Dudas sobre la democracia representativa

Si bien no hay duda de que la democracia representativa es un engaño promovido por el mundo del dinero para tener políticamente entretenidas a las masas, haciéndolas creer que a través de ella pueden dirigir su destino político, incluso así, pueden surgir dudas sobre su funcionamiento en orden a que sirva realmente para expresar la voluntad de los votantes. Entregado el poder a la determinación de las elites ocasionales de los partidos políticos, salvando contadas excepciones, el proceso de ejercerlo se limita a seguir las directrices marcadas directa o indirectamente por los intereses capitalistas arropados tras las ideologías en litigio. Sentado este principio, por el que la democracia al uso queda reducida al ejercicio del voto para dejar constancia de las preferencias populares del momento, la cuestión viene a ser hasta qué punto esas preferencias originales del electorado se llevan a término de forma real en el supuesto de que lleguen a afectar negativamente a los intereses del capital. A tal fin hay que tener en cuenta la dimensión que alcanza la voluntad consciente de cada uno de los votantes y el valor que en la práctica acaba dándose a su voto.

En un ambiente reticular en el que pulula ese enjambre de grupos de intereses promocionales, asistidos por modernas técnicas de manipulación de masas, ya es difícil hablar de voluntad personal autónoma porque, bajo el efecto de la socialización, la individualidad tiende a estar manipulada con mayor o menor sutileza por una legión de especialistas dedicados a colocar productos políticos, sociales y comerciales variados. De tal manera que estos productores pueden vender su respectiva mercancía con mayor o menor acierto y poner de su lado la voluntad natural del individuo. Si por otra parte nos movemos en un mundo regido por la publicidad agresiva, que no deja espacio para la reflexión y busca la fidelidad al mercado, resulta difícil dar la espalda al atractivo de las imágenes representativas de lo ofertado como lo mejor. No hay que pasar por alto el peso de las ideologías dispuestas para colocar utopías, que en tiempos de desesperanza animan con la idea del cambio al personal vacío de horizonte. Es así, como marketing, publicidad y propaganda, debidamente sazonadas para cada ocasión, llevan al usuario de las urnas, en mucho casos, a comer inconscientemente de la mano del más hábil, en general aquel que ofrece mucho y luego se olvida de las promesas, dejando aparcadas sus convicciones. Pese a todo, los resultados electorales no siempre son predecibles ni se inclinan del lado del que dispone del control de tales medios.

Todo esto ya es conocido, sin embargo en lo que se refiere al otro extremo de la cuestión, es decir, al cómputo total del voto, se aprecian ciertas novedades. En este punto Trump ha levantado la liebre en la que se ha venido llamando la primera democracia del mundo asistida, según se dice, por las mayores libertades. Resuena en el aire, al igual que pudiera suceder en cualquier democracia de bajo nivel, lo del fraude. Es ciertamente alarmante que quien conoce bien el tinglado electoral y cuenta con la debida experiencia sobre el sentido final que puede darse al voto debidamente canalizado, tal y como se demostró al ser elegido con anterioridad, se pronuncie en términos tan contundentes como que se ha hecho trampa en el proceso del cómputo de votos. No obstante, más allá de verse como una tentativa de sembrar la duda, es que debe de haber algo de por el medio que escapa a la percepción ciudadana y de lo que el afectado no habla claramente. También pudiera incidir en su postura el atractivo de ejercer el poder a perpetuidad, lo que es natural en cualquiera que se dedique a la política, pero cuando las cifras cantan no cabría otra que asumir lo de tener que bajarse del sitial. Tal vez si alguien se siente engañado por las promesas de quienes manejan el sistema y conoce la realidad de fondo del proceso electoral, la conformidad con un justo retiro ya no esté tan clara. Independientemente de lo que se ha votado, resulta que surge entonces la duda de si en el proceso electoral ha habido algo más que la simple instrumentación de la voluntad de los votantes para que sigan la orientación sistémica. Si el cambio de tercio hacia otras alternativas fuera simple producto de la voluntad ciudadana, la cosa se entendería, pero parece que el asunto va más allá del marketing, la publicidad y la propaganda electoral habituales y ahí está la cuestión, por otra parte, difícil de aclarar. Con dudas o sin dudas en torno a la limpieza electoral, el hecho es que el voto final, el decisivo, viene casi siempre de los votantes, pero tampoco hay que excluir la intervención sesgada del mundo del dinero más allá de lo que viene siendo habitual.

Hay otro punto a considerar. La duda que ya empieza a barajarse en los procesos electorales parece apuntar al papel que juegan las llamadas nuevas tecnologías, en sentido amplio del término. Un instrumental dominado y explotado con fines comerciales por el empresariado capitalista, cuyo entramado de fondo no está al alcance de los profanos y que cuenta con capacidades insospechadas. Lo de los datos pueden acabar siendo anécdotas y los algoritmos la única verdad, de forma tal que la realidad pueda ser acomodada a los intereses del más hábil en su manejo y con ello el resultado de las votaciones. Con lo que los votantes, que parecían ser artífices de la democracia representativa, pudieran pasar a ser simples marionetas del conductor efectivo de la marcha del proceso. Por otra parte, asunto también difícil de probar, lo que garantiza aquello de que alguien puede jugar con ventaja en tanto no se descubra la trampa.

Aprovechando el mismo caso habría que mencionar otra duda en torno a la democracia representativa. Si hablar de democracia, aunque sea solamente para elegir a los gobernantes, conlleva hacerlo de libertad, da la impresión de que en esa primera democracia del mundo la cosa anda un poco coja, si se observa que se le cortan los cauces de comunicación a su más alto mandatario cuando al sistema no le gusta lo que está diciendo. Ya no se trata de establecer la censura vulgar y corriente, como en el caso de las fake news, sino de poner la mordaza informativa abiertamente, para hacer de la libertad de expresión papel mojado incluso al más alto nivel. Lo que viene a apuntar hacia otros intereses en juego, situados más arriba. En todo caso es mala cosa, aunque se trate de democracia para ir tirando.

Otra duda ronda en el ambiente, y en ese punto solo cabe apuntar directamente al mundo del dinero. Siempre atento a quien resulte más rentable en el mercado, probablemente entiende conveniente animar a las gentes al cachondeillo, donde la irracionalidad festiva conduce al consumismo, para que el empresariado venda más y mejor. Resulta evidente que a mayor protagonismo de la pluralidad social y de las ocurrencias inocuas para el poder aumentan las perspectivas de negocio para el mercado. Y si se tiene en cuenta que se está al mayor volumen de las ventas, para los sectores económicos dominantes, la oferta de Trump probablemente se haya considerado menos prometedora que la de su rival. Por tanto, como se trata de invertir a caballo ganador, quien dispone de las claves que mueven el mundo, es fácil que también disponga de las que pueden inclinar de uno u otro lado el resultado de la voluntad de los votantes para que no se salga del cauce que exigen sus actuales intereses económicos.

 

 

anmalosi@hotmail.es



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Antonio Lorca Siero

Escritor y ensayista. Jurista de profesión. Doctor en Derecho y Licenciado en Filosofía. Articulista crítico sobre temas políticos, económicos y sociales. Autor de más de una veintena de libros, entre los que pueden citarse: Aspectos de la crisis del Estado de Derecho (1994), Las Cortes Constituyentes y la Constitución de 1869 (1995), El capitalismo como ideología (2016) o El totalitarismo capitalista (2019).

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