El Capital Comercial, tan Industrial como el Fabril, salvedad hecha del capital dinero.
La Historia nos indica que, a la inversa del capital precapitalista = capital comercial en dinero y en las demás mercancías que gobernaba a los productores desde que luego aquel impulsó la industria con la ampliación de los mercados medioevales, nos indica, decimos, que con ese mismo desarrollo comercial comienza la industria fabril a tomar el control y su necesidad de ampliar la producción contribuye al desarrollo del comercio mundial que pasa a ser controlado por el propio capitalismo industrial, o sea, por la producción.
El comercio como la fabricación integra el capital fabril. Digamos que modernamente bajo el modo capitalista de producción, la oferta controla la demanda, a sus intermediarios, y al capital dinero aunque este luzca autónomo. El hecho de que los inversionistas particulares no tenga eso muy claro, es la razón por la que aparecen las burbujas financieras, habida cuenta de que el capital dinero no ofrece diferencia, actúa como una masa homogénea de oferta a la que le es indiferente el destino productivo que los prestatarios le den a su capital recibido en préstamo.
El capital dinero pareciera no guardar relación ni dependencia con la producción ni con el resto del comercio, ya que, como mercancía que es, se trata de una determinada masa de dinero (valores en general) lista para venderse o prestarse a comerciantes, fabricantes y compradores en general como respuesta a una demanda que requiere dinero para comprar mercancías que den beneficios por sí mismas, es decir, con la simple tenencia de dinero o de valores bursátiles.
El capitalista del dinero asume que éste está capacitado en sí mismo para generar "plusvalía" o beneficio en igualdad con el capital productivo aplicado a la producción del resto de las mercancías. Asume que esa cualidad es la que permite fijarle un interés al capitalista productivo, a sus clientes o empresarios prestatarios. Estos, por su parte, asumen que ese mismo capital dinero aplicado a la producción de mercancía, cuando es propio, en consecuencia, le permite obtener, además del beneficio medio derivado de la plusvalía salarial, "le sale" un interés al tipo reinante en el mercado financiero.
Como el proceso de producción exige organización, cuidado en el uso de los medios de producción, gerencia, administración, supervisión y vigilancia, todas esas gestiones reciben paga y un salario que también se arroga el propietario del capital. Cuando la empresa es de un relativo giro-una transnacional- entonces el capitalista puede delegar esas funciones en terceros y atribuir a esas gestiones la consecución de su beneficio, un asimilable a salarios por el "trabajo" de poner a trabajar a los verdadero asalariados.1
Así, pues, cuando cualquier persona opta por abrir una cuenta ahorros en un banco, cuando compra acciones de compañías anónimas y cuando invierte dinero en alguna empresa de producción o de comercio, y en especial en el montaje de una banco financiero, esa persona está convencida de que sus ahorros y su dinero le generará por cualidad intrínseca una renta, unos intereses monetarios, unos dividendos.
Cuando la aplicación del capital dinero se hace masiva y los tiempos de cobro de esos intereses y/o dividendos se alejan de los ciclos de la circulación capitalista, de los procesos de producción, entonces los bancos ya no pueden honrar oportunamente los intereses pasivos ni las empresas repartir dividendos, y si lo hacen es por montos inesperados. Es entonces cuando se empieza a reconocer que algo falta en la simple compra de acciones, en la simple tenencia de ahorros, si tales acciones y ahorros no tienen como garantía real la aplicación de capital productivo a la creación del valor necesario para el pago de salarios y de los beneficios industriales de donde sale al final de cuentas cualesquiera tipos de beneficios con cargo a los cuales el banco puede honrar sus tasas pasivas y las empresas accionarias repartir dividendos. Habría llegado momento cuando las burbujas financieras empiezan a elevarse entre la comunidad de ahorristas y de accionistas en general. Tales burbujas financieras revelan que el dinero ni las acciones de ninguna empresa tienen cualidad generativa de frutos, que el banco sólo puede cubrir aquellas tasas pasivas y las empresas repartir dividendos cuando ese dinero se dedica a la explotación de asalariados.
1 Aristóteles calificó como trabajo productivo la organización de la esclavitud y su vigilancia, aunque no pudo ver que la necesidad de semejantes gerencia, administración y dirección ocurren sólo en las sociedades clasistas donde los trabajadores suelen ser antagónicos entre sí y frente a sus patronos. Tales trabajadores están, más bien, al servicio de los dueños y no de la empresa. Esos dueños cargan al costo de producción tales "salarios" en lugar de rebajarlos de la plusvalía. Véase mi obra PRAXIS de EL CAPITAL (Econ. Manuel C. Martínez M.)