¿Mueran los partidos, vivan las ONG?

Una misión política imposible de Mary Pili

Mary Pili, a quien no he tenido el gusto de conocer, es tan atractiva como inteligente, sin duda. Pero, además, por dentro de su belleza tiene un corazón muy osado para pronunciarse por lo imposible de la lucha política: sin los partidos.

Su artículo <<Mueran los partidos, vivan las ONG>> es, desde el punto de vista de la ideología, una utopía. Si bien es una clarinada, tal vez, de un clamor en una parte de la masa más afectada de la economía pero más comprometida en la suerte del proceso bolivariano, no pasará de ser una nota a pie de página en la agenda de los partidos que ni siquiera aparecerá en su acta de temas a tratar. Sin embargo, como simple recomendación, los políticos, especialmente de la dirección del proceso, deberían leer con mucha atención el artículo de Mary Pili no para asumirlo como fe religiosa de la política, sino para asimilar cuánto tiene de realismo su contenido para corregir aquello que hace que, en miles de miles de personas, se esté considerando que los partidos políticos se están convirtiendo en un estorbo para la buena marcha del proceso bolivariano.

Mary Pili hace un análisis correcto de una materia específica que tiene que ver con el financiamiento de los partidos. Entendamos que su análisis está dentro del contexto de la constitucionalidad, es decir, de los partidos políticos que están inscritos en el Consejo Nacional Electoral como también de los que hacen vida jurando respetar la normativa que le determina su legalidad. Igual de correcto es su análisis en relación con ciertas instituciones y organizaciones que presentándose como ONG y jurando no ser partidos políticos, actúan como si fueran lo mismo en todas sus manifestaciones.De ese análisis, en mi rústica manera de apreciar la política, Mary Pili sacó una conclusión incorrecta: solicitar que los partidos denominados de izquierda renuncien a esa condición y se proclamen como ONG.

Nada en el mundo es más autoritario que una revolución. Lo dice Engels y la experiencia histórica lo confirma. Ninguna revolución, hasta ahora, ha consolidado su triunfo –la Comuna de París es una prueba irrefutable- sin tener su partido político. Si los bolcheviques o el Movimiento 26 de Julio, por citar dos ejemplos, hubiesen pensado y actuado como ONG, rusos y cubanos estarían aún siendo víctimas de un primer ministro –inglés o francés- los primeros, y de un nacido en Florida los segundos.

Lo vital para una revolución es una rigurosa política de inteligencia y disposición de actuar con una mano de acero contra los enemigos que pretendan derrocarla por la violencia y, con la otra, hacer uso de su magnanimidad con todos aquellos que disientan de ella pero no se complotan para aniquilarla. Para eso cuenta con el apoyo mayoritario de la población y la convicción de que su obra representa el progreso histórico. Así lo enseñó, para no ir a un pasado muy lejano, las luchas por el triunfo y consolidación de la revolución burguesa en Francia contra el absolutismo político feudal y la Inquisición de la iglesia. Los partidos políticos jugaron su papel de vanguardia a favor de lo uno o de lo otro en sus conflictos, donde no era un momento propicio para que decidieran en política -el destino de una revolución- las organizaciones de caridad que se dedican en trabajar por el bien común en un área específica. La lucha de clases muestra un rostro muy crudo y una preñez donde el partido tiene la función de un cirujano mientras que una ONG filantrópica la de recolectar ayuda para comprar y regalar la cuna al recién nacido. Si las ONG llegasen a suplantar a los partidos en la lucha de clases tendríamos que reconocer que Teresa de Calcuta desplazó a Carlos Marx en el renglón de la historia. Y nadie dudaría que el Papa fuera amo y señor del mundo entero y los obispos sus procuradores repartidos por el mundo gobernándolo.
La intención de Mary Pili debe considerarse como una alerta interesante para todos los políticos, pero los hechos históricos no dependen de la buena voluntad de los ciudadanos sino de factores –esencialmente económicos- que le determinan su curso. No me está dado pensar por Mary Pili, pero pienso que mejor ella debió enfocar el contenido de su artículo señalando que el momento actual que vive el proceso revolucionario está planteando una lucha ideológica, implacable si lo prefieren algunos, pero que si no se acompaña de tácticas organizativas muy cautelosas, no se llegaría a ningún importante éxito político. Buffon decía que <<El estilo hace al hombre>>. El marxismo dice que <<la terminología política, como elemento de la lucha de clases, no sólo hace al hombre, sino al partido>>.

Una revolución no puede vivir sin el partido, fuera de él, dejándole de lado o buscándole un sucedáneo. La historia así lo ha demostrado y nada nos induce a pesar que no siga siendo de esa manera, salvo que produciéndose la revolución socialista en los países altamente desarrollados del capitalismo, se conviertan éstos en factor decisivo para hacerlo verdadero en el mundo subdesarrollado sin más arma que una orden por cumplirse. Si la dialéctica es el álgebra de una revolución, el partido viene siendo su cerebro. Lo que sucede es que un partido (como el Estado, la filosofía, una escuela literaria, una tendencia de pensamiento o de cualquier fenómeno) debe tener una caracterización o definición de clase. Este es su punto de arranque. El partido no agota la anatomía de la sociedad, donde los músculos y los huesos son las fuerzas de producción y las relaciones de clase. Pero un análisis que intente abstraerse del cerebro, téngase la seguridad que queda flotando en el aire. Ahora, ya tomado el poder político, es necesario entender que la sociedad organizada comienza a cumplir las funciones que no corresponden al partido, y, por consiguiente, éste empieza a perder su supremacía como dirección política en la sociedad. Nuestra nación no ha llegado a esa fase todavía.. Es la verdad. Todo debemos hacer para que llegue el momento en que así sea y no de otra manera.

Camilo Torres Restrepo, sacerdote y mártir de la lucha revolucionaria en Colombia –para que nadie diga que todo lo que decimos lo imitamos del marxismo-, sostiene que "Los objetivos comunes, una conciencia común, una confianza en la clase popular como clase, todo esto sería nada si no hay una organización que sistematice, que planifique, que fije objetivos a corto, mediano y largo plazo, que establezca un liderazgo racional, un liderazgo -hasta donde sea posible- científico que tenga sus equipos de estudio y de planificación, todo lo que implica una organización..." Esa organización, con todo el respeto que se merece Mary Pili y la buena intención de su idea, jamás la podrá cumplir una ONG. Para eso está el partido político.

La mejor conclusión a que hubiese podido llegar Mary Pili, luego de lo acertado de su análisis, no es haber llamado a los partidos que apoyan al proceso a renunciar a su condición de partidos políticos y conformar una ONG. No, lo correcto es llamar a la unidad y creación de una fuerza política que asuma integralmente el programa, la táctica y el sistema de organización más adaptado a la realidad del proceso bolivariano, porque eso es un partido y no otra cosa.
Las masas que son comunes en la de largo tiempo, esas que no se forman en las aulas de la academia política, son las que en determinados momentos someten a crítica demoledora todas las ideas que encuentren a su paso, y asumen sólo aquella que les parece tiene fidelidad con su sueño.

Exitos, Mary Pili y también para el proceso.



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Freddy Yépez


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