Todas las referencias de este tema por extenso estarán dirigidas al caso venezolano, país este con marcada presencia político presidencialista.
Primero dieron cuenta de esta aberración, suerte de reinado o imperio de medieval factura, los herederos gratuitos de Simón Bolívar, en personas como el ex Presidente José A. Páez, pionero en estas prácticas presidencialistas y persona que tuvo el tupé de postularse tres veces. Asume y reasume la Presidencia de un país sacudido de los realistas gracias a la dirección, patrimonio y empeño del *de cuyo*, al cual supieron silenciar durante varias décadas, a pesar de haber sido el gran financista y costeador de toda la carga burocrática que beligerantemente contrató para esos menesteres independentistas.
En un principio, al finado y confinado Bolívar no le agradecieron nada hasta que llegaron los artesanos de la historiografía, panegíricos postféstum, de esos que ahora se ocupan de los llamados *desclasificados de Washington*, unos documentos que perdieron toda fuerza jurídica e inadecuados son para la sustanciación en los autos de ningún juicio, pero que son muy útiles para la literatura distractora y la conversa política y parlanchina que tanto tiraje y tiempo insumen en foros de Internet y en medios televisivos, radiales y escritos.
El caso es que a quien funja de Presidente en este país resonantemente le son acreditados todos los méritos de todos los actos necesariamente realizados por el megaequipo de la Administración Pública, algo muy parecido a la monopolización que de la fanaticada suelen hacer los pitcheres y jonroneros, dejando a un lado el grueso resto de las novenas beisboleras.
Es así cómo el cobro de mora salarial que logre cobrar, por ejemplo, el empleado universitario, este debe agradecérselo al Presidente o Ministro de turno; la colocación de nuestro petróleo a los precios impuestos por la dinámica del mercado internacional supone créditos a favor de ese mandatario, y en sus manos queda compartirlos mezquina o generosamente con algún íntimo suyo cuando este notoriamente haya sido pieza clave en el manejo y gerencia de los ingresos correspondientes.
La dotación de centros educacionales, hospitalarios, policiales, militares, culturales, nacionales e internacionales, sólo se reciben a través del previo reconocimiento expreso del gobernante involucrado ora Alcalde, ora Gobernador o Presidente de la república, porque el *presidencialismo* deja una huella simétricamente extensiva a todas las instancias donde halla un *jefe*, manque este cochocos tenga.
El presidencialismo es una vieja y engolosinadora práctica política que da rienda suelta al infatuamiento humano, cuando se trata de elogios, aplausos y votos, porque cuando aparecen los desaciertos, los yerros, las omisiones, las mentiras, la corrupción, el entreguismo, la burla constitucional, el incumplimiento del programa de gobierno, entonces, ese mismo gobernante que aparece en todas las bronceadas placas que engalanan los edificios públicos, guarda mutis, y el mismo pueblo que le reconoce como autor exclusivo de todo lo bueno que haya podido realizar y lograr la burocracia de marras, entonces sumisamente le sabe liberar de toda responsabilidad, y despiadadamente le endilga a dicha burocracia toda la parte mala que dicho gobernante acuse durante su mandato. Tal es la dialéctica del presidencialismo político venezolano.