Me siento feliz. Por un lado, feliz, por el otro infeliz. Me entra un aire cuando estoy viendo que algunas voces se están levantando, dentro del chavismo, pidiendo acción. Pidiendo resultados. Pidiendo revolución. ¿Por qué lo hacen? Porque perciben que el proceso está estancado, perdiéndose en una barahúnda de palabras huecas, que no impactan ni a una junta de condominio.
Hay dirigentes del PSUV que sólo hablan para un grupito y para ellos mismos. Pretenden hacer creer que una revolución se hace desde un pupitre, dibujando pajaritos y barquitos que se ahogan el mar. Hablan y hablan de una revolución que no se ve, que no se siente. Mientras que el legado del Comandante Supremo avanza hacia el abismo, llevado de la mano de esa dirigencia que no sabe interpretar las enseñanzas del Che y de Fidel, entre otros, y menos saben interpretar los libros que “leen” sobre verdeadas revoluciones.
Hablan, como unos loros, de socialismo. Un socialismo que no existe por ningún lado. ¿Saben que existe? Hambre, frustración, impotencia, y pérdida de la esperanza que sembró Chávez. Existe confusión, preocupación y pérdida de fe en quienes se auto eligieron líderes vitalicios de la mal llamada revolución.
Hay mucho chavista arrecho. Muchos callan, por temor a ser desplazados, y ser calificados de traidores, después de haber entregado sus vidas a este proceso. Otros callan por un puesto en un ministerio o en un carapacho de empresa que no produce ni para que una hormiga coma completo. Pero dentro de ese abanico, hay quienes están alzando su voz, con el fin despertar a esos dirigentes que se duermen bajo el influjo de su moribunda verborrea.