A propósito del llamado hecho por nuestro compañero Presidente Nicolás Maduro a “revisar todo lo que haya que ser revisado y a renovar todo lo que tenga que ser renovado” para encontrar soluciones concretas que paulatinamente, aun en medio de la agresión extranjera que sufrimos, vayan restituyendo la normalidad de la vida cotidiana de la familia venezolana; y al debate político generado en torno a la convocatoria al IV Congreso del PSUV, considero pertinente reflexionar sobre las categorías que sirven de herramienta dentro de la vida de una organización o de un proyecto político para lograr el propósito de rectificación de errores y construcción de propuestas para superarlos.
En tal sentido, debemos claramente diferenciar las categorías. Por ejemplo, se ha vuelto común una frase que proviene de la Iglesia Católica “En una fortaleza sitiada toda disidencia es traición”, como argumento para diferir o en el peor de los casos para criminalizar la crítica revolucionaria. Necesario es aclarar que la disidencia, dentro de un partido político, se produce cuando alguien o un colectivo hace ruptura con el cuerpo de ideas y el programa común de ese proyecto político.
Por el contrario, la crítica y la autocrítica son inherentes a una organización revolucionaria, en tanto que estas permiten una evaluación, una revisión permanente del cumplimiento, o no, de su cuerpo de ideas, del programa y de las conductas y métodos de dirección, con el fin de detectar fallas y desviaciones a tiempo y corregirlas, en fin de lograr los objetivos comunes que se persiguen.
El Comandante Chávez, tenía plena conciencia de la importancia de dichas categorías, por eso en sus reflexiones del 20 de octubre de 2012, llamadas Golpe de Timón, expresaba: “No le tengamos miedo a la crítica, ni a la autocrítica. Eso nos alimenta, nos hace falta”.
Igual confusión ocurre con las categorías grupalismo y corrientes políticas. La primera es una desviación que consiste en hacer facción, fracción o tendencia para lograr, por la vía clientelar, la maniobra o la coacción, una posición de dominio al interior de una organización por encima del resto de los y las militantes.
Las corrientes políticas son, como su propio nombre lo indica, el torrente de ideas y opiniones que naturalmente se producen en cualquier forma de organización de los seres humanos. El debate sano entre corrientes de pensamiento, al interior de un partido político, permite la conexión con la realidad y la renovación permanente de su programa y de sus métodos de conducción.
Al respecto, para que se produzca un proceso de renovación y búsqueda de soluciones hay que reconocer e incluso promover el debate abierto de las ideas y las opiniones diversas.
El Chavismo necesita dar cuenta a sí mismo y a la sociedad de cuanto hemos logrado, o no, en base a los principios programáticos sobre los cuales Hugo Chávez nos convocó a conformar esta gran alianza patriótica, a saber: la Independencia nacional; la igualdad social; la lucha contra la corrupción y la construcción de nuestro propio modelo económico político, social, económico y cultural que posteriormente se conformó en su postulado del Socialismo Bolivariano del Siglo XXI.
De esa revisión crítica deben salir las orientaciones estratégicas que nos permitan construir las soluciones concretas, acordes al actual contexto, para recuperar y expandir la estabilidad y la prosperidad que alcanzamos en la primera década de este siglo, bajo nuestro modelo de soberanía nacional, inclusión social, participación política protagónica y democratización económica.
Para lograrlo, hoy más que nunca cobra vigencia la convicción de nuestro Comandante, expresada en el referido documento Golpe de Timón: “Una de las cosas nuevas en nuestro modelo es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros no a imponer sino a convencer”.
Por el camino de Chávez y no por otro, siempre triunfaremos.