El proyecto madurista y el duelo de los nuevos "chavistas críticos"

Con la aprobación de la Ley de las Zonas económicas Especiales, se completa lo que bien puede denominarse el "proyecto madurista de país": ajuste económico de corte neoliberal, dolarización de facto, relanzamiento del extractivismo con participación de capital transnacional, maquilas, aniquilación de derechos laborales, agudización del rentismo con retrocesos hacia el gomecismo en lo que se refiere a políticas petrolera, oportunismo geopolítico, autoritarismo y conculcación de derechos humanos. Todo ello envuelto en un discurso lleno de chantajes "anti-imperialistas", demagogia con ritmo de reggaeton o merengue setentoso, culto a la personalidad con ribetes DC o Marvel, aplicado desde un partido de claros rasgos fascistas (principio del caudillo máximo, verticalismo, centralismo sin democracia interna, etc.) y patrimonialista (fortunas derivadas de la corrupción, proliferación de testaferros, etc.; algo así como la "piñata" sandinista o el capitalismo por asalto mafioso ruso).

Es natural que, ante este panorama, surja una nueva cohorte de "chavismo crítico" ("chacri", en adelante), nuevos desprendimientos por la "izquierda" de la corriente oficialista, conformados por "transnochados", más o menos "guevaristas", "revolucionarios", incluso "marxistas", "chavistas" siempre, ahora matizados con un madurismo desengañado al cual le duele tener que romper abiertamente con un gobierno del cual, hasta ayer no más, eran funcionarios. Es lógico que pase esto dada la composición grupal de lo que históricamente conocemos como "chavismo": la confluencia aluvional de muchas tendencias de izquierda (y de derecha), mezcla que tuvo su expresión en la confusa ensalada ideológica de los discursos del máximo líder, que combinaban, en un sincretismo sorprendente, desde el nacionalismo de "Venezuela Heroica", hasta militarismo, personalismo, guevarismo, demagogia populista, reformas de la COPRE, teología de la liberación, maoísmo, socialdemocracia y…pare usted de contar

Desde la muerte de Chávez, ya van como tres o cuatro cohortes de "chacris". Es más, yo participé en una de ellas. La primera, fue la encabezada por Giordani, Navarro y otros exministros más. Renuncias y denuncias amargas de corrupción, de la falta de liderazgo del "designado", desviación (y/o traición) grave del proyecto del "Comandante". Todo ello como justificación de un apartamiento y punto de partida de nuevos agrupamientos, que casi nunca tuvieron su expresión masiva: hablo de los amigos de la Plataforma Ciudadana de defensa de la Constitución y del proyecto "original" del Comandante". Allí también podemos incluir núcleos militantes y hasta organizaciones completas, como es el caso de "Marea Socialista", e individualidades que todavía figuran en las redes: caso de Nicmer Evans, "Redes" de Juan Barreto o eso que llaman UPP.

Luego, siguieron otros altos funcionarios como la fiscal Luisa, durante aquella locura pseudo-insurreccional opositora, señora que se enfrentó a la evidente violación de la Constitución que significó el paso de civiles a tribunales militares y la convocatoria de la Constituyente corporativa que solo sirvió para sustituir al Poder Legislativo y derrotar la loca ofensiva de la oposición a control remoto de Estados Unidos. También en esa ola se cuenta la ruptura de quien fue mano derecha de Chávez en lo que se refiere al petróleo y, con ello, la parte más relevante de la economía nacional durante más de diez años: Rafael Ramírez, no sin antes sugerir algunas medidas ante el desastre económico que ya se anunciaba con el disparo de la hiperinflación. Ambos líderes de estos desprendimientos consiguieron los caminos verdes del exilio más o menos dorado (lo verde no se refiere siempre a la vegetación).

Luego vino el deslinde de algunos factores del llamado "Polo Patriótico", esa triste simulación de aliados revolucionarios. Hubo la ruptura del PCV y de un sector de Patria para Todos, que se expresó en la política de la Alternativa Popular Revolucionaria de poco potencial electoral, aunque mucha dignidad política.

