Admiro a Luís Britto García desde que lo leí por primera vez, cuando yo era estudiante, y devoré en tardes sucesivas "Rajatabla" y "Abrapalabra", cadena de cuentos y novela que podían ser igual novela y cadena de cuentos, respectivamente. Me fascinó entonces su prosa ingeniosa (esta palabra viene de "genio", pero también de "ingenio", artificio, juego) y su gracia ácida, muy de los setenta, llena de evidentes lecturas de Marcuse, ciencia ficción, experimentos "lenguajeros", como diría Luís Barrera Linares. Su cuento "Ser", una biografía hecha con una lista de mercancías, todavía lo usé hace pocos años, para un ejercicio en un seminario taller de escritura que dirigí en la maestría de Literatura Venezolana en la U.C. En los noventa, por lo visto, se enemistó con el resto del jurado de un concurso de Maracay, que no quería darle el premio a mi libro de narraciones acerca de los encapuchados de aquella época. Entendí cómo articular la semiología y la política con sus dos libros sobre el populismo adeco: "El poder sin la máscara" y "La máscara del poder". Luego, ya en la época chavista, me lo conseguí en IDEA. Por eso, cuando supe de la convocatoria del PSUV de Naguanagua para un foro donde participaría el Maestro, acerca de la situación actual, no dudé en asistir a la Villa Olímpica de ese municipio de Carabobo, el pasado sábado 27 de enero.
Los conferencistas que le sirvieron de antesala al Maestro, de verdad no merecen un comentario aparte. Solo diré que el chamo que habló acerca del Petro se enredó con los antecedentes históricos del sistema monetario internacional y eso le impidió darse tiempo para explicar lo que se pone cada vez más enredado: la dichosa criptomoneda de Maduro. Fahdi Kalab, con su acostumbrada elocuencia y gentileza, corrigió varios pelones obvios de la exposición que le antecedió, y eso se le agradece. Pero entremos a reseñar la exposición de Luís Britto García, que no tuvo desperdicio, como de costumbre también.
Luís Britto García arrancó señalando un "cambio de época", pero muy diferente al que se refería el expresidente ecuatoriano Correa hace unos años, cuando la nueva izquierda latinoamericana vivía su apogeo. El del gran escritor venezolano aludía al creciente poderío de China en el capitalismo mundial. Para él, China, desde hace dos años, ya es el centro de un mundo que asiste, con las naturales aprensiones, a la decadencia evidente de los Estados Unidos como único hegemón del planeta. Para Britto, este "cambio de eje" de la época tiene elementos justicieros, desde el momento que le reconoce (y le admira) a China muchos "inventos" que siempre se han atribuido al Occidente (la imprenta, la pólvora, la cohetería, la lista puede crecer con el recorrido interoceánico y hasta la vuelta al mundo por vía marítima). De modo, que este "cambio de época" vendría a poner las cosas en su lugar en términos civilizatorios: China es el primero.
Como motivo principal de la nueva primacía china, Britto mostro, entre otras cosas, las implicaciones geopolítcas y económicas de la llamada "Vía de la Seda", un inmenso proyecto industrial-comercial, monetario y, tarde o temprano, político y militar, donde se involucran varios países asiáticos, pero con ramificaciones en el Caribe que se convertiría, según Britto (en adelante LBG), en "Mare Nostrum" chino, con la construcción del canal a través de Nicaragua y una inmensa infraestructura portuaria en Cuba. Por supuesto, ahí entramos nosotros, con todo y "nuestras" reservas de petróleo y minerales, otra vez, en rol de periferia, claro, y suministrador de materias primas, por supuesto. LBG no se refirió a las billonarias inversiones y préstamos que tiene China en América Latina y en Venezuela en particular. Pero ese dato sólo agregaría más sal a la idea principal ya dicha: China manda, USA cae ¿Albricias?
