Pedro Castillo arriba al poder con un discurso blandengue y unos
compromisos con quienes fueron sus detractores en la campaña electoral
que lo coloca como un peón más del imperio gringo. Fue visto por el
pueblo de a pie y por su ascendencia indígena como un ente ajeno a
la podredumbre política en el que se debate ese país. Recordemos que
desde el 2017, cuatro presidentes han sido destituidos; Pedro
Kuczynski, (28/09/2016 – 23/03/2018), el del perrito aquel de la
alfombra, fue destituido por sus fuertes vinculaciones con
Odebrecht. Le siguió en el cargo Martin Vizcarra hasta el 09/11/2020,
abandona la presidencia por hechos de corrupción vinculados a la
construcción; le continuaría en esa razia sustitutiva a Manuel Merino,
que duraría cinco días en el poder por la utilización de una fuerza
desmedida para reprimir a los manifestantes; luego vendría Francisco
Segasti que duraría hasta el 28/07/2021, fecha de la toma de posesión
de Pedro Castillo.
Uno de los factores que le abren las compuertas a Pedro Castillo fue
el desgaste de un sistema neoliberal que no le da respuestas al
pueblo y una caterva de presidentes traídos de los cabellos, que a
las primeras de cambio se vinculaban a manejos dolosos; por otro lado
a un pueblo devorado por el hambre, la miseria, la desesperanza y
ahora por la pandemia. Castillo era un desconocido líder, que en el
2017 hace sus primeros tanteos políticos al liderar una huelga
nacional de docentes. En las elecciones pasadas (2016) participa en
el partido Patria Libre, liderado por Wladimir Cerron que tenía
cercanías con el gobernó de Maduro y Evo Morales. Viene las elecciones
del 11 de abril gana en la primera vuelta, luego vendría el 6 de junio
la elecciones de la segunda vuelta, donde se impuso con un margen de
45.000 votos de ventaja a la señora Keipo Fujimori, quien llama a
desconocer el triunfo; mientras que Pedro Castillo no mostro ningún
rol protagónico para no dejarse arrebatar el triunfo a pesar que el
pueblo estaba en la calle soportando la andana represora fujimorista.
Posiblemente para bajarle los ímpetus a la derecha recalcitrante; y no
arrojar dudas sobre su voltereta; señalo públicamente: “no somos
comunistas, no somos chavistas, no somos terroristas, somos
trabajadores como cualquiera de ustedes. Ahora para sorpresa de
muchos se le ha visto con muchos coqueteos con la godarria que se
esconde detrás de la oligarquía peruana, de mayor abolengo que la
colombiana. Lo mismo ha hecho con los dirigentes ultramontanos de la
derecha aprista. Con Keipo no sabemos a qué “acuerdo” llegó, que en
las primeras de cambio bajo la guardia y permitió que mes y medio
después de las elecciones le diera la buena pro para que asumiera al
poder; pero eso si le dijo en público; “no quiero nada con cambios a
la Constitución y menos con una Constituyente”. Hasta el Departamento
de Estado gringo a través de Antony Blinken le ha solicitado
públicamente al presidente juramentado que debe seguir actuando como
sus antecesores, con sus cercanías con el gobernó de EEUU. Ahora para
cumplimentar su entrega rastrera a los sectores de poder ha llamado a
un gobierno de Unidad Nacional donde meterán en esos sacos tirios y
troyanos.
Ahora el Perú tiene a un nuevo presidente que por los pitos
que toca va a ser más de lo mismo.