Ahora identificamos voces y textos que insinúan una nueva oleada crítica. Las más destacadas son damas: Pascualina Curcio y María Alejandra Díaz, hasta ayer no más defensoras a ultranza del gobierno, pero que ya llevan varios meses analizando y denunciando el giro neoliberal del gobierno, especialmente en lo que se refiere a los derechos de los trabajadores, supuestos sujetos históricos de cualquier proceso de cambio revolucionario. Vi que algunos adelantados ya proponen a María Alejandra Díaz como candidata presidencial de una izquierda perdida.

Recientemente nos hemos enterado de los planteamientos de otros dos exministros, Elías Jaua y Reinaldo Iturriza, el primero dirigente nacional del PSUV hasta su reciente "ninguneo". Ambos han publicado sendos libros donde hacen la denuncia (de una manera bastante enrevesada) del giro neoliberal del gobierno, aunque reproduciendo, al mismo tiempo, la justificación "antiimperialista" del mismo, con una larga relación de las agresiones norteamericanas y las locuritas violentas de la oposición de control remoto. Igualmente, un "análisis" del período de Chávez como presidente en la cual se destacan sus logros en materia social reflejados en el índice de Gini y el nivel de vida en general, conseguido por el uso del ingreso petrolero y la reanimación económica en otros sectores (Jaua menciona el agrícola).

Por un lado, Elías Jaua en su libro "Venezuela siglo XXI, transformación, conflicto y agenda para el porvenir" dice: "Si concordamos que una política neoliberal persigue de manera prioritaria alcanzar un déficit cero y lograr la reducción de la inflación a un dígito, mediante una drástica contracción de la liquidez monetaria que limite la capacidad adquisitiva de los trabajadores y trabajadoras, en el marco de la implementación de medidas orientadas a la liberación financiera y comercial, la flexibilidad laboral, la privatización de la gestión y/o propiedad de los activos públicos y la desregularización del mercado en general, debemos concluir que la dinámica económica en la Venezuela de este tiempo, tiene un marcado rasgo neoliberal, con algunas variantes en el ámbito social (Jaua, 2022: pag. 44).

Por su parte, Iturriza afirma en el prólogo de su libro "Con gente como esta es posible comenzar de nuevo": "La idea de que el liderazgo político de la revolución bolivariana simplemente había decidido, en mal día, arrear sus banderas programáticas, renunciando en la práctica, y más allá de cualquier retórica, al socialismo del siglo XXI en tanto horizonte estratégico, para abrasar, sin más, el neoliberalismo, me resultaba no tanto insoportable, como puede serlo para el desengañado, sino sobre todo insuficiente. Tal prédica me parecía maniquea, engañosa, pero sobre todo salpicada de moralina, como cualquier prédica que pretende explicar el curso de las cosas políticas a partir de esa circunstancia maldita que es la traición. El problema es que el relato oficial, que en teoría ha debido servir como soporte argumentativo de las medidas que se estaban adoptando en materia económica, fundamentalmente a partir de 2016, resultaba tan o más insuficiente que aquella prédica y, lo que es peor, algunas de aquellas medidas eran aplicadas en un clima de mucha opacidad, en ocasiones sin que mediara explicación pública alguna. Invariablemente, pretendía justificarse la supuesta inevitabilidad de cualquier decisión apelando a la realidad agobiante de la guerra económica, el bloqueo o las sanciones económicas. Predominaba en el ambiente la firme sospecha de que una parte muy importante de la explicación que, en una democracia, merecen las mayorías populares, nos estaba siendo escamoteada deliberadamente, a lo que habría que sumarle el insoportable estado de resignación que induce la idea misma de inevitabilidad, de que no tenemos más alternativas que aceptar el estado de cosas, por más intolerable que este sea" (Iturriza, 2022: pag. 19).

Como se puede observar clínicamente, dada la retórica enredada con que hacen el señalamiento del neoliberalismo en la política del gobierno del cual se distancian, hay una negación psicológica. De alguna manera parecen justificar, por la vía del efecto de las agresiones imperialistas, o por lo que fuere, lo que ya han caracterizado como neoliberal, es decir, reñido con el discurso de Chávez e incluso con el de Maduro en otros momentos. Incluso Iturriza confiesa tener una resistencia emocional a creer lo que sus ojos les muestra.

