El pasado 24 de abril constituimos en Valencia la Alianza por un camino pacífico, democrático, popular, soberano y constitucional a la crisis compleja, multidimensional, que sufrimos los y las venezolanas; en otras palabras, la Alianza por el referéndum Consultivo en el estado Carabobo, parte de un esfuerzo nacional que muchos estamos empujando. Allí estuvimos sindicalistas (la mayoría), profesionales, académicos, dirigentes vecinales y ecológicos, entre otros. Se trataba de unificar luchas dispersas, preocupaciones compartidas pero todavía incomunicadas. Había (y hay) dudas. También diferencias y reservas. No es fácil hoy en día no sólo quitarle tiempo y esfuerzo a la diaria incertidumbre de reunir y obtener lo suficiente para mantener literalmente con vida las respectivas familias, consiguiendo alimentos y medicinas, teniendo que caminar varios kilómetros algunos compañeros ante el colapso del transporte público, a oscuras por los frecuentes apagones, para lograr encontrarnos, discutir y compartir visiones acerca de esta crisis tan compleja.
Para avanzar hay que sortear no pocos problemas, obstáculos, dificultades. Lo primero que salta a la vista, son los chantajes ideológicos que como trampas paralizantes están tendidas por la polarización para empobrecer la participación popular. Hay chantajes que pueden silenciar las críticas a un mal gobierno por parte de los que, ganados por un sincero patriotismo y antiimperialismo, rechazan las amenazas y las acciones (bloqueo financiero, anuncios de intervención militar y golpes de estado) del imperialismo norteamericano, de tanta tradición de abusos, invasiones y gobiernos títeres, generalmente asesinos del movimiento popular, en el continente americano y todo el mundo. Hay chantajes que atrapan a todos los que conocen y se abisman ante lo pavoroso del cuadro social y económico del país (inflación de millones por ciento, resurgimiento de cuadros epidémicos, colapso de los servicios públicos, la educación, la salud), así como por la corrupción galopante, esa red militar de contrabando de gasolina, oro y algunos aseguran que también drogas, la entrega de las riquezas naturales del país, la destrucción ecológica implicada en la explotación del Arco Minero pactada por el gobierno con las transnacionales.
En la discusión avanzamos. Claro que hay que defender la soberanía frente al bloqueo y la amenaza militar imperialista, pero eso no implica necesariamente la defensa a ultranza de un mal gobierno, o más bien, de una cúpula burocrática y militar que se aferra al poder del Estado. Ese mismo que apuesta a entregar el petróleo a las transnacionales, reviviendo la práctica de las concesiones, al estilo del tiempo de Gómez, tal vez calculando que el relanzamiento de un descarado rentismo potenciado pudiera ser su tabla de salvación. El mismo gobierno de politiqueros y altos jefes militares corruptos, que juega irresponsablemente a ser pieza del peligroso juego geopolítico entre China, Rusia y los estados Unidos, en el cual desgraciadamente ya estamos involucrados. De modo que rechazar al imperialismo y defender la soberanía nacional no implica necesariamente defender al mal gobierno, ni criticarlo implica necesariamente cuadrarse con la estrategia intervencionista de una oposición de derecha que desde hace tiempo perdió la brújula por su inmediatismo y macartismo histérico.
La apuesta por un referendo consultivo, mecanismo participativo consagrado por nuestra Constitución, y nuevas elecciones generales, con un CNE confiable, por supuesto que no es fácil. Tiene a su favor lo que es: primero, un mecanismo pacífico, en segundo lugar, constitucional, en un país donde la institucionalidad ha quedado suspendida o destruida por las dos caras del desastre de la polarización. En tercer lugar, por rescatar la soberanía popular en un momento en que la población se debate entre dos polos políticos que no se reconocen y nos quieren conducir a una guerra cuyo resultado más seguro es la mayor destrucción imaginable. En cuarto y quinto lugar, por ser popular, porque resitúa al pueblo como el sujeto histórico que decide nuestra suerte nacional y, finalmente, por levantar la soberanía, porque somos nosotros, los y las venezolanas, los únicos que debemos decidir nuestro destino.
Pero también hay elementos reales, de esos que les gusta mencionar a algunos politicastros con un gesto despectivo en la boca, como si se las supieran todas y los demás no somos sino un puñado de ingenuos, bobos, idealistas, comeflores. Ocurre que ninguno de los dos polos puede aniquilar al otro, tampoco imponerle una capitulación. Hay un empate estratégico de fuerzas que ha redundado únicamente en la agudización del sufrimiento del pueblo venezolano. Las pírricas "victorias" del mal gobierno, o las "espectaculares" alianzas de la "comunidad internacional" (que no va más allá del rebaño del imperialismo norteamericano) no dan más de lo que han dado, mucho menos para solucionar el hambre, miseria, represión y enfermedad de los venezolanos. A ello se suma el marco geopolítico. Ya Rusia, con su potencial político y militar, ha expresado su opinión al respecto. Igual, China, proyectada hoy como la nueva cabeza del sistema mundo capitalista, poderosa potencia comercial, financiera, industrial, tecnológica. Ambas superpotencias, en la nueva Guerra Fría mundial, están surgiendo en medio de la decadencia norteamericana que muchos (lean a Wallerstein o cualquier analista, economista, pensador o historiador serio) venían observando desde principios de este siglo.
De modo que, si de factibilidad hablamos, ¿acaso este camino pacífico, constitucional, popular, democrático y soberano, no aparece como el más factible para la crisis compleja venezolana, para vislumbrar una solución a nuestros sufrimientos, que una guerra de desenlace incierto, generalizable a todo el mundo, un mundo en pleno cambio de hegemonía, no haría más que profundizar? Por ello, calladamente, se desarrollan contactos, conversaciones, negociaciones, entre representantes de lado y lado.
Pero a la apuesta le hace falta calor popular, y eso nos planteamos de inmediato en la Alianza. Por eso, allí estamos, trabajadores, mujeres, estudiantes, profesionales, vecinos, etc. , haciendo cada vez más viable la propuesta. Estaremos en cada sitio de trabajo, en cada comunidad, en cada hospital, en cada barrio, en cada calle. Ya es hora de reventar los chantajes y plantear con fuerza el camino pacífico, constitucional, democrático, popular y soberano: el referéndum consultivo.