, a cambio ha de nacer –por ejemplo- una junta de administración elegida nominalmente. Los partidos políticos tampoco tendrán cabida y serán eliminados, igualmente gobernadores, diputados regionales y concejales ya que son expresión de una clase parasitaria y los alcaldes electos harán el papel de legisladores en cada estado y planificaran junto a las comunidades su propio desarrollo de manera que el pueblo y sus expresiones genuinas sean los propios protagonistas de su historia y evitar que estos le roben los espacios de organización social a la población. Toda representación popular, no podrá tener privilegios económicos ni políticos, pues la nueva civilización, habrá de abrir los caminos para que esa democracia, sea realmente una práctica para la libertad inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa libertad, esa democracia, tiene que ser por naturaleza antiimperialista, que haga honor al legado histórico dejado por nuestros libertadores.

FUNCIÓN SOCIAL DEL CONFLICTO

El llamado Estado oculta la realidad, dentro de éste contexto surge la antinomia entre ideología y verdad y el alienado cree estar viviendo, dentro de un Estado, que le permite manifestar y así poder expresar su descontento y reclamo. En éste proceso de enajenación mental al que es sometido el colectivo humano, el mismo no entiende, que ese mismo Estado, sólo le permite soluciones temporales, transitorias, pues el problema de fondo causante de su pobreza y miseria que le rodea, no tiene solución dentro del sistema en la cual se desenvuelve, de allí que el conflicto funcional se convierte en un círculo vicioso que desemboca en una especie de catarsis o desahogo de quienes lo plantean, convirtiéndose esa misma conflictividad social en instrumento para seguir manteniendo el modelo de dominación imperante. Allí el conflicto cumple su función social y política para alimentar la propuesta (ideología) del que domina.

Es allí, donde las ideologías del poder, siguen actuando a través de los mecanismos creados, para mantener el control y es su ideología la que permite reproducir su dominación y ese discurso es el que se disfraza de utopías, presentándose como un paradigma de libertad y democracia. Es aquí que pareciera que la utopía es atrapada dentro del discurso de la cotidianidad, de la normalidad y esa normalidad se manifiesta en la ideología que domina para evitar la discontinuidad de la historia o la ruptura histórica creadora.

Es por eso que afirmamos que la utopía propone, la discontinuidad histórica de la dominación, para poder avanzar hacia la ruptura creadora, en la búsqueda de una nueva civilización, que sea capaz en la práctica y en la teoría de emancipar a la humanidad en toda su dimensión.

Quienes han pretendido descalificar la utopía como propuesta colectiva, de quienes aspiramos cambiar radicalmente los modelos civilizatorios conocidos hasta ahora, han olvidado con o sin intención, que cuando el poder que conocemos hasta ahora, que es vertical y que lo poseen minorías privilegiadas que se organizan, crean y producen un discurso en relaciones de dominación, ese misma dominación, lleva consigo resistencia a lo impuesto y que se manifiesta en la sociedad en la lucha de contrarios, que no es otra cosa que la lucha de clases. Incluso, a veces va más allá de la lucha de clases y esa lucha se desarrolla en una conflictividad que no es otra cosa que la lucha de valores contra valores, que a su vez contiene en sí, la lucha de clases.

Es más, la utopía siempre se ha alimentado, de los mismos procesos históricos que hemos vivido, desde la misma guerra de independencia hasta nuestros días, la utopía pasa a ser un conocimiento acumulado que sigue permaneciendo en la memoria histórica de nuestros pueblos. Eso que se dice, que nuestros pueblos inconscientemente han asimilado las cadenas que llevan puestas mentalmente y que no les permite pensar en otra cosa, que no sea la resignación al modelo que los domina, ya que esa resignación se ha convertido y forma parte ya integrada a su naturaleza, es producto del discurso de quien domina y en otros, es parte del discurso del derrotado. Pero en el fondo de todo éste planteamiento, considero también, que es parte del miedo a la libertad, porque a decir verdad, nunca la hemos tenido, no la hemos conocido y no existe en el planeta tierra país que la tenga, no olvidando que el eurocentrismo, intenta por todos los medios, de presentar sus ideologías de manera divinizada, enseña a la población a venerarla, a respetarla y de allí, parte de llevar consigo el miedo que se le inculca a la sociedad, abriéndole camino a la logofobia, especie de miedo sordo frente al discurso ideológico que además aliena y domina.

Pero dentro del marco de este espacio, hay que tener claro, que para llegar allí, se hace necesario, no un proceso electoral a los que nos tienen acostumbrados las clases que dominan y sus respectivos partidos, sino hechos constituyentes que rompan con la funcionalidad de los conflictos, del cual ya hemos hablado y que nos puedan conducir a una constituyente originaria y no derivada del poder constituido, para plasmar allí en colectivo, el proyecto de civilización que aspiramos.

No es que estemos negando los procesos electorales, lo que sostenemos es que esos procedimientos electorales tal y como están planteados, responden a situaciones manipulables, que siempre favorecen a las clases dominantes desde todo punto de vista, ya que las mismos tienen como finalidad impedir cualquier proceso de cambio que requiera la sociedad, desde el punto de vista estructural, que beneficie el colectivo. Colombres, al respecto nos indica: "Ese vasto sector indiferente, neutralizado y conducido a la total indiferencia por la cultura de masas y la desinformación, es el que impide que por la vía electoral se produzcan en nuestras sociedades los cambios urgentes que necesitan. La desinformación busca convertir una información falsa en una información verdadera, creíble, que llevará al que la recibe a actuar en un sentido que le es desfavorable. ¿Puede considerarse un legítimo ejercicio de la democracia esta actitud que no defiende el viejo ethos social ni propugna la vigencia de nuevos paradigmas más perfectos y justos?

La democracia es el gobierno del pueblo, no del hombre masa. Del pueblo, que es el hombre organizado, pensante, creativo, que defiende como algo muy valioso los lazos morales y de solidaridad". (COLOMBRES, Adolfo. "América como civilización emergente". Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2004. pp.204).

Todas estas generalidades, pueden ser parte del inicio de una discusión permanente, que se puede plasmar en un proyecto, en un acuerdo dentro de los desacuerdos, es cuestión de tomar las iniciativas necesarias, en aras de seguir pensando y actuando, para salir de esta encrucijada que aprisiona cualquier propuesta que se pueda alejar de la lógica de la dominación.



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Enrique Contreras Ramirez

Militante de Ruptura

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