Cuando uno escucha o lee el nombre de Douglas Bravo, por algo debe ser, casi inmediatamente evoca a Manuel Píar Gómez, aquél general casi invencible, pues sólo le derrotaron en la sabana de "El Salado", en Cumaná, en aquel terrible año 1814, intentando contener a Boves, quien desde Caracas, perseguía con saña a aquellos hombres y mujeres que formaron lo que se dió en llamar la "emigración a Oriente", después de la toma de aquella ciudad por el "terrible asturiano".
Se dice, en varias partes y por medio de distintos mensajeros que el nativo de Otrabanda, Curazao, héroe de San Félix y casi conquistador de Angostura para la causa independentista, participó como comandante en once o doce batallas de las cuales sólo perdió una. Pero estuvo cuerpo presente en unas cuantas más. Y esa derrota, desde el principio, dadas las circunstancias políticas, militares y el inmenso caudal de hombres que Boves arrastraba tras de sí, parecía inevitable. Fue eso que llaman, por la narrativa de García Márquez, "una muerte anunciada". Un combate obligado solo para ejercer el derecho y deber de la defensa. Por sus resultados, la gente de mi ciudad natal de aquellos tiempos, fue víctima de atroces represalias. Pero Piar dejó su impronta; una obra descomunal que, pese su trágico final, le llevó al panteón y no por gracia o politiquería barata.
Pero también uno evoca al Coronel Aureliano Buendía, el mismo que participo en más de cien batallas sin ganar ninguna y después de aquél terrible sacrificio, terminó ensartando pescaditos de metal y casi abjurando de lo que había hecho, pues al final nunca supo por qué y para qué había luchado. Pero Buendía meditó sobre todo aquello y se atrevió a reconocer su fracaso.
Igualmente a uno se le vienen a la memoria aquellos cruzados que hasta surcaban el mar mediterráneo para ir a "cazar infieles", cuando en muchos casos a estos dejaban atrás y hasta a cargo de la propia familia. Y al Quijote, cabalgando sobre Rocinante a lo largo de La Mancha, buscando infieles e injustos y combatiendo con molinos de vientos, confundiéndolos con gigantes; contra humildes mercaderes y curas, como si fuesen quienes manejaban las clavijas. Por lo menos él pudo inventar una pócima para curar sus males, reírse del mundo y hasta regenerar partes del cuerpo y conseguir su sanación.
Douglas se fue muy joven a las montañas. Nadie sabe cuántas batallas dio, menos el número exacto de perdidas y ganadas. Algún serio motivo ocasionó que los cronistas de eso no llevaran cuentas. Por eso, lo más justo que uno podría decir si intenta cometer la osadía de hacer un balance, es que en este y tampoco en Bravo no caben triunfos ni derrotas. Fue de los primeros en irse a las montañas y con ese gesto casi imponer aquella inútil y descabellada forma de lucha entre los suyos. También estuvo entre los últimos en bajar pese, se decía entre bastidores que, solía hacerlo con frecuencia a zambullirse en la ciudad.
Cuando llegó aquella casi orfandad en que quedó nuestra generación por las derrotas como avisadas en las montañas y lo que es peor casi sin combatir porque allá arriba no habían enemigos y tampoco amigos, pues la vida verdadera transcurría acá abajo, donde también dejó de combatirse para apuntalar aquello, esperamos que Douglas al bajar se convirtiese en el líder de la actitud que imponía aquella nueva situación, optó por callar y pasar desapercibido. Pareció decirse algo así como ¡esto no es conmigo". No hubo ni ha habido revisión del pasado. A eso se le tiró al olvido y a las sombras. ¡Hubo bastantes víctimas pero ha faltado aclarar muchas cosas, como establecer responsabilidades! Sólo de vez en cuando, desde ese entonces, hace su aparición como quien se asoma a saber "cómo está el tiempo". Luis Mariano Rivera en su como ingenuidad campesina diría, "cuando invierno comienza, salgo yo". Nadie sabe cómo vive y ha vivido, cuando la subsistencia es una lucha constante y exigente.
