El domingo 6 de agosto fue intenso, tanto para los que creen que la profundización de esta revolución debe llegar a los tuétanos de esta sociedad, como para los reformistas. El Presidente vino con la rabo de cochino envenenada.
Los nuevos aires, y las buenas influencias que le dirigieron los pueblos del mundo al Presidente, durante su recorrido por varios continentes, hicieron que llegara a Venezuela intraficable. Pareciera a veces que el estar sofocado, encerrado en el tareismo, en el operativismos, en la simple ejecución de los muchos quehaceres que impone esta revolución, como que consume todas las energías y absorbe la concentración solamente hacia estas actividades, olvidando elementos tan importantes como la dirección y el control, que permite ir comparando lo planificado con lo que se esta ejecutando, y en caso de desvíos llevar a cabo las correcciones pertinentes, a tiempo.
El estar inmerso de una forma casi asfixiante, en los mismos olores, las mismas personas, los mismos métodos y estrategias, y entre los mismos asesores con sus soluciones repetitivas y defectuosas; hace que vallamos asimilando las deficiencias, el reformismo, entre otras muchas cosas, lo que conlleve a que nos inmunicemos contra estas, originando que nuestro olfato no reaccione ante hechos alejado de lo correcto.
Este último viaje le sirvió al Presidente para observar nuevos paisajes y desintoxicarse de las toxinas que se apoderan de nuestro cuerpo, cuando somos sometidos con frecuencia a la mediocridad, a la ineficiencia y al reformismo. Y estas logran introducirse en nuestro cuerpo de las formas más sutiles.
La lucidez con que llegó el Presidente, lo llevó este domingo pasado, a buscarle solución a los niveles de inseguridad que vive nuestro país, al latifundismo endógeno, y declararle con mucho más fuerza la guerra a muerte a la corrupción. Criticaba a esos funcionarios que de la noche a la mañana se compraban tremenda casa, carros, y otros.
Su Gabinete Ministerial pareciera que fue victima de un terremoto, pero no ha pasado lo peor, se avizoran nuevas sacudidas, que permitan enrumbar a esta revolución.
Criticó que se siguen matando a los campesinos y nuestros cuerpos de seguridad no hacen nada por detener a los responsables. Y pidió mano dura contra los latifundistas. Dijo que si hace falta su apoyo, el se apersonará a los sitios.
Como que llegó la hora de decir basta de pasividad, lentitud, y saboteo. Hablamos de que estamos en una revolución, y las revoluciones implican transformaciones profundas.
El Presidente está dispuesto a asumir el compromiso de profundizar la revolución, pero hay muchos a los alrededores, que tienen otras ideas. El Pueblo organizado debe respaldar con fuerza el impulso que le está dando el Líder a este proceso, ya que no todos los que están detrás de la carreta, están empujando.