Dice Alejo Carpentier que una novela empieza a ser gran novela cuando deja de parecerse a una novela; es decir: “cuando, nacida de una novelística, rebasa esa novelística, engendrando, con su dinámica propia, una novelística posible, nueva, disparada hacia nuevos ámbitos...” Y concluye esto diciendo que todas las grandes novelas de nuestra época comenzaron por hacer exclamar al lector: «¡Esto no es una novela!».
Habría que pensarlo con detenimiento, pero es posible que con la política se produzca algo similar. En algunos grupos de la política nacional encontraremos rasgos y prácticas comunes, los cuales son identificados como “los que hacen política”. Debe decirse, entonces que la derecha se haya ido beneficiando de los cambios con más agilidad que la izquierda. por lo que es realidad esto aparece mucho más exagerada en estos últimos tiempos.
Un volante de un grupo de origen de izquierda que es más o menos igual en 1984 que en 1996 o 1998 o 2001 o 2005. Cambian los contenidos, pero el formato y estilo son más o menos los mismos. Ocurre algo parecido con los periódicos, o los discursos, o las formas de organización, o las propuestas de articulación política. Hubo momentos en que se probaron prácticas no-tradicionales partiendo de un análisis de la situación concreta del lugar y la época y pasó lo mismo que con la “gran novela”. ¿Qué se dijo inicialmente en los círculos del activismo tradicional sobre la revolución cubana?: “¡eso no es una revolución!” O de las organizaciones armadas de los sesenta en venezuela: “¡así no se hace política!” Muchos habrán dicho de los vietnamitas que así no se hacía una guerra contra una potencia imperialista, que jamás puede una guerrilla derrotar a un potente ejército regular de invasión.
Lo emergente de un período histórico puede ser coyuntural o responder a elementos orgánicos e históricos. Es importante pensar que están emergiendo organizaciones de activistas sociales y políticos que se concentran en una búsqueda creativa por convertir en popular la cultura de la revolución, partiendo que lo hecho hasta el momento (llamase: político, económico y cultural) está dando resultados con el objetivo de desatar una nueva y radical subjetividad liberadora del corazón y la mente del pueblo que es su intención. Este emergente es la acumulación de fuerzas que debe desacumular las fuerzas de nuestros oponentes, enfrentándolos, y no buscando el debilitamiento de organizaciones hermanas. Es decir, comienza a aparecer un emergente que quiere disputar realmente el poder a las clases dominantes creando bases reales para la lucha contra el imperialismo.
Cuando la revolución cubana aún era un sueño en la cabeza de algunos pocos; cuando “José Antonio Echeverría discutía en la Federación de Estudiantes Universitarios de Cuba la necesidad de crear un brazo armado del movimiento estudiantil para combatir a la dictadura, cuando pequeños grupos se decidían a enfrentar las fuerzas antipopulares en toda la geografía cubana, y Fidel organizaba un grupo armado que se proponía asaltar un cuartel en la provincia de Oriente”, estaba surgiendo un emergente político en Cuba. Una concepción particular de la práctica y la teoría revolucionaria que poco a poco debe de ir tomando forma en nuestro proceso Bolivariano, sin pausa y con mucha irreverencia, es hacer que la política tradicional no se vaya articulando. Esto no tiene que surgir desde las alianzas por arriba, sino desde las iniciativas y los hechos políticos que la organización del pueblo vaya planeando e instalando para resistir y contrarrestar las políticas colonizadoras de hambre y sometimiento del imperio.
Fue un hecho político (el asalto al cuartel Moncada) el que generó el embrión de la fuerza política que luego sería reconocida por las masas como la vanguardia de la revolución cubana (el Movimiento 26 de julio). “No fue en Cuba un Partido revolucionario de los que se autodecretaban como la vanguardia el que se puso al frente de los hechos más significativos producidos por el pueblo. Hubo, en la pequeña isla del caribe, un gran hecho político que dio nacimiento a una organización política que finalmente dirigiría a las masas en la lucha por el poder. Ese hecho político -el asalto al Moncada- aún cuando no debe ser leído como una foto, sino como un punto destacado en un largo proceso de acumulación, fue una enseñanza invalorable para los revolucionarios cubanos, tal como lo fue la conceptualización magistral realizada por Fidel en el alegato conocido como “La historia me absolverá”, del Juicio al que fueron sometidos los que intentaron el asalto frustrado. Esta experiencia histórica rompió una lógica que aún hoy algunos siguen sosteniendo: la lógica de que a los grandes hechos políticos y sociales no los hacen los partidos autoproclamados de vanguardia, sino en realidad suele ser las organizaciones de vanguardia que el pueblo va construyendo desde el despertar que provoca los grandes hechos políticos (Desde la independencia, la lucha de zamora, la generación del 28, 23 de enero de 1958, lucha guerrillera de la década de 1960, 27 de Febrero de 1989, 4 de Febrero de 1992, 6 de Diciebre de 1998, 15 de Diciembre de 1999, leyes habilitantes 2001, huelga de la oligarquia y sus lacayos FEDECAMARA 10 de Diciembre de 2001, Golpe de estado 11 de Abril de 2002, sabotaje petrolero diciembre 2002 y Enero 2003, Guarimba Febrero y Marzo de 2004 hasta el referendo revocatorio 15 de Agosto 2004).
En ese momento una nueva cultura de la revolución tiene que hacerse carne en el pueblo y como nunca antes en la historia se ha hecho. Un proyecto en donde un inmenso conjunto de organizaciones populares se articulen enlazados en formando de red (CONCEJOS COMUNALES), que permita unidad en la acción desde los acuerdos mínimos y avance en la búsqueda de acuerdos cada vez más grandes (POLÍTICAS DE ESTADO REVOLUCIONARIO PARA LA TRANSFORMACIÓN). Cualquier proyecto revolucionario necesita que la fuerza de las ideas tomen cuerpo político, se materialicen, sea popular, de masas y conforme la clase que será la vanguardia de la revolución. “¿Es posible pensar que están dadas las condiciones para que este emergente que empieza a hablar un mismo lenguaje y pensar en una misma sintonía se convierta, articulado, en el embrión de una nueva identidad política en nuestro país? Un identidad autónoma, radicalizada, creativa, una identidad que sea fuerza, voluntad de lucha, organización, vocación de poder, unidad popular, expresión política, fuerza combatiente y, como resultado de este prolongado y complejo proceso: masas y vanguardia amalgamadas en un proceso dialéctico”, sin imposiciones sustituyentes desde arriba, y sin evasiones desde abajo, con decisión, imaginación y audacia... Aunque...por un momento casi lo olvidamos... y es que claro... así se hace política, y mucha política revolucionaria.