En blanco y negro

Marxismo (IV)

Cuando el sistema feudal fue erradicado y comenzó a espaciarse el modelo capitalista, enseguida se puso de manifiesto que la nueva sociedad que dejaba en ruinas al feudalismo representaba la llegada de un régimen a estrenar de opresión y explotación de los trabajadores y las trabajadoras. Como reflejo de esa opresión y como protesta contra esa inédita criminalidad, comenzaron a surgir diversas doctrinas socialistas.

El socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba a la sociedad capitalista, la condenaba, la injuriaba, soñaba con su destrucción, fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la inmoralidad de la explotación. El socialismo utópico no podía señalar una salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el capitalismo, ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar la fuerza social capaz de emprender la creación de una nueva sociedad.

Entretanto, las tormentosas revoluciones que se forjaron en el mundo, a la caída del feudalismo, de la servidumbre de la gleba, hacían ver cada vez más palpable que la base de todo desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases. Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal fue alcanzada sin desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre, más o menos democrática, sin una lucha a muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista. Justamente, Marx fue capaz de haber sabido deducir de allí y aplicar consecuentemente antes que nadie la conclusión implícita en la historia de la humanidad; esta conclusión es la doctrina de la lucha de clases.

Los hombres y las mujeres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase. Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución añeja o senil, por bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de unas u otras clases dominantes.

Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y concientizar, organizar para la lucha a las fuerzas que se puedan que por su situación social, estén dispuestas al combate; es decir, formar la fuerza capaz de barrer para siempre lo viejo y crear lo nuevo: una sociedad humana, vivible, por digna.

Sólo el materialismo filosófico de Marx señaló al obrero y la obrera, a los humildes, al campesinado, al trabajador y la  trabajadora, al artesano, al pescador, etcétera, la salida de la esclavitud espiritual en que han vegetado hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de Marx explicó la situación real del explotado, del oprimido en el criminal sistema del capitalismo.

Hoy también en el mundo entero se multiplican las fuerzas u organizaciones socialistas. Nuestra gente se instruye se concientiza con el conocimiento de la historia y su conciencia de clase, manteniendo la lucha, al tiempo que se despoja de los prejuicios de la burguesía.

Estamos adquiriendo tras la unidad una cohesión inquebrantable, y hemos aprendido a medir el alcance de los triunfos. Templamos la fuerza y crecemos irresistiblemente hacia la victoria final.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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