¡Qué bueno que regresó 'Aló Presidente'! Tantos meses con un sólo 'Aló', el 'Ciudadano', empezaban a afectar mi estabilidad mental y emocional. No vi el programa entero, había perdido la costumbre después de tantos domingos sin el presidente y sus reflexiones, y llegué tarde. ¡Bienvenido sea nuevamente ese espacio, clave para el acontecer venezolano, a la programación del Canal 8!
De todos modos, escribo esto para hacer un poco de (auto)crítica. Cuando se acercaba el final del programa, intervino una mujer -de La Vega si mal no recuerdo- vocera de un Consejo Comunal. La señora, llena de alegría y nervios a partes iguales, exponía las acciones que desarrollaba el consejo comunal que representaba, y respondía las preguntas del presidente. En un momento, cuando su emoción y nerviosismo ya se hacían obvios, le dijo a Chávez: "Disculpe, es que estoy algo nerviosa. Hablar con usted es casi como hablar con el mismo Dios". El presidente la cortó con suavidad pero firmeza, diciendo que no dijera eso, que él no era Dios, sino simplemente "Hugo". Ella se apresuró a enmendar su exceso de entusiasmo, se intentó corregir, cambiando esa jerarquía de "Dios de los cielos" a "Dios de la Tierra".
Chávez no es Dios. Ni de los cielos, ni de la tierra, ni de Venezuela. La mayoría de nosotros sabemos que esto es así, y probablemente la valiente mujer, llena de entusiasmo por los cambios que vive el país, simplemente se dejó llevar por las palabras. Pero entonces me puse a reflexionar: ¿qué parte de culpa tenemos los que apoyamos este proceso, tanto desde Internet, como desde medios escritos y audiovisuales, de que haya gente que pueda llegar a ese arrebato del lenguaje, gente que centra todo el mérito en una sola persona, olvidándose de su propia participación e importancia en todo lo que sucede en Venezuela? ¡Esa mujer, dentro de sus responsabilidades, seguro que tiene tanto de Dios como pueda tenerlo Chávez! Quizá, en nuestro entusiasmo por defender los logros conseguidos y por conseguir, a veces olvidamos que, siendo sin duda Chávez el líder de estos cambios, los protagonistas verdaderos, el motor de estos cambios, son los millones de venezolanos y venezolanas que los llevan a cabo, día a día. ¡Eso no sólo no se nos puede olvidar, si no que, además, debemos tenerlo muy presente!
En el fondo, las palabras son el verdadero reflejo del alma. Dicen mucho de lo que pensamos y sentimos. Esto no se limita a una cuestión de palabras: va más allá. El propio Chávez lo ha comentado, cómo muchos parecemos centrar en él nuestras esperanzas. ¡A veces parece que nos faltara confianza en nuestras propias posibilidades! Tenemos que hacer un esfuerzo mental y de vocabulario, porque Chávez es mortal, un día dejará esta tierra... ¿y entonces qué? Los consejos comunales, la mayor participación, la delegación de derechos -y más importante, de responsabilidades- en el pueblo venezolano, todo eso apunta en ese camino: en que sean LAS PERSONAS y no LA PERSONA (Chávez) quienes pongan a Venezuela donde se merece. Tomemos todos el nombre de ese maravilloso sistema de alfabetización que Cuba riega por todo el mundo, como lema: ¡YO SÍ PUEDO!
Es que lo malo de los dioses, es que delegamos en ellos, desentendiéndonos de nuestros problemas. Los humanos nos dirigimos a Dios cuando no encontramos una solución, cuando no la vemos, cuando nos deseperamos. "Por favor, diosito, cúrame a mi hija", "Ayúdame a encontrar trabajo", "Solucióname esta deuda"... Cuando nos dirigimos a Dios, es porque no creemos ser capaces de solucionarlo por nosotros mismos. Rezar puede funcionar (o no) en la Iglesia, según las creencias de cada uno. Pero ni Chávez es Dios ni Venezuela una Iglesia. Y los problemas de Venezuela los tienen que resolver los venezolanos.
A algunos, la labor de Chávez les puede parecer algo sobrenatural, extraterrenal, pero en el fondo, en su motivación, es mucho más simple y todos, cada uno dentro de sus posibilidades y talentos, puede llevarla adelante: porque es la labor de un venezolano que cree en Venezuela.
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