La Revolución de los honestos

“De tanto ver triunfar nulidades, de tanto ver prosperar la deshonra, de tanto ver crecer la injusticia, de tanto ver agigantarse los poderes en manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reírse de la honra, a tener vergüenza de ser honesto”.

Ser honesto es ser una persona genuina, auténtica y de un actuar imbuido por la buena fe, por supuesto no practicante de la hipocresía o del doble discurso. La honestidad no es otra cosa que el reflejo del respeto que alguien siente por sí mismo y por los demás. Para los administradores, ser honesto es de suma importancia, debido a que legitima al directivo y le aporta una sólida base desde donde se puede conducir con mayor amplitud.

Para ser honesto, se requiere de ser franco y veraz. La honestidad se debe cultivar desde la niñez y reforzarla durante la carrera profesional, a fin de que esta no se vea afectada por los diferentes fenómenos sociales que amenazan a la sociedad moderna. Mientras más se ejercita la honestidad, se va convirtiendo en una disposición fuertemente afianzada en las personas y muy difícil de ser corrompida.

La honestidad es una condición fundamental para que las relaciones humanas se realicen en forma normal, fluidas y confiadas. Los actuales tiempos están sedientos de honestidad y especialmente exigentes para con el empleado público. En ese sentido, la Ley que rige la administración de la cosa pública coloca importantes exigencias y restricciones a quienes ejercen en la administración estatal.

La honestidad ha comenzado a retomar el sitial que nunca debió abandonar, lo que se ve reflejado por una mayor fiscalización de la gestión de terceros por medio de órganos contralores, contraloría social y poderes del pueblo. La importancia de ser honesto radica fundamentalmente en la credibilidad que se irradia, la lealtad de los subalternos, la confianza de los superiores y particularmente es fundamental para derrotar a la corrupción.

Es dura la práctica de la honestidad, cuando se promociona la cleptomanía, se rinde tributo al bandolero de la cuarta y al cuatrero del presupuesto, y se exalta el dinero, venga de donde venga. Ya es arduo mantenerse honesto en un ambiente normal, porque las tentaciones y las tretas son una constante, una terrible termita moral. Pero es todavía más empinado, más difícil la practica de la honestidad en la instituciones educativas, esas que nacieron a la luz de la corruptela partidista, donde la defraudación y la falacia se extendieron sin cesar a la sombra del bipartidismo, donde la corrupción, peligrosamente, se extendió con tanta rapidez que se hace difícil decirle a un discípulo que hay que ser honrado, porque la decencia ni triunfa, ni domina, y la probidad lleva camino de convertirse en un arcaísmo cuyo concepto, desgraciadamente, podría llegar a ser completamente desconocido.

Para los individuos que se aprovecharon de la falta de probidad en las administraciones “cuarto republicanas” es lo mismo ser honesto que traidor. Ignorante, sabio o choro, generoso o estafador, todo es igual, nada es mejor, lo mismo un ignorante que un gran profesor, no hay aplazados, ni escalafón.

Para los inmorales es lo mismo el que cumple a cabalidad con su trabajo, dando aun mas de lo esperado, que el que vive de las artimañas presupuestarias, que el que en comisiones de servicio se adueña de un salario mayor que el de un Ministro, que el que maneja dolosamente una caja de ahorros o dirige eternamente un ilegal sindicato. Estos inmorales rabian sin cesar contra los que practican la honestidad, por ello trabajan “en equipo” con el único fin de salpicar con su inmundicia a los que no se adecuan a sus dolos y practicas indecentes. Se agazapan en la oscuridad en la creencia de ser desconocidos, vociferando amenazas y falsas acusaciones en contra de los honestos, pero es un secreto a voces de quienes constituyen sus “equipos”.

Esos “equipos” camuflados dentro de la Revolución, se ramifican en la Nación con el objetivo de ir por la cabeza del actual Ministro de Educación Superior, porque Moncada es un honesto que decretó “cuentas claras” contra la corrupción.

Con la ayuda de DIOS no volverán.


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Luís Daza


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