Hay un viejo aforismo que señala que la primera víctima de la guerra es la verdad. Por supuesto, en un plano filosófico, sostenemos que hay varios tipos de verdad: vitales, científicas, morales, religiosas. No hay verdades absolutas, sino relativas a los métodos que se emplean para producirlas, al lenguaje empleado, a los consensos asumidos, etc. Incluso estamos de acuerdo con aquel aserto de Nietzsche de que "la verdad es una especie de mentira necesaria para ciertas formas de vida". Esto último porque nuestro cerebro nos miente siempre, desde el momento en que interpreta las ondas electromagnéticas y nos hace ver los colores, por ejemplo. Pero también porque hay verdades que no pueden ser aceptadas, a riesgo de cambiar nuestras creencias más profundas y nuestra manera de ver la vida. Por eso, siempre las verdades duelen, y no todo el mundo está dispuesto a sufrir, hasta la muerte, por una verdad…
Pero dejando atrás ese plano filosófico, general, hay que señalar que hoy en Venezuela, es difícil establecer las verdades porque los extremos políticos han asumido que estamos en una guerra.
Para la oposición, esa que tiene como única propuesta política derrocar al gobierno, y castigar a sus máximos representantes, por supuesto que estamos en una guerra, una subversión, para ser más precisos. Ese extremismo ha ganado la dirección política de una oposición cuya base de masas se mueve sobre la base del más claro utilitarismo político: estoy con el gobierno que me dé, que me satisfaga mis necesidades, que me permita "vivir bien", o sea, acceder a comida, vivienda, medicinas y demás productos de consumo. El mismo utilitarismo político que, en su día, benefició a un chavecismo, cuya casi única línea general de gobierno era el reparto de lo que permitía una cuantiosa renta petrolera.
Claro, a partir del crecimiento y la intensificación de ese malestar por la inflación, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, el empeoramiento de los servicios, la imposibilidad de viajar, la inseguridad, etc., hoy la base de la oposición se permite las expresiones más extremas, expresiones de la frustración y la rabia más simples. Basta ver el envilecimiento de los mensajes en las redes sociales. Insisto en que la culpa de ese envilecimiento, que incluye el asesinato de la verdad, no es de la tecnología. Esta lo único que hace es darle más volumen y color a la estupidez, a la brutalidad, a la ira y el miedo exacerbados sistemáticamente por la propaganda.
Porque el asesinato de la verdad se debe a la propaganda. Y aquí hay que darle un reconocimiento al Dr. Joseph Goebbels, el más culto, leal y capaz de los jerarcas nazis. Sus principios de la propaganda política son hoy utilizados por todos. Así como todos los políticos profesionales usan a Maquiavelo y niegan ser maquiavélicos, hoy todos son goebbelsianos, aunque acusen al contrario de serlo. Eso de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, es un principio goebbelsiano. Eso de la polarización extrema, que concentra todo el Mal esencializado, el vicio, la corrupción, las degeneraciones morales, en el contrario, y toda la esencia del Bien en los propios, es goebbelsiano. Eso de impresionar con sangre y lágrimas, de exaltar las emociones más básicas, también. Un artículo no basta para explicar y elogiar el aporte de Joseph Goebbels por sus contribuciones a la propaganda y al conocimiento de los mecanismos de manipulación de la gente, empleados hoy universalmente. Lo digo irónicamente, porque digo una verdad.
El gobierno Partido-estado-Fuerzas Armadas hace propaganda también, y escenifican y dicen un discurso de guerra. Desde el momento en que se perdieron las elecciones parlamentarias, evidenciándose la pérdida de la mayoría, todas las acciones estuvieron enfocadas a evitar el derrocamiento urdido por la oposición. Esa es la única motivación de todo lo actuado y planeado. A esa urgencia, debemos todos los graves errores de política económica, los avances y retrocesos, el desastre de los billetes de cien, los atropellos de la OLP, etc. Con rapidez inusitada, con vicios obvios, nombraron los magistrados del TSJ para después mantener jaqueado el Parlamento. Hay que reconocer que el Partido-Gobierno-FFAA se movió con mucha mayor inteligencia táctica que la dirección de la oposición, más ocupada en una competencia interna por el discurso más iracundo y violento contra el gobierno, que en pensar una estrategia para ofrecerle al país un proyecto alternativo.
Así, se han dado todas las condiciones para el asesinato de la verdad: destrucción de todos los consensos mínimos, dobles discursos, inhabilitación de todos los procedimientos de verificación de las afirmaciones y acusaciones, apelación a una lealtad (o mejor, una complicidad) de pandilla o de mafia, por encima de la lealtad a unas ideas. Ya no hay información; hay propaganda. Cualquier mensaje se carga con las más elementales emociones: el miedo y la ira. Se activan plenamente los prejuicios sembrados durante décadas (el anticomunismo, el racismo, el clasismo), se descalifican y erigen autoridades polarizadas, se castiga la opinión independiente o se la amenaza con el chantaje de la acusación de traición, Se crea un ambiente donde predomina la reacción inmediata y la adscripción automática a las opiniones de los más vociferantes.
Pero si apagamos un ratico el Wassap y vamos a hacer el mercado, hay una verdad que nos golpea. La verdad es dura, duele, pero es la verdad.