En este punto, LBG dio nuevas evidencias de su ingenio. Planteó su tesis acerca de una constante histórica: las revoluciones tienen chance cuando se enfrentan entre sí los grandes imperios, cuando aprovechan las pugnas interimperialistas, dicho en buen leninismo: así pasó con la independencia de Nuestra América, cuando Francia invadió España; o cuando Lenin dirigió una revolución frente a un zarismo debilitado por la pugna interimperialista de la Guerra Mundial; o cuando China aprovechó el pleito con Japón durante la Segunda Guerra. Esa "constante histórica" supone una premisa que LBG no dijo, quizás porque sonaría demasiado incongruente con su elogio inicial a la China: el gigante asiático es otro imperialismo más, en pugna con el otro que defiende su primacía. Digamos que decir eso, desde un punto de vista gobiernero, no es "políticamente correcto".
Sé que soy injusto en este apretado resumen. Pero ni modo. Espacio obliga. Los otros puntos que apenas rozó LBG tampoco tienen desperdicio. El gran intelectual ("orgánico" como dicen algunos compañeros para que digan que han leído a Gramsci) dijo, de pasada, que el gobierno se había quedado corto en su respuesta a la supuesta "guerra económica". Apreció que el CLAP era sólo una solución muy parcial al desabastecimiento y la (hiper)inflación. Aunque no disponía de datos (o porque se los negaron, como le niegan al BCV difundir datos; o porque no los tienen, porque, como siempre, predomina el desorden criollo que impide tener datos fiables), en razón de que estaban en las "salas situacionales" (¡pobre Matus!), LBG estimaba que el CLAP beneficiaba a muy pocas familias.
Lo que sí cuestionó LBG con fuerza fue la incongruencia de un gobierno que se dice "revolucionario", le ha seguido dando dólares preferenciales a una burguesía importadora que monopoliza la distribución. También atacó la corrupción implicada en el flujo inmenso e indetenible del contrabando de gasolina y productos subsidiados a los países fronterizos. Como corrupción, colusión de grandes empresarios parásitos y altos funcionarios públicos, en el crecimiento del mercado paralelo de las divisas.
Pero la crítica de LBG fue particularmente áspera (o, como dicen, contundente), cuando se refirió a la Ley de Protección de las Inversiones Extranjeras, la "Ley Terminator", incomprensible para él (y para nosotros, ya no tanto) que haya sido aprobada por la ANC y ejecutada a partir del día de los Inocentes. Exenciones tributarias, garantías para extraer las ganancias, facilidades en las diligencias para el capital transnacional, etc., y sobre todo la jurisdicción de tribunales extranjeros en la resolución de los problemas legales, fueron aspectos de la nueva ley que, para LBG, el intelectual orgánico del "proceso", constituyen una violación de la Soberanía Nacional por parte de un gobierno que se dice antiimperialista, nacionalista, revolucionario.
Pero aquí vino un salto lógico en la exposición de LBG que nos pareció tan desconcertante como algunas de sus narraciones de ciencia ficción. Resulta que esa ley antinacional, contrarrevolucionaria, fue responsabilidad de unos "infiltrados" en la ANC. Y eso hay que pensarlo junto a la constatación de que varios procesos revolucionarios caen porque tiene enemigos infiltrados. Y LBG mencionó a Gorbachov y Yeltsin juntos, como si fueran la misma cosa, para horror del fallecido Ludovico Silva.
Y no paró allí el "abrapalabra" de LBG. Luego de hablarnos de un gobierno ineficaz, deficiente, corrupto, antinacional, entregado a los intereses transnacionales, llamó a respaldar a la cabeza y máximo representante de ese mismo gobierno, con un lema de campaña igualito al del MAS de los 70 y 80 (¿se acuerdan? "Sí podemos, somos MAS"). Y la razón de ese salto circense es que, del otro lado, nos esperan los dirigentes opositores que son todos unos Pinochets, que nos van a matar a todos si ganan, así sea en elecciones. Terror puro, pues.
No sé (o sí sé) por qué me vino a la cabeza una de esas mujeres golpeadas y maltratadas por sus maridos ultramachistas, que ante la pregunta de la doctora Nancy, en ¿Quién tiene la razón?, contestaba: es que si lo dejo, me quedo sola. Peor es nada.