¿Puede la falta de ética política de la oposición venezolana favorecer a la revolución bolivariana?

Venezuela es objeto de la más violenta campaña de agresión que país alguno haya sido sometido en las últimas décadas, no solo por la magnitud de la agresión, sino por las múltiples formas en que ésta se ha materializado.

El conflicto venezolano ha pasado a ser un problema geopolítico a partir del cual se están dirimiendo los grandes conflictos geopolíticos de este siglo; por un lado los EEUU, derrotado en sus intentos de lograr o mantener su hegemonía en el medio oriente (Turquía – Siria - Irán), Asia (RPD Corea) o incluso Europa (a pesar de acompañar sumisamente las directrices de la política exterior norteamericana, han burlado las sanciones impuestas a Irán para mantener relaciones comerciales con ese país y se debaten en una profunda crisis que amenaza su estabilidad económica y la estabilidad de la Unión)

Además EEUU viene retrocediendo frente a la guerra comercial que inicialmente había mostrado intenciones de entablar con China, mientras que su capacidad militar se ha visto mermada en la práctica frente al desempeño ruso en Siria.

Bajo este escenario, el gobierno norteamericano viene desarrollando desde hace unos años, una política exterior encaminada a recuperar espacios de dominación política y económica en América Latina, región considerada por las élites de ese país como "su patio trasero". En este sentido, la estrategia norteamericana se ha visto fortalecida por los errores cometidos por los gobiernos de tendencia izquierdista en América Latina y la contención que significó la muerte del Comandante Chávez y la desaparición de su capacidad política para motorizar iniciativas de integración subregionales independientes de los intereses norteamericanos.

Ese retroceso, más la iniciativa política y económica del gigante del norte aplicada al manejo de la opinión pública de los pueblos latinoamericanos ha logrado la instalación de gobiernos claramente pronorteamericanos y estrechamente vinculados a las élites cipayas de países como Argentina, Brasil, Ecuador, Colombia, Perú y Chile, por solo nombrar los de mayor peso regional.

A lo interno de Venezuela, el panorama no ha sido distinto, el asedio económico, combinado con innegables errores en la gestión pública cometidos por el Gobierno Bolivariano, ocasionaron la peligrosa victoria de la oposición en Diciembre de 2015, logrando el control del Poder Legislativo del país, desde donde se vienen ejecutando diversos intentos de derrocar de forma totalmente ilegal a la actual administración ejecutiva.

La última táctica utilizada por el imperialismo norteamericano ha sido la proclamación de un diputado como "presidente encargado" del país, la elaboración de una jurisprudencia que viola abiertamente la constitución del país (Ley del Estatuto para la Transición) para legitimar la jugada, el robo de los activos de la república en el exterior, el aumento del bloqueo económico que ya viene soportando la República, así como el sabotaje contra servicios públicos esenciales.

Estas acciones van combinadas con una agenda internacional contra Venezuela que hasta ahora supone –por el nivel de descaro con el que la están aplicando- no solo la intención de controlar al país, sino la intención de los Estados Unidos de desmontar definitivamente el Orden Internacional impuesto luego de la II Guerra mundial.

En todo caso, internamente el pueblo venezolano ha sido objeto de un brutal campaña psicológica y terrorista que busca por un lado someterlo a criminales privaciones y prepararlo moralmente para las dramáticas medidas que un eventual gobierno títere norteamericano tomaría en caso de llegar a controlar el Palacio de Miraflores.

Hasta hora esta feroz campaña psicológica se ha posicionado fundamentalmente sobre dos actores:

1.- el Pueblo venezolano en general, quien ha sido objeto de agresiones contra su convivencia, como por ejemplo, la inflación inducida, el sabotaje eléctrico, el afianzamiento de las sanciones económicas para precarizar acceso a bienes y servicios, el uso de las redes sociales para influir sobre su criterio, el fomento de la percepción de que Venezuela es un país "sin futuro", "una feroz dictadura" o que ninguna de las iniciativas desplegadas por el gobierno nacional son de beneficio para la población.

