Ganadores o perdedores, en el capitalismo todos somos menospreciados

Cuando escuchamos el término "economía de mercado", casi siempre lo asociamos al simple intercambio de bienes y servicios. Pero si reflexionamos un poco más, pronto nos damos cuenta de que se trata de una ideología que convirtió el consumo en consumismo, y que por lo tanto, nos dice que somos valiosos para los demás en la medida que gastamos más dinero.

De modo que, si gastamos, triunfamos, y si no gastamos, perdemos. Luego, si triunfamos, recibimos admiración y afecto, y si perdemos, simplemente no existimos. Esto quiere decir que tanto los ganadores como los perdedores en este modelo de sociedad que no acaba de morir, no valen por lo que aportan a la sociedad con sus capacidades particulares, sino por el dinero que gastan. Es por eso que tanto los perdedores y como los ganadores somos menospreciados.

Como podemos ver, la valoración social en la "economía de mercado" se mide en términos de guerra. Si triunfo, me valoran, si me valoran me siento bien. Pero resulta que los cerdos también se sienten bien. Por lo tanto, en la medida que me aprecian como un cerdo, me están menospreciando como un ser humano con potencialidades. Me niego a esta realidad. El no-reconocimiento es una forma de opresión. La satisfacción animal no puede compensar el descontento humano.

En el caso de los perdedores, el desprecio es más cruel. Al competir todos contra todos violando los acuerdos previos, es evidente que en el forcejeo unos ganan y otros pierden. Por un lado, si te defiendes, pero respetas a los demás y no te impones sobre ellos, no obtienes suficiente dinero. Luego, no gastas, y no te valoran. Y por otro lado, si respetas a los demás, y de paso no te defiendes, obtienes mucho menos dinero, en consecuencia, puedes morir de hambre o por enfermedad. De lo anterior se deduce que, el mercado no sólo regula la oferta y la demanda de productos, sino también la oferta y la demanda de los productores, que somos todos nosotros.

Es de esta forma que se menosprecia a las personas que no tienen la iniciativa de imponerse, e incluso, a aquellos que no se sienten a gusto trabajando en un estado permanente de defensa propia.

En este estado permanente de guerra fría competitiva, se hace casi imposible desarrollar las potencialidades humanas. Se inhibe el espíritu creativo. Las cualidades innatas de cada cual quedan dormidas y ocultas. Los instintos sobresalen. El poder salvaje se convierte en valor supremo. Se establece así una escala de valores que nace de nuestros instintos animales, en lugar de nuestras cualidades y virtudes.

Ya basta. Apuremos el paso. Desde el menosprecio tenemos que luchar por nuevas formas de reconocimiento social. Nos mueven necesidades elementales y necesidades sociales. Como seres humanos sociales requerimos de una valoración social que nos fortalezca el autoestima. Pero eso sí, dentro de una escala humana de valores, de manera que nos sintamos distinto a como se sienten los animales.

Una escala de valores que enaltezca la buena voluntad y la contribución que cada cual haga por el bienestar social. Una sociedad donde los demás reconozcan el aporte de cada cual, producto de nuestras cualidades particulares. Porque el verdadero prestigio y la verdadera autoestima van de la mano con la autorrealización personal y no con el poder económico. Es un sentirse seguro de poder hacer cosas o de tener capacidades que son reconocidas por los demás miembros de la sociedad como valiosas.

A esta forma de reconocimiento también se le puede llamar solidaridad, entendida como la participación activa y recíproca en la autorrealización del otro. No podemos ser felices en una batalla en la que hay más perdedores que ganadores, y en la que caen familiares cercanos, amigos y colegas.

El filósofo alemán Karl Marx, en Manuscritos Económicos y Filosóficos, escritos en 1844, habla del bienestar de los seres humanos, en términos de goce. Marx dice que así como la sociedad misma es la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por éste. Por consiguiente, la actividad y el goce son también sociales. Actividad social y goce social. O sea, en tanto que el hombre es social y actúa socialmente para beneficiarse los unos a los otros, también disfruta socialmente.

El Ché también lo entendió. Él planteaba la no-emulación, la no-competencia, sino manejar todo el conjunto de la economía de manera planificada, no compitiendo entre sí. Los premios deben ser morales y no materiales. Decía que no había nada más alto que lograr el reconocimiento de los compañeros y compañeras por haber cumplido con el deber social de ayudar a los demás.

Pues bien. Razones hay bastantes. Tenemos suficientes motivos para seguir adelante. Es obvio que no podemos conformarnos con el consumismo. No somos cerdos. Tampoco somos objetos. No podemos aceptar de manera indiferente el statu quo, el cual incansablemente refuerzan los medios. No son los que hacen televisión comercial, ni son nuestros patronos los que pueden ayudarnos a crecer. Ellos muy poco entienden de dignidad.

En fin, compatriotas, la lucha es también por nuevas formas de reconocimiento social.



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Fernando Saldivia Najul

Lector de la realidad social y defensor de la sociedad sin clases y sin fronteras.

 fernandosaldivia@gmail.com

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