Las revoluciones proletarias europeas de 1848 preludian el advenimiento de la Clase Obrera, en tanto que sujeto social histórico en el escenario internacional. Hecho trascendente que recogiera el Manifiesto Comunista, anunciándonos una nueva civilización producto de ese devenir histórico. En este marco se inscribe la Revolución Rusa de 1917.
En el contexto de la 1ra Guerra Mundial, una de las guerras más destructivas y miserables que atentó contra pueblos y el género humano, se produce un hecho revolucionario sin precedentes; por un lado, los Bolcheviques toman el poder; por el otro, la Clase Obrera afianza su protagonismo histórico. Marx, bajo su concepción materialista de la historia, había señalado que «la revolución francesa, revolución de la burguesía, había desplazado a la nobleza; la revolución proletaria desplazaría a la burguesa, generando una nueva civilización». Como una premonición, parte de la sentencia de Marx venía a cumplirse. A partir de 1917 el mundo ya no sería igual; las sociedades y la historia serán vistas desde la óptica del Movimiento Obrero. La Clase Obrera, en tanto que sujeto histórico, será reconocida como el eje de las luchas en torno a la justicia y la construcción de una sociedad de iguales.
El tiempo que media entre las revoluciones proletarias de 1848 y la revolución rusa de 1917, son 69 años. Durante este período el capital, en tanto que sistema, se desarrolla y transforma, cambia de fisonomía. Ya no será conquista abierta y sanguinaria (de no ser necesaria) la colonización de los pueblos; será "dominio sutil", dominio tecnológico, autonegación del hombre y libre comercio; en una palabra, ya no será colonialismo ramplón, del viejo modelo; ahora será Imperialista la modalidad creada para adueñarse del mundo.
Con el desarrollo de la revolución industrial, el capitalismo requiere y exige expandirse. Dos fenómenos propios de su desarrollo se van a manifestar; por un lado, la necesidad de crecimiento, apropiación de materias primas, mercados, y el control de países periféricos a los centros imperiales de poder; por el otro, el crecimiento de la Clase Obrera y con ella el surgimiento del Movimiento Obrero, que representa la contradicción de todo el sistema; es decir, su contrario, su oponente, el sujeto histórico llamado a derribarlo.
El Movimiento Obrero no tomo el poder en Europa; sin embargo, las reivindicaciones por las cuales lucho configuraron la estructura social y de bienestar de la ciudadanía europea moderna. Es el fruto de la histórica lucha contra el capitalismo salvaje; de allí surge una cultura, un pensamiento proletario que cruzó toda la sociedad europea y más allá.
Para el caso de América Latina, el proceso fue radicalmente distinto. Mientras que en Europa la transformación del colonialismo en imperialismo exigía la disolución del modelo estado-nación a fin de crear condiciones para la expansión del capital; en Sudamérica se estaba en pleno proceso de formación de las nuevas republicas. Era el período de formación y desarrollo de las oligarquías Sudamericanas que se habían apropiado de los frutos de la gesta independentista. Es el período de formación de nuevas relaciones de poder y confrontación social entre los nuevos amos representados en los criollos americanos, por un lado; y por el otro, los sectores indios, negros, campesinos y un naciente proletariado que vendría a formar la base social de esas nuevas repúblicas.
América emerge en el siglo XIX con identidad y palabra propia. Gestación de la América pos-independentista; la que José Martí llamaría "Nuestra América", la que constituye el hecho americano actual. Dos rasgos de ese proceso son: uno, la nueva realidad histórica que surge con la negritud sudamericana; y dos, las expresiones indigenistas que conformaran movimientos políticos-sociales. Dos procesos que forman parte del desarrollo de la identidad y el pensamiento americano; procesos que comienzan a expresarse con significativa fuerza, durante la primera mitad del siglo XX, procesos en plena gestación y desarrollo que serán cubiertos, influidos, por el fenómeno proletario surgido en 1917 con la revolución de los obreros en la Rusia Zarista.
América entra al siglo XX con un proceso desigual entre los países que la conforman. El viejo sueño de los libertadores de una patria grande americana, había quedado atrás. Ahora éramos una suma de países débiles frente al imperialismo con una clase gobernante, oligarca, que se vendía al mejor postor imperial. Entramos al siglo XX con lo que se había sido gestado en el XIX; es decir, con nuestra identidad americana que se manifestaba a través de la negritud y el indigenismo y cuyas expresiones se recogían en el ensayo y la literatura. Tales expresiones fueron barridas por la nueva burguesía que se instala en el poder tras la gesta independentista. Poder que fuera justificado a través del desarrollismo, el pragmatismo y el positivismo, como expresiones ideologías, como formas predominantes del pensamiento de la época, bajo el cual nuestros pueblos crecerían y hallarían la felicidad, tras seguir las huellas de los norteamericanos.
Otras visiones del mundo, tales como la socialista y el marxismo eran muy reducidas; más aun, con una población analfabeta sometida a explotación extrema por parte de hacendados, dueños de minas, etc. que se erigieron en dueños de los países. Sin embargo, la revolución campesina-indígena, que estallara en 1910 en México, haría expresar, tal y como las rebeliones de los negros en el siglo XIX, la más sorprendente manifestación del indigenismo en el escenario social histórico sudamericano.
También será el inicio del siglo XX, donde escritores nuestros buscaran (continuando sus predecesores) interpretar nuestra realidad desde el ángulo de nuestra especificidad americana; así como el lugar que ocupa el negro y lo indígena, principalmente en países donde lo indígena representaba una realidad central: Perú, México Bolivia... Con la revolución de octubre el ideal proletario y el marxismo se despliegan por el mundo y específicamente en nuestro continente. Intelectuales nuestros buscan explicar la realidad, construir una interpretación de "Nuestra América", desde la óptica del marxismo. Mariátegui en el Perú será uno de los principales intelectuales que con su "7 ensayos sobre la realidad peruana" pondría la interpretación de la realidad de "Nuestra América" sobre otros derroteros.
Son varios los escritores que encontramos en esta misma dirección, que miran con respeto a Mariátegui, que siguen las pautas del marxismo. Para nombrar sólo algunos filósofos y ensayistas, a modo de ejemplo, dejando de lado la amplia gama de literatos y ensayistas del continente: El peruano Hildelbrando Castro Poso (1890-1945) que escribiera "Nuestra comunidad indígena" 1924. Y "Del ayllu al cooperativismo" 1936. En Bolivia Arturo Urclique que escribiera "Comunidad Indígena" 1951. Alejandro Bellapendo con "La cuestión del indio". Gustavo Adolfo Navarro. "La justicia del inca" 1934.
Estos procesos no son más que la continuidad de construcción de la identidad americana iniciada en el siglo XIX; dicho de otra manera, es la construcción de nuestro espacio vital, social; es la forma como erigimos nuestra sociedad americana. Procesos que se extenderán en todas nuestras expresiones del arte, la cultura, la política, la filosofía... y que en este contexto estarán marcados, influidos por el marxismo y el contenido proletario de la revolución de Octubre de 1917.
Proceso que tuvieron su expresión y búsqueda en la primera mitad del siglo XX hasta que la 2da Guerra Mundial configurara un nuevo marco y un nuevo escenario de la conformación del Ser Americano.