2.- La Fuerza Armada Nacional Bolivariana, institución que ha venido siendo golpeada desde 1999 y cuyos cuadros también han sido sometidos a una intensa campaña de desmoralización y quiebre a objeto de que encabecen el golpe de estado que expulsaría al presidente Nicolás Maduro del poder e instalaría al títere designado por Washington.

Sin embargo, ambos actores hasta ahora no solo han soportado las presiones económicas y psicológicas que desde el interior y exterior del país, son aplicadas contra ellos, pero además, no han caído en la provocación de desbordar la aparente "pasividad" del gobierno ante el desarrollo abierto y descarado de la agenda golpista de la oposición; dando la impresión de que comprenden perfectamente el juego geopolítico en el que inevitablemente debemos operar, así como la significación (definitoria) que podría tener una respuesta popular y espontánea ante la aparente impunidad opositora.

En todo caso, la actitud de la oposición, que representa un caso de verdadera falta de Ética Política, la ha dejado muy mal parada frente al imaginario colectivo nacional. Por un lado, las promesas de que el "cese de la usurpación" se materializaría de inmediato se han desvanecido, lo cual ha sido una terrible decepción para los sectores más radicales (y una auténtica preocupación para el gobierno norteamericano y sus aliados regionales y europeos); pero además, las inconsistencias y torpezas discursivas, la actitud abiertamente sumisa de los actores nacionales frente a EEUU, aunado al desparpajo del que hacen gala voceros del gobierno norteamericano sobre el sufrimiento que debe padecer el pueblo venezolano (las declaraciones del ex - embajador William Brownfield hace una par de semanas, así como las habituales del asesor Jhon Bolton sirven de ejemplo) frente a esta coyuntura, desencantan a sectores moderados que mantenían alguna simpatía hacia el autoproclamado.

En todo caso, el discurso de la "dictadura" y el "vamos bien" se está desgastando, el gobierno también ha acusado los golpes de una agenda que no ha apelado abiertamente a la violencia física como la conocida en 2017, pero que ha mutado a nuevas formas de agresión, como el bloqueo económico y el sabotaje sofisticado de servicios públicos esenciales, cuyo malestar en la población es mucho más abarcante que la violencia sectaria descrita palabras más atrás. No obstante, negar los esfuerzos del pdte Nicolás Maduro para hacer frente a esta coyuntura implica también desechar el reconocimiento que en seno de la población tiene la respuesta del gobierno venezolano para tratar de atenuar los efectos de la crisis y del sabotaje.

En todo caso, las últimas acciones de la oposición, el enfriamiento de la aparente "ofensiva" con la que prometieron arrasar con el chavismo en el poder, coligado a la evidente sumisión al gobierno de los EEUU, a la vacilación de supuestos aliados (como el gobierno alemán, que a pesar de reconocer a Guaidó como "presidente encargado", negó la posibilidad de reconocer a Otto Gerbauer como embajador, situación que se repite en España, Costa Rica e incluso países como Argentina y Brasil, quienes sí reconocen a sus embajadores pero como "representantes personales", o en todo caso se han negado a eliminar o suspender la acreditación de representantes diplomáticos a los funcionarios designados por el Gobierno Venezolano), más la evidente participación de la oposición en componendas para el robo de activos de la república en el exterior y la cada vez más evidente participación en el sabotaje al sistema eléctrico, sirven como caldo de cultivo para acrecentar el descontento con una dirigencia política que pretendía capitalizar el asedio contra Venezuela; y a la vez, convertir el creciente rechazo a la errática agenda opositora, en apoyo para el gobierno nacional.

El reto entonces está en superar los efectos del sabotaje a los servicios, corregir en la medida de lo posible, las deficiencias que exhibe la gestión pública en manos del chavismo, elementos como el divorcio de algunos cuadros dirigentes altos y medios frente al drama de la mayorías ante los problemas que atraviesa el país, la corrupción, la ineficiencia, la negligencia, la falta de información o comunicación con la población; son factores que no deben seguir caracterizando el manejo de la cosa pública por parte de algunos dirigentes y altos funcionarios de la Revolución; lo cual no solo fortalecerá la jefatura revolucionaria, sino que le permitirá subsanar los retrocesos ocasionados por más de cuatro años de guerra económica y avanzar en dirección al socialismo.



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Neftalí Reyes


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