Sanoja Hernández fue profesor de la UCV, y cuando ser comunista tenía algún prestigio entre los intelectuales de la década de los sesenta, él se hizo ñángara. Pero nunca tuvo coraje para irse a las guerrillas y se quedó como eterno empleado al servicio de los Oteros en “El Nacional”. Cada vez que Miguel Otero Silva cumple un año más de muerto, sale Jesús jalando, (gritando y) guindado como Tarzan desde su bejuco de papeles viejos. Cuando Argenis Rodríguez escribió la terrible novela “Entre las breñas”, Sanoja le atacó con saña, y se preguntaba: “¿Y los que aún aguantan?”. Argenis entonces le replicó que no era honesta esa posición porque él, Jesús, jamás había tenido el valor de irse al monte, y porque con su pose contribuía a que más jóvenes fueran asesinados en las montañas. Argenis sostuvo que los intelectuales como Sanoja Hernández llamaban a la guerra sin exponer un pelo. Cuando llegó al poder Hugo Chávez, el ex comunista Sanoja Hernández tuvo toda la oportunidad para mostrar sus cualidades morales de antiimperialista, de revolucionario de izquierdista, de luchador contra las mafias capitalistas de los empresarios y sindicalistas venezolanos, contra la dictadura económica de las transnacionales. Pero no, llegó a decir que Chávez usaba un “verbo plebeyo”[1]. No nos jodan, un tío que se decía comunista, decir cosas como esas. Lo que se ve es que Sanoja Hernández siempre fue un hombre débil, y por ello siguió servil a la criminal línea de El Nacional que odia al lumpen, a los pobres, plegado vil y cobardemente al grupo Cisneros, a la CIA, a los que eternamente han expoliado y desangrado a este país.
Lo triste de este señor fue, que con tanta información que llegó a manejar, jamás llegó a escribir algo que valiera la pena. Sus trabajos son penosamente aburridos y escurridizos. Pareciera que hace verdaderos milagros para evitar decir lo que realmente importa.
Del diario de Argenis, 23 de mayo de 1972 encontramos lo siguiente: “Hoy regresó Betancourt al país, pero Sanoja, que es comunista, a quien atacó fue a Pérez Jiménez. Y Pérez Jiménez no atacó a los comunistas como lo hizo Betancourt. Yo creo que los comunistas obedecen líneas de extrema derecha. Se ocupan de desviar la atención y de atacar a los que no debieran. Aquí huele a traición. Pérez Jiménez ha sido más nacionalista que los gobiernos constitucionales. Sanoja también en otro artículo dijo que tenía miedo de que Betancourt volviera. Supongo que si aquí hubiera un golpe de estado los comunistas, tal y como van, no jugarían ningún papel puesto que pensarían que más bien pierden”.
En otro apartado del libro “Escrito con Odio”, dice Argenis Rodríguez: “La cosa fue que empezaron a atacarme cuando me fui a París. A París me llegaban recortes de prensa. En uno venía la foto de Ramón Bravo y un titular, arriba, a cuatro columnas: EVIDENTEMENTE PARA MUCHOS Argenis RODRÍGUEZ ES UN TRAIDOR. Se había desatado la guerra contra mí. Querían lanzarme al despeñadero. Querían que yo me matara como se mató Paúl Nizan... La entrevista al tal Bravo la firmaba alguien que no recuerdo, pero un amigo me escribió diciéndome que era Caupolicán Ovalles... Después me mandaron otro recorte. Este no traía ninguna firma y era de la revista En Letra Roja que dirigía Jesús Sanoja Hernández y Adriano González León. ¡Coño, Adriano, un hombre que se decía creador! Creían que yo les iba a coger miedo y me iba a quedar en Europa con una beca o con un carguito en una Embajada. Decidí el regreso. Y la misma noche que me bajé del avión, después de dejar las maletas en casa, me fui a buscar a aquellos tipos. No vi a nadie. Ese otro día fui a las oficinas de En Letra Roja. Allí me vieron con unos ojos más abiertos que el carajo y Adriano dijo:
- ¡Coño, Argenis!
Yo no soy hombre que atente contra un escritor, pero no saludé a Adriano. Me vengaría a su debido tiempo. Por su parte Sanoja me dijo en la Biblioteca Nacional que el de la nota sin firmar había sido Teodoro Petkoff”.
Del mismos Diario de Argenis Rodríguez, del 21 de julio de 1969, encontramos esto: “Mientras yo y los otros guerrilleros peleábamos, los intelectuales comunistas, con Sanoja a la cabeza, se la pasaban con Juan Liscano, el principal enemigo de las guerrillas, tomando whisky y hablando de literatura. Es mentira que al poeta Muñoz le hubiera dado una patulequera el día que tenía que irse a las guerrilleras, fue que le dio miedo o se comprometió con Liscano a no irse.
Y de los demás intelectuales cuál se fue, excepto Toribio García que murió en las montañas, ninguno - O sí, si se fueron, se fueron con Consalvi para el Inciba o (la editorial) Monte Ávila”.
Y arremete nuevamente Argenis en su libro “Escrito con Odio”: “Sanoja Hernández dijo que aun había quien aguantaba en las guerrillas. ¿Y por qué no se fue él aguantar en las montañas? No, en las montañas aguantaban los engañados y los valientes. Eso era verdad. Yo ya no era un engañado, pero había estado arriba cumpliendo con mi palabra. Juan Vicente Cabezas seguía arriba y estaba probando su audacia y su valentía. Arriba seguía mucha gente, eso era verdad, pero esa gente estaba abandonada, sin abastecimientos, sin recursos, sin ayudas. En cambio abajo estaban los “intelectuales” y los dándose la buena vida en los bares de Sabana Grande o en unos apartamentos de Bello Monte practicando el ballet-rosado, desnudándose y exclamando: -Nosotros creemos en el amor libre”[2].