En la coyuntura electoral para la búsqueda de los 10 millones de conciencias
tenemos que conocer a los contrarrevolucionarios. Quienes se ubican en la
oposición al Proceso Bolivariano son, por racionalidad política y
existencial, contrarrevolucionarios. Pero, aún así, tenemos que
caracterizarlos, definirlos bien, para diferenciar su acción contraria a la
revolución. Los que organizan la campaña en contra de Hugo Chávez son
contrarrevolucionarios. Aunque, sinceremos la situación, muchos de ellos ya
han tomado posiciones de mando dentro de las estructuras del Estado. Eso es
peligroso para la reelección del Presidente y crítico para el avance el
Proceso. Por eso es que tenemos que asumir posturas políticas muy claras,
ponderadas, densas, contundentes, a fin de neutralizar a quienes se enrolan
en el saboteo del avance sostenido y sustentable de la revolución
venezolana. Hoy, más que nunca, debemos cuidar, proteger, salvaguardar
nuestro Proceso.
Para buscar los 10 millones de votos y captar lo máximo que cada uno de
nosotros pueda lograr, respondamos estas preguntas: ¿Cómo identificamos a
los contrarrevolucionarios? ¿Cómo los diferenciamos de los auténticos
revolucionarios? Digo yo, muy fácil. Antes que nada comprobemos las raíces
políticas de ese elemento. Cuál ha sido su pasado más reciente. Si viene de
la IV República y se pasó al chavismo, y ahora pregona el amor a la
Revolución cuando antes condenaba el 4F, tendremos que someterlo al exámen
del espíritu revolucionario. Pero también hay que examinar a quienes,
mimetizados, se autoproclaman revolucionarios de siempre. En ambos casos,
hay que evaluar su gestión partiendo de los rasgos que caracterizan a la
contrarrevolución para saber si realmente su sangre es revolucionaria.
La contrarrevolución es la gestión archienemiga de la revolución. Son polos
opuestos, antagónicos, contrarios. Se repelen. El método de la
contra-revolución se sustenta en la acción cupular, sostenedora de la
estructura establecida por la democracia representativa. El agente de la
contra-revolución no se detiene a aplicar los mandatos constitucionales para
transferirle el poder al pueblo. Por el contrario, y como una justificación
a su manipulado apego a las normas que busca implantar la V República,
ejecuta arreglos débiles a la legislación reformista para que no cambie
nada. Su objetivo es usufructuar el poder y así acaparar beneficios para sí
mismo y para los suyos, dejando solo migajas, lo residual, lo
insignificante, para el colectivo.
El agente contrarrevolucionario es portador de la cultura neoliberal
capitalista. Consciente o inconscientemente asume la racionalidad del
capital, basado en leyes de la acumulación y el beneficio, como la base de
su gestión. Se acopla a la cultura social que engendran esas leyes, las
cuales no buscan cambiar la estructura sino mantenerla. Por eso la acción de
mando es solo reforma, reparos inocuos, sin cambio estructural. Por lo
tanto, la acción reformista que emprende es generadora de alienación. Busca
mantener la estructura heredada del puntofijismo, contribuyendo a que el
colectivo pierda su conciencia crítica. Que no sepa que el poder es del
pueblo, porque se vería obligado a entregarle el mando. Contrariamente a la
leyes revolucionarias, el contrarrevolucionario engendra el clientelismo
para que el pueblo no se ilustre, no cultive su capacidad de análisis
creativo, sino que mantenga su nivel de pasividad y tolerancia. Que se
conforme con los bienes materiales que se le dan, por la vía del
clientelismo, para satisfacer sus necesidades mínimas pero nunca capacitarlo
para que asuma la dirección de la sociedad. Para que dirija la República.
Para el agente contrarrevolucionario, el pueblo no es un fin sino un medio.
Su objetivo es satisfacer sus propias expectativas de poder y alcanzar
riquezas individuales, haciendo uso de ese pueblo. No es su meta crear
nuevas leyes que eliminen el clientelismo, ni fomenten la transferencia del
poder al pueblo, ni que el gobierno sea instrumento de ese pueblo. El
contrarrevolucionario es reformista. No rinde cuentas. No apoya el libre
ejercicio de los Consejos Comunales ni que la comunidad ejerza la
Contraloría Social, ni mucho menos sustentar la toma de decisiones bajo el
método de las asambleas de ciudadanos. El contrarrevolucionario no entiende
que ya es hora de que los partidos políticos cambien su estructura y bajen a
las asambleas populares para escoger a sus autoridades. El
contra-revolucionario no quiere trabajar por el cambio del Estado. No quiere
que el pueblo sea quien tenga el poder. El contrarrevolucionario es un
oportunista. Defiende al Presidente por conveniencia. No sigue la prédica
de Hugo Chávez de fomentar el poder popular, ni atender a los excluidos y
desposeídos. Por todo esto, después de reflexionar al respecto y sacar sus
propias conclusiones, el pueblo tiene ahora que saber quienes son los
contrarrevolucionarios. Tenerlos en la mira para que el Comando de Campaña
Miranda en esta coyuntura y las organizaciones de base después, no se dejen
meter gato por liebre. izarraw@cantv.net
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