Una de esas rituales apariciones la ha hecho ahora; pareciera se siente como obligado a darle una mano a quienes siempre fueron suyos, cuando como que no viven un buen momento, aquellos de los tiempos de Chávez, pese que Douglas ahora dice que Chávez "se rodeo de esa derecha, olvidándose incluso de la Agenda Bolivariana", https://www.aporrea.org/ideologia/n340431.html olvidando él que Rafael Ramírez, el Toby Valderrama y otros más de los suyos, estuvieron en los círculos íntimos de aquél. Y en su reaparición, que pareciera intentar ser rutilante, Douglas Bravo, vuelve con lo mismo: "No puede haber otra salida que un proceso insurreccional donde militares, civiles y las propias iglesias o lo que hemos dado en llamar una insurrección cívico-militar-religiosa abra el camino para esa Constituyente Originaria y evitar de esta manera que el gansterismo partidista se apropie nuevamente, como lo ha hecho en anteriores oportunidades y frustren nuevamente las aspiraciones de cambio del pueblo venezolano."
¿Qué de nuevo hay en la proposición de Bravo? Pues nada o mejor, como suelen decir los venezolanos, "más de lo mismo". ¿Acaso hay algo diferente a lo que propuso en los años sesenta? Propone una insurrección militar, donde las fuerzas de las armas, al parecer el único argumento que se empeña en usar, pese desdice de su formación cultural, impongan el ritmo y rumbo de los acontecimientos y como en las cruzadas, ellas se acompañen de las "iglesias", como encargadas de santificar y hasta legalizar lo que hagan. En el juicio de Bravo, al pueblo, esas masas de las que tanto hablaba mientras en solitario iba de aquí allá por la sierra coriana, no se les asigna rol alguno. Entonces las armas y la iglesia, escogerían una "constituyente originaria", sin que quede claro como adquiriría ese carácter, salvo por la fuerza de las armas y la bendición de la iglesia.
Para él, es demasiado obvio, pese que finge deslindarse del bando opositor, no hay otra opción que tumbar al gobierno. Justo lo que quiere Trump. Y cuando uno o cualquiera se plantea esa meta, apela a lo que haya, todos los que para eso presten el hombro son buenos. ¡Y se queja le hayan calificado de derecha!
Mal que bien, hay una constitución, la del 99, que dio cabida al nacimiento de un proceso constituyente que no tiene por qué tener fin ni parada. ¿Entonces siendo así, estando en las escrituras, para qué ir a una guerra, con todo el sacrificio que eso significa si podemos meternos en una "cruzada" legal y pacífica, menos dolorosa y costosa, para desatar el poder constituyente? ¿Será para abrirle espacio a quienes quieren destruir lo existente, como la constitución misma? No parece nada sensato la sentencia de Douglas Bravo. Más parece atada a un botalón.
Ya en la vejez, no parece haber bajado en verdad de la montaña, por lo menos allá dejó el cuero y las querencias, estuviese diciendo más o menos lo mismo de antes. Quizás no experimentó la desgracia de Manuel Piar, un combatiente casi invencible, derrotado en la gloria – pues supo que esta alcanzó, quien no lo crea lea sus razonamientos de cuando se le seguía juicio - por no haber medido exactamente sus pasos y menos las tantas derrotas de Buendía, que aumentaron cuando cesó en el combate y vio a los suyos en el poder aliados a sus viejos enemigos.
El único cambio en Douglas, quizás impuesto por la edad misma, es pedir que los "militares y las iglesias", los mismos a quienes antes quiso combatir y juzgó al servicio del "sistema y las clases dominantes", tomen el liderazgo del proceso y hasta coformen una "constituyente originaria".
Muertos y brujos pueblan los oscuros y tristes escenarios de los cementerios. ¡Paz a sus almas!