¿Un nuevo pacto después del 22 de noviembre?

Algunos opinadores de la izquierda "trasnochada" alertaron, cuando se iniciaron las negociaciones en México entre el gobierno de Maduro y la oposición G4 (en realidad, unos delegados de los Estados Unidos), acerca de un posible "nuevo pacto entre las cúpulas podridas", aludiendo al recordado "pacto de Punto Fijo". En realidad, muy poco en la situación se parecía a las circunstancias y tendencias generales de aquella alianza del postperezjimenismo de finales de la década de los cincuenta. Lo que ocurrió después evidenció que se trataba de algo bastante distinto.

En aquel entonces se trataba de iniciar un nuevo período después de una crisis histórica (como las llamaba Manuel Caballero), en la que quedaba atrás una dictadura militar, gracias a una alianza de hecho entre organizaciones políticas, sindicales, militares, empresariales, la Iglesia Católica, estudiantiles, etc. El "nuevo elenco" de una nueva etapa, como lo llamaba el historiador. Todo ello con una propuesta programática que se asentaba en la propuesta de una democracia representativa. Por supuesto, en aquel acuerdo general participó, como un actor más, quizás uno de los más importantes, el gobierno norteamericano que, a instancias del presidente Kennedy, reformulaba su política de contención del comunismo mediante el apoyo de dictaduras militares, y proponía una "Alianza para el Progreso" con el apoyo a la democracia y ofertas de generosos créditos.

En cambio, las negociaciones truncas de México fueron, en algún momento, el contacto entre un gobierno repudiado por los Estados Unidos y los delegados criollos del poderío norteamericano. Esto en el contexto de la derrota de una política, un tanto ambigua, del mismo Washington y la oposición G4. A ratos parecía una política de fortalecer un gobierno paralelo (de hecho, lo denominaron "gobierno interino") en el exilio, como tantas experiencias hay en la historia contemporánea, cuya fuerza (respaldo diplomático internacional, labores de inteligencia, financiamiento, etc.) residía, sobre todo, en la que pudiera construirle los Estados Unidos. En algunos momentos, parecía una estrategia de rebelión popular en las calles, luego de golpe de estado (fallido, claro) y hasta se habló de intervención militar entre "todas las opciones", frase que mencionó Trump en algún momento, y que hizo salivar a muchos opositores extremistas. Hay que mencionar, claro, las sanciones económicas, excusa perfecta para la brizna de antiimperialismo que usa el gobierno para motivar a sus seguidores crédulos.

La derrota de esa política opositora lo ha venido marcando todo: la búsqueda de un recambio en la conducción opositora retomando la actividad electoral y las negociaciones, la fragmentación o pulverización de la oposición, la impotencia frente a muchas decisiones inconstitucionales (Ley Anti, Ley ZEE, estímulo a las inversiones extranjeras, arco minero, aniquilación de la autonomía de los poderes públicos, la batería de leyes del supuesto "Poder Popular" paralelo a los poderes públicos, etc.) y la toma de anteriores baluartes opositores como las universidades.

Al levantarse de la mesa de negociaciones, el gobierno demostró que, más que las sanciones económica generales (que sí afectan a todo el pueblo y puntos estratégicos de la economía nacional), le afectan las sanciones personales. Ya nos podemos imaginar para dónde van las posibles revelaciones de Alex Saab, el nuevo Che Guevara del gobierno: toda la cúpula del gobierno burocrático militar encabezado por Maduro es una sola "cúpula podrida" dedicada al enriquecimiento personal, a la apropiación de la poca renta petrolera que queda.

Ahora vienen unas elecciones en cuyo proceso, a pesar de algunos acuerdos como la conformación del CNE, se hará efectivo de nuevo el ventajismo oficial, la licuefacción de las instituciones, el uso abusivo de las maquinarias electorales con respaldo estatal, aparte de la pulverización de la oposición y su pérdida total de perspectivas. El 22 de noviembre amanecerá con un nuevo cuadro político, donde se ratificará la estabilidad de un gobierno autoritario que "desaplica" leyes a conveniencia. Igualmente, se evidenciará que no hay una única oposición (y, por tanto, no hay un solo interlocutor en unas hipotéticas negociaciones futuras). El posible ascenso de algunas candidaturas a las gobernaciones de un sector que desde hace rato negocia abiertamente con el gobierno (Falcón, por ejemplo), facilitará el ensayo de nuevos diálogos. Justamente los candidatos que ahora apoya el "Grupo Inteligente" ¿No lo conoce? No se preocupe: pocos en realidad lo hacen.

