Chavismo y pensamiento decolonial

Se ha hecho bastante generalizada la práctica falaz de sabotear una discusión que habría podido ser provechosa, atacando la persona que emite una opinión o un planteamiento con el cual no se está de acuerdo. El recurso es antiguo. Es la falacia "AD hominen" de la cual habló una vez Aristóteles. Forma parte de la "erística", el arte de "ganar" una discusión cuando no se puede ganar razonando. La variante que he observado ahora es el aderezo con chismes injuriosos y retorcidas alusiones familiares que se presentan como "contextualizaciones" y hasta como "respuesta demoledora". Estas "armas polémicas" se agregan entonces a los más tradicionales cambios de tema e insultos gratuitos.

Así, Luís Salas (y Martorano lo cita íntegro) pretende refutar las posiciones de Edgardo Lander sacándole que su papá fue adeco y su cuñada opositora, envolviendo el cianuro con el dulce de los estupendos libros de los cuales ambos son autores. Ni una palabra acerca de la corriente de pensamiento decolonial, de la cual forma parte Lander junto a destacas figuras continentales del pensamiento crítico como Enrique Dussel (ganador, por cierto, del Premio del Pensamiento Crítico que otorga el gobierno venezolano), Aníbal Quijano, Boaventura de Souza Santos, Franz Hinkelammert, Walter Mignolo, entre otros. Referirse al conjunto de propuestas teóricas de esos autores sí sería una contextualización adecuada. Recurrir a sacarle la adscripción política de la familia, equivaldría a juzgar el pensamiento político de Chávez por la militancia copeyana de sus padres.

Considero al pensamiento decolonial una propuesta teórica extremadamente enriquecedora del pensamiento de izquierda, a partir de los 90 (aunque viene de antes, tal vez desde los 70) justo en el momento en que el neoliberalismo se convierte en hegemónico en el mundo y el marxismo se derrumba junto con el muro de Berlín. Por supuesto, no cabe en un breve artículo de prensa como este, exponer la riqueza de esta corriente teórica que abarca una reconstrucción de la historia mundial desde la perspectiva de la periferia colonial, una ética centrada en el imperativo de la vida más allá del formalismo o el dialogismo europeo, una política que replantea los sujetos revolucionarios, una epistemología que reivindica los saberes de las etnias aplastadas por la colonización así como la transdisciplinariedad, una antropología que profundiza en las culturas de los pueblos en busca de una alternativa civilizatoria al capitalismo depredador del Planeta, una teoría social compleja donde se construye las configuraciones objetivas desde subjetividades recuperadas. El pensamiento decolonial también fue una respuesta a la labor nihilista de cierto posmodernismo que se presentó, en su momento, como única opción frente a la imposición del pensamiento neoliberal que trascendía la disciplina económica. Además, superó los restos positivistas del marxismo eurocéntrico, en una crítica de conjunto al "desarrollo".

En un texto de 2012, llamaba la atención acerca de todas las dimensiones de la crisis que entonces ya se evidenciaba para quien quisiera ver. No era solamente la economía, ni política, era también de pensamiento. El chavismo llegaba a un momento crucial, no sólo de la historia de Venezuela, sino de toda América Latina y el mundo, sin superar reflexivamente ese mosaico o ensalada de tradiciones que el discurso político de Chávez articuló con tanta eficacia en función de las distintas etapas de su propia evolución ideológica y del proceso político. Así, el chavismo combinó por lo menos tres tradiciones: la del nacionalismo bolivariano, proyectado hacia la integración del nuevo bloque de poder latinoamericano; la de las izquierdas, incluyendo desde el guevarismo, el marxismo-leninismo y el proyecto socialista-democrático; la del cristianismo militante de la teología de la liberación. Tal mezcla, heterogénea, inconexa, podía brindar respuestas oportunas a coyunturas gracias al genio táctico de Chávez, pero no podía brindar mayores perspectivas, más allá de la habilidad del momento. Ocurrió lo que ocurrió: la crisis se profundizó y sus tendencias apuntan a cosas peores.

La relevancia del aporte del pensamiento decolonial, desde el cual nos aporta Edgardo Lander, reside en que nos da claves para repensar el proceso bolivariano y, específicamente, sus derivas últimas, como ésta del acuerdo del capital transnacional con una cúpula burocrático-militar para relanzar el estado rentista venezolano, ahora bajo un esquema de extractivismo minero, como se evidencia en los contratos que se impulsan para sacar los minerales de las cuencas fluviales del 12 % del territorio nacional, de acuerdo al decreto del arco minero del Orinoco. Es en ese contexto donde se debe dar una discusión seria, a la cual algunos compañeros dicen están dispuestos, aunque sus tácticas desdicen mucho de ello.

Esas tácticas deleznables ahora se centran en el ataque personal. Hubo un señor, de confesión stalinista, que hasta me inventó prácticamente una vida, y no tuvo ninguna vergüenza en aceptar que se trataba de un chisme totalmente falso, o sea, una injuria. Otro, tal vez molesto porque se sintió aludido por la señalada ingenuidad y falta de información que observo en muchos compañeros, me incluye en una nómina de aspirantes de nuevos dirigentes de la oposición. Sobre todo a éste último (el otro es irrecuperable por su edad y su stalinismo), los llamo a continuar la discusión, pero con argumentos.



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Jesús Puerta


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