A eso los psicólogos lo llaman "negación" y es la primera etapa de un duelo. A diferencia de los "chavistas críticos" de las cohortes anteriores, e incluso de la resolución y expresión directa de la Curcio y Díaz, Iturriza y Jaua prefieren períodos largos, extensas explicaciones, oraciones que son párrafos que nos dejan sin aliento, que sugieren aquel procedimiento que muchos llaman "dorar la píldora".

Las anteriores oleadas también sufrieron de ese duelo, que comienza por la negación. Y no se trata únicamente de la negación de una desviación (expresión que recuerda los análisis de Trotsky acerca del "Termidor" stalinista soviético), de un cambio de contenido de clase del Estado (que suena a análisis maoísta de la conversión de la URSS en "socialimperialismo") o de simple traición (lenguaje que a Iturriza le suena a "moralina"). La negación se expresa en esa creencia de que todo iba bien con Chávez y se jodió con Maduro por culpa del imperialismo y la derecha. Es decir, la negación se resuelve en la rabia contra el supuesto "asesino" o "traidor". Nunca una teoría de la conspiración como la del supuesto "asesinato de Chávez" ha sido tan funcional a una compleja situación psicológica: salvar a Chávez del desastre y el fracaso de sus propias decisiones.

Según la psicología, después de la negación y la rabia, viene la profunda tristeza que solo se resuelve con la aceptación, la resignación y la transformación subjetiva, el paso a otra cosa. El problema patológico se presenta cuando el duelo dura más de lo debido, lo cual es síntoma de un trastorno. La pérdida se ha confundido con una falta.

Explico en términos psicoanalíticos: la "falta" es el objeto inconsciente de deseo, lo que siempre buscamos y, precisamente por eso, nunca conseguimos, provocándonos una paradójica y permanente insatisfacción cuando supuestamente alcanzamos nuestras metas. La "pérdida" es más sencillo: es lo que tuvimos y disfrutamos (gozamos, sería el término lacaniano) y se perdió. Chávez fue algo así como el representante del objeto de deseo. Fue como el símbolo de muchos deseos, el significante flotante que lograba absorber el significado de todas las demandas y reclamos sociales de la Venezuela en crisis desde la década de los ochenta. Además, como solución a la insatisfacción propia de unas demasiado elevadas expectativas, el Comandante siempre pareció dar un paso adelante adicional. Con este desplazamiento programático e ideológico permanente era la representación perfecta de la falta. Pero de pronto…se fue. Ya no está. Murió.

No hay psique que acepte fácilmente una pérdida. Hay que negarla. Conspiraciones, asesinatos en la sombra ayudaron a pasar el dolor. También funcionan las fórmulas rituales: no está muerto, sino que vive en sus sucesores, en sus "enseñanzas", en los logros que evidentemente no le sobrevivieron. El dolor se debía convertir en rabia y odio hacia el Enemigo único: el imperialismo. El amor quiso hallar un sustituto, un factor de transferencia en el designado. Pero Maduro nunca pudo reparar la pérdida. Para nada sirve, todo lo contrario, disfrazarlo de Supermán con uniforme rojo y manopla de acero. Mucho menos, con la capa negra del Vampiro. Pero romper con él significa un nuevo dolor. Es tener que aceptar definitivamente la pérdida. La pérdida de Chávez.

Para muchos es sorprendente la persistencia del símbolo Chávez en las encuestas. Todavía alrededor del 35% de los venezolanos votaría por Chávez si él existiera. Mucho más que los que votarían por Maduro, aun aceptando que él no es lo mismo. En algunas encuestas el madurismo llega al 12% o menos. Es la diferencia entre el voto chavista y el madurista el residuo del duelo: la diferencia entre la pérdida (de un líder) y la falta (de un proyecto socialista). Todos sentimos la falta; algunos ya hemos aceptado y superado la pérdida.

Y aquí no funciona la autoayuda barata. Hay que atravesar el duelo. Diría el psicoanalista: hay que recuperarse y transformarse. Desechar las ilusiones, especialmente las del sustituto, las del impostor. Las del Supermán rojo que pretende llenar una falta sin fondo, sin haber siquiera podido reparar la pérdida.

Chávez se perdió; falta un proyecto socialista.



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Jesús Puerta


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