Vivir en una sociedad de demandas, donde se resalta la avidez para mantenerse o destacarse en ella, no es fácil, porque cada paso que da el individuo en el camino de la comunicación y la socialización, lo conduce a la ejecución de obras, bien, como un actor insensible y no solidario o como un actor reflexivo y amoroso. En ambos procesos se destaca una lucha indispensable para su sostenimiento en sociedad, de afianzamiento y lo que se percibe por equidad.
La lucha engloba el concepto de libertad, ya que bajo su tutela se tejen paradigmas de vida que alimentan la convivencia entre actores sociales aprovisionados de sentimientos y acciones, componentes indispensables para su permanencia en el contexto.
Bajo esta perspectiva, la cultura latinoamericana, moldeada a los intereses de la burguesía nacional y transnacional, ha inducido a la población, a llevar modelos de vida equivocados, orientados y tipificados, según el grupo o la clase social a la que pertenecen. El concepto de libertad manejado en el capitalismo, se visualiza en el logro material, de allí la insatisfacción, la resignación, la competencia y la falta de credibilidad en el otro, que surge en el sentir ciudadano.
Creer en alguien que puede ayudarnos a transitar por los caminos de la vida separándonos del modelo capitalista, colmado de muros, de centros comerciales, de haciendas ganaderas, de campesinos sin tierras, de bancos, de automóviles lujosos, de urbanizaciones y de infinidad de ranchos, de obreros explotados y mujeres desvalorizadas, es difícil, pero nunca imposible, porque la cultura de estas sociedades, especialmente la de América latina, nos ha enseñado a tomar fortaleza, para andar en nuestras propias condiciones de vida bajo este patrón social opresor, lo que supone, la creencia en nosotros mismos para sobrevivir, la creencia en la existencia de la injusticia como reglamento para muchos y para otros como justicia, un total desconocimiento de la cooperación, de la solidaridad, de la sensibilidad y sí, un profuso discernimiento sobre la individualidad.
Los modelos de vida diseñados para crecer en una sociedad patriarcal como la nuestra, con niveles de exigencias de acuerdo al género y con un crecimiento excesivo del desamor, ha conducido a nuestros pueblos a aceptar la injusticia, sobre la marcha que debe realizar el individuo, quien se apropia de su fuerza para emprender la búsqueda de la satisfacción, la satisfacción medida en el mercado, independientemente del estrato al que se pertenece.
La formación del individuo en una sociedad clasista y el despertar de la nueva conciencia, se realizará en espacios donde la cooperación entre actores sociales, incite al conocimiento de la realidad social y al desprendimiento de la vida material, donde se estudie la sociedad y se demuestre cuan vulnerable es el capital que acepta el desmembramiento de la cultura popular por la transculturación y con ella la alienación, que acepta la opulencia de unos y la pobreza de otros, que acepta el irrespeto y la violencia por encima del amor y la justicia.
El despertar de la conciencia nos permite emprender una lucha por la dignidad de los pueblos que genera adhesión, es como el canto en la montaña que se escucha hasta en las aguas del océano, y encanta, e hipnotiza, ejerciendo como imán el seguimiento.
Así nace la creencia en los líderes, en estos hombres y mujeres que se acuestan soñando con un mundo mejor y se levantan cantando, cantado el sueño para su edificación. Y así, un buen día, el pueblo incrédulo y empobrecido, comienza a cantar con él. Así le pasó a Fidel, conoció la realidad cubana, su país, la estudio y la soñó distinta, construyó la nueva Cuba en ese sueño inmenso bañada de humanismo, de solidaridad y hermandad y el pueblo lo siguió.
Fidel ha crecido con su pueblo y su pueblo ha crecido con él. Ese pueblo que lo vio subir a las montañas de la Sierra Maestra para combatir contra una dictadura feroz aliada al imperialismo, que hizo de Cuba un recinto para la explotación de las mujeres y para la exclusión social. Ese pueblo, que admiró su valentía y le acepto su proyecto país. Ese pueblo, que siguió a hombres y mujeres briosos que se atrevieron a soñar con una Cuba diferente. Libertad para ser diferente fue el lema de la revolución, concepción de libertad ajeno al individualismo capitalista y si asociado al alma, a la patria, a la sensibilidad y la solidaridad en el amor.
La relación del pueblo con el líder, es y debe ser, una relación de verdad, de enseñanza, de amor y de respeto. Siempre decir la verdad, así nuestra verdad suponga una crisis generada por un bloqueo económico como el ocurrido a Cuba. La verdad que nos alecciona para construir con las herramientas que poseamos, pero que no abandona la fe en la justicia y mantiene los propósitos de la lucha impecables en la conciencia de los individuos.
Fidel, se han mantenido fiel a la verdad y el pueblo cubano habla con la verdad. En este sentido, se puede afirmar que es falso argumentar que los cubanos, esperan la muerte de Fidel para correr a abrazar el modelo capitalista del pasado.
Tras la intervención quirúrgica realizada a Fidel, un porcentaje de cubanos residentes en Estados Unidos, ha celebrado la caída de la revolución cubana y el ascenso del capitalismo impulsado por USA, no obstante la respuesta del pueblo cubano ha sido hermosa, de una serenidad admirable, de una confianza en sus ideales y sus representantes.
Dos modelos diferentes, dos conceptos de libertad se revelan, uno creyente del individualismo, de la riqueza material, de la injusticia y la competencia, el otro creyente de los valores, de la cooperación y la justicia.
Unos aman su vida material en decadencia, los otros, la paz y el amor, trabajando para vivir en hermandad en su tierra y con otros pueblos.
Creer en alguien, rompe con el modelo opresor, para ser distinto. Creer en Fidel, creer en la verdad, creer en la revolución.