El panorama muestra que no hay "acumulación de fuerzas", "unidad", etc. Sólo posicionamiento como recomendaría cualquier experto en marketing. Colocarse en el mercado político frente a los competidores de la misma clientela, ese apetitoso 80% que repudia al gobierno. La alternativa a esto es posicionar, sí, pero una opción "claramente" de izquierda, así fuera "transnochada" como la de la APR- PCV, en vistas del futuro.

El reciente discurso de Blinken, el Secretario de Estado norteamericano en Ecuador, puede verse como un replanteamiento de la política norteamericana para América Latina, dando un espaldarazo a un gobierno que acaba de volver a decretar un estado de excepción, ya no por el COVID 19, sino por el ascenso del hampa. Ese discurso de Blinken, ¿se trata de una nueva "Alianza para el Progreso", como sugiere el amigo Javier Biardeau? En todo caso, son lineamientos que ponen, como prioridad, el combate a la corrupción (¿de quién? Bueno, ya vienen las revelaciones del "Pollo" y el héroe Saab), la recuperación de la seguridad civil frente al ascenso del hampa organizada (algo así como el estado de excepción reciente de Lasso en Ecuador) y, por supuesto, un relanzamiento de la economía, frente a la presencia abrumadora del financiamiento chino en el continente.

Veamos a vuelo de pájaro qué significa esto para los "nuevos negociantes". En primer lugar, claro que dificulta la entrada de los Estados Unidos en un pacto con unos malandros, presuntos corruptos, que están a punto de ser buscados por la "justicia" norteamericana, a cada uno y por personales razones. Pero, por otro lado, los norteamericanos están pendientes del peligro de la penetración del capital chino y ruso, y hasta iraní. Y la oferta de estímulos a los capitales extranjeros en aspectos tan apetitosos como el petróleo, los minerales, etc. ¿Acaso esto no le interesaría a los grandes capitales norteamericanos?

No, no es fácil un nuevo "pacto de Punto Fijo". No hay un programa común de democracia y de nueva promoción del capitalismo con algunas reformas sociales. Sólo la negociación del mantenimiento en el poder de unos presuntos corruptos y su excepción de posibles acciones judiciales norteamericanas. En esto, los resticos de oposición que queden, sólo les tocarán algunos mendruguitos, y ni siquiera sin la garantía que no les designen "protectores" o "ciudades comunales" que los neutralicen como poderes locales.

Mientras tanto, el gobierno entra en la UCV en lo más oscuro de la noche. Limpia, hace labores de mantenimiento. Hasta hay informaciones de que cambiarán las autoridades universitarias como lo hicieron con la USB y algunas de la LUZ. Rumores hay de que ya el presidente le pidió a la ministra Tibisay que se confirme la "tendencia irreversible" de la intervención. Se trata de una factura, claro, a unas autoridades que convirtieron, durante la locura de ya dos décadas, a los organismos de cogobierno en células de una oposición golpista y errática. Por otra parte, desde hace tiempo que no hay autonomía universitaria. Las denuncias contra la presunta corrupción de esas autoridades universitarias nunca fueron precisadas por una Contraloría controlada desde el Ejecutivo, ni siquiera en los tiempos escandalosos de Samuel Moncada como ministro. El presupuesto (deficitario desde hace décadas) es controlado desde el ministerio, incluso el pago de la nómina. De hecho, los recursos de mantenimiento no han "bajado" desde hace dos años, cuando la pandemia obligó a la suspensión de actividades. Las autoridades universitarias tienen alrededor de una década fuera de su período legal. No ha habido elecciones por la piedrita de tranca de otorgar el voto a empleados y obreros, trampita con la cual el gobierno creía que ganaría unas elecciones del claustro, aprovechando cierto resentimiento entre los gremios universitarios. Lo cierto es que ya la intervención está cantada.

¿Nuevo pacto de Punto Fijo? Difícil, muy difícil. Continúa la tendencia de la deconstrucción social del país. Así es, lamentablemente. Por eso es tan importante mantener viva una opción de izquierda que se pueda recuperar del trasnocho.



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Jesús Puerta


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