Movilización, talento estratégico y unidad o se pierde la Revolución

La Revolución Bolivariana se enfrenta a un enemigo formidable. Un enemigo con amplia experiencia, claridad teórica y objetivos bien definidos. Tanto el imperio como sus lacayos de la oligarquía criolla han ido aprendiendo de sus derrotas. La revolución ha sido incapaz de asestar los golpes certeros que habrían debilitado severamente el poderío oligarca. Las instituciones del Estado, profundamente penetradas por el enemigo de clase, ha sabido aprovechar las contradicciones internas de las fuerzas revolucionarias para eludir el castigo merecido luego de cada derrota.

Pocas veces podrían encontrarse conjugados mayor suma de errores del enemigo sin que estos hayan sido aprovechados en la batalla. Ahí están los responsables del golpe de estado de abril de 2002 paseando su impunidad sin que uno sólo de ellos haya sido castigado. De la actuación de medios de comunicación, empresarios, militares, políticos, sindicalistas, religiosos, etc., hay una montaña de pruebas gráficas. Ninguna ha servido para que el Estado haga pagar a los conspiradores su delito. Olvidando las lecciones de la historia la conspiración fue premiada con un oscuro perdón. Al perdón le siguió otra conspiración, y luego otra, y otra, y otras… no bien se apercibieron de la manguangua volvieron por sus fueros con renovadas fuerzas. Agosto caliente, septiembre negro, octubre rojo, hasta desembocar en la más costosa conspiración de la historia de cualquier país: el sabotaje petrolero. Nuevamente el coraje del pueblo derrotó las conspiraciones. Nuevamente las instituciones del Estado fueron incapaces de pasar la debida y legítima factura.

El único y emblemático preso por todos estos episodios era Carlos Ortega y se fugó. ¡El colmo de las desgracias! El rosario de nuevas conspiraciones es interminable. Ahora mismo la revolución enfrenta el más formidable desafío. Una conspiración bien pensada, aumentada y mejorada está en pleno desarrollo. Insisto, el enemigo ha aprendido de sus derrotas. Plantea la conspiración en un escenario político-electoral, pero sabe perfectamente que no será en lo electoral donde se producirá el desenlace. Los mismos actores: medios, empresarios, algún sector militar –la fuga de Ortega y la siembra de paramilitares es una prueba-, políticos, viejos sindicaleros, religiosos, etc., están armando una trampa mortal a la revolución y pueblo venezolano.

De todos los episodios anteriores la contrarrevolución aprendió una lección importantísima para sus fines: a los revolucionarios no les es suficiente derrotarlos, hay que extirparlos. El escenario de violencia que preparan para los días antes de las elecciones o inmediatamente posteriores a estas tiene esa lección bien aprendida. El binomio pueblo-fuerza armada que los derrotó en abril o diciembre de 2002 no contará con los "descuidos" en los cuales incurrieron para derrotar la conspiración. En esta oportunidad la maquinaria de terror actuará con eficiencia macabra.

Los sectores revolucionarios presentan una peligrosa debilidad para hacer frente a esta amenaza real. Por un lado está un importante sector que aspira a una revolución que no afecte las relaciones de producción capitalistas. Un sector reformista que ha aprendido a moverse en el ámbito de unas acciones revolucionarias preservando los esquemas básicos del capitalismo: cogestión, autogestión, cooperativismo, pequeña y mediana empresa, etc., etc. Un hacer revolucionario que no toca el nervio fundamental de la sociedad capitalista: la propiedad privada de los medios de producción.

De otro lado existe un sector pequeño-burgués, tremendista, cuyas acciones se encuadran en actos más bien escandalosos, impresionantes, pero inútiles porque no se dirigen a la quiebra del sistema capitalista sino más bien a la autocomplacencia revolucionaria. Una especie de narcisismo pantallero es su divisa. Sin el talento estratégico imprescindible para captar el sentido de la oportunidad y el ritmo de los tiempos, sus acciones son estériles en muchos casos y en algunos perniciosos. Se me ocurre pensar, por ejemplo, si en lugar de un eructo a la pantalla, Acosta Carles, hubiese expropiado la Coca-Cola y la Polar en aquellos días, si no habría sido un golpe verdaderamente revolucionario.

La revolución tiene un timonel. Hugo Chávez Frías, en virtud de su nexo afectivo con el pueblo y su probada capacidad para la conducción del proceso, es ese timonel. Todas las fuerzas de la revolución tienen que tensarse, armarse de moral y conciencia, para seguir el paso que marca el timonel. Hay que agudizar los sentidos para no entorpecer y debilitar la estrategia revolucionaria. La revolución bolivariana es integral y no puede moverse a distintos ritmos según le apetezca a un sector. El enemigo presenta un frente sólido y unificado. Un frente sinérgico y armónico. Basta ver sus movimientos. Vienen con todo y vienen con planes muy bien organizados y planificados. Vean ustedes la grotesca campaña de odio que están motando medios como Globovisión ante la mirada complaciente de CONATEL o la Fiscalía. La única forma de derrotarlos es responder con toda la solidez de un cuerpo revolucionario disciplinado, organizado, contundente, activado, movilizado. Estamos ante el desafío más formidable de nuestra historia.

¡Vacilar sería perdernos!

¡SON DIEZ!
MILLONES LOS QUE LES VAMOS A METER
¡SON DIEZ!


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Martín Guédez


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