Uso a propósito frases y conceptos de otra época. Eso del “compromiso histórico” fue una consigna del PC italiano a mediados de la década de los 70. Se les ocurrió inmediatamente después del criminal golpe de Pinochet en Chile. Para los comunistas italianos se trataba de concebir un camino de acceso al poder por la vía del voto, respetando la “legalidad burguesa”, a través de un acuerdo general con la Democracia Cristiana, el otro gran polo político de Italia. Dos razones motivaban el planteamiento: neutralizar cualquier respuesta militar, incluida la de la OTAN (Italia, como se sabe, es miembro de esta alianza militar con EEUU, en plena guerra fría), frente a un eventual triunfo comunista en las elecciones (porque el PC llegó a crecer tanto que esta perspectiva lucía completamente factible). La otra derivaba del análisis del propio PC chileno acerca de lo que acababa de ocurrir en el delgado país suramericano.
El Partido Comunista Chileno, en análisis que luego compartiría el dirigente masista de entonces Teodoro Petkoff, consideraba, entre otros muchos factores que llevaron al fracaso del ensayo de la vía democrática y pacífica hacia el socialismo, el hecho de que el programa que cumplía la Unidad popular de Allende atemorizaba a la pequeña burguesía (la tan llevada y traída pequeña burguesía) y ésta empujaba a sus dirigentes demócrata-cristianos en brazos de la derecha, cerrando así una brecha entre las expresiones políticas burguesas que había sido aprovechada antes por la U.P. Con esto también se referían a la existencia de una “izquierda” de la Democracia Cristiana que enarbolaba consignas tales como (atención) la propiedad comunitaria, la democracia participativa y otras, inspiradas en parte con la entonces muy sonora teología de la liberación que en toda América Latina ha tenido tanta significación. El PC chileno y Petkoff llamaban la atención en que no era necesaria tanta algarabía izquierdista y era completamente inconveniente hacerle cerrar filas a la pequeña burguesía con la derecha, los militares fascistas y Washington. El análisis tiene un gran interés porque va más allá del lugar común izquierdista de que las fuerzas armadas son siempre, genética y simplemente, una prolongación del poder del imperialismo en América Latina, hecho desmentido más de una vez, como la propia historia venezolana lo ha mostrado.
La referencia es pertinente, justo ahora, en Venezuela, cuando se ha dado a conocer los primeros resultados de la mesa de diálogo entre el gobierno-PSUV-militares y la oposición agrupada en la MUD.
A mí me parece, humildemente, que esos primeros acuerdos están avanzando hacia un acuerdo general de retorno a la institucionalidad democrática, tal y como hemos planteado en anteriores artículos. El marco, por supuesto, es la “legalidad burguesa” de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, como tenía que ser. Ese acuerdo de restaurar la validez de la Asamblea Nacional mediante las elecciones en Amazonas de los diputados que han determinado las decisiones del TSJ de prácticamente inhabilitar el parlamento, me parece excelente. Una de las primeras acciones de esa Asamblea Nacional restaurada, es la renovación del Poder Electoral (cambio de dos rectores), elemento fundamental para restablecer un poco la confianza en un Poder electoral que luce demasiado (igual que el Judicial) como una simple UBCH del Partido de Gobierno-militares.
Por supuesto, la base de la oposición se siente defraudada, porque su dirigencia le prometió que en seis meses, contados desde las elecciones del 6 de diciembre del año pasado, tendría otro gobierno. Pero al menos gana la posibilidad de volver a echar vainas desde la AN, reafirmar su condición de nueva mayoría y, eventualmente, triunfar en las elecciones de gobernadores de 2017 y (¿quién sabe?) las presidenciales de 2018 con un CNE renovado. Tal vez, también con una contraloría renovada. Si yo fuera de la oposición me fuera por ahí, por aquello de la corrupción en muchos lados, especialmente en Alimentos y en RECADI… perdón, CADIVI. Cambiar los magistrados del TSJ también sería una movida interesante, pero trancaría nuevamente el juego…
Porque el resultado posible y más deseable de ese diálogo, es que haga continuar el juego político democrático regido por la Constitución. Que se retome la expresión de la soberanía popular a través del voto. Precisamente porque la Constitución ha sido golpeada y rasguñada por unos tipos que sólo la usan a conveniencia, que no creen en ella pero que se llenan la boca con ella. Sí, es una legalidad burguesa, pero ella tiene que regirnos por un largo, largo tiempo, no sólo para no matarnos en una guerra (en cuyo final, otra vez, veremos las partes sentadas acordándose en … la constitución, unas elecciones, etc.), sino porque no hay otra manera de avanzar hacia otra sociedad. Hasta Marx (y Lenin, y Trotsky, hasta Stalin) sostenía que el derecho burgués regiría en la transición por un largo tiempo. Pero esa es otra discusión. Una teórica y necesaria, pero otra.
Ahora en lo que estamos es siguiéndole el paso a un diálogo que se dirige a un compromiso histórico entre el partido-burocracia-militares y su oposición. Se mantendrá el mismo estado y, mientras tanto, el mismo gobierno en estado de excepción. Supongo que seguiremos con el mismo rentismo de siempre. Tal vez haya una negociación para préstamos importantes para pagar deuda y más importaciones, con la garantía (que cobrará) de la gran burguesía venezolana, que ahora entrará con representante propio en el diálogo. Seguirá la bienvenida al gran capital transnacional para destruir el Arco del Orinoco. El Partido Militar se la comió ante una oposición descompuesta que tratará de sobrevivir hasta 2017 y 2018. Se suspende revolución hasta nuevo aviso. Seguirán las misiones.
Pero tendremos Constitución…