Ese largo trecho, es el camino del esfuerzo y el compromiso que siempre recorrieron los hombres y mujeres comprometidos con el Pueblo y con la Patria. Es ese camino de los largos grises, mezclados y confundidos, donde sólo la convicción del objetivo estratégico a perseguir, suplanta las dudas y aleja los temores. Pero si la especulación política irrumpe, ya todo se transforma en incertidumbre y dudas sobre los escenarios que se transitan, poniendo distancia con la realidad que se comprometen a modificar, por estar sujetos a la coyuntura. Transitar los grises es la determinación de la voluntad militante.
Nuestros Padres fundadores no dudaron en su determinación de lucha, ni especularon con los resultados de sus batallas, las enfrentaron con determinación y con coraje, poniendo en juego no sólo sus vidas sino las de los pueblos que confiaban en ellos. Así es como hoy tenemos Patria, aunque algunos quieran, como en todas las épocas, entregarla a la colonización desde una visión oligárquica e individualista de la vida, ajena al prójimo, aunque después se confiese religiosamente con pesar.
San Martín cruzó los Andes con miles de hombres y mujeres en batalla, Belgrano provocó el Éxodo Jujeño, una epopeya que marcó la historia previa a la Batalla de Tucumán, Artigas se retiró de Montevideo con miles de orientales en la Redota, una marcha hacia la libertad que fue un hito en la provincia oriental, Bolívar nunca asumió los cargos que se le ofrecían para seguir su derrotero de Liberación continental. Nunca dudaron, nunca descansaron ni se pusieron de rodillas ante el poder imperial. Construyeron la historia desde la convicción de un compromiso pleno.
Claro que hubo otros personajes que claudicaron ante el enemigo, entregaron armas y bagajes, despojaron la Patria dándoles la espalda a los Pueblos, desde Rivadavia con los ingleses y endeudando a generaciones, hasta Alvear entregando la provincia oriental a los portugueses, para vencer a Artigas. La historia continúa con la gesta patriótica de Rozas y la entrega asesina de Mitre a la Guerra de la Triple Infamia destrozando al pueblo paraguayo de la mano inglesa. Esos supuestos prohombres pueblan la historia argentina y se apropiaron de su relato colonizador. Civilización o barbarie expresó el desprecio de las oligarquías por el pueblo criollo y sufriente, reflejado en el Martín Fierro de José Hernández, patriota inclaudicable.
Cualquier semejanza con la actualidad, es la continuidad histórica de la dependencia colonizadora de un sector de la oligarquía argentina, aliada como siempre al poder imperial que irrumpe en cada etapa en que nuestro país, logra avanzar en su proceso de independencia y soberanía nacional. Esos sectores coaligados con las fuerzas que les otorga su alineamiento con los enemigos de la Patria, es el que pone en vilo las fuerzas en disputa, tensionando la política hacia la violencia, consolidando su poder institucional dependiente, que es manejado por el poder real económico financiero mediático, que arrasa las leyes, debilitando la democracia y borrando la voluntad popular.
Esa continuidad es la que hoy opera en la Argentina en la supuesta grieta que no es tal, sino la conformación de fuerzas con objetivos diferentes, modelos de construcción distintos, que en algunos casos incluyen un destino como Patria con miradas confrontadas, pero que en otros directamente son la entrega del patrimonio nacional y la claudicación de nuestra soberanía. Es la diferencia entre adversarios y enemigos que debe darse en la identificación política, para no caer en consensos con los enemigos y sí en cambio, negociar con los adversarios, desde un concepto patriótico, aunque por caminos diferentes. El enemigo es colonizador y responde a terminales externas, con diseño propio de injerencia política y saqueo económico de los bienes soberanos de la Patria.
Las políticas de consenso con el enemigo consolidan al poder real, impiden la ejecución de decisiones políticas propias, limitan la ampliación de derechos, permiten el manejo indiscriminado de las instituciones en beneficios de las minorías dominantes como sucede con la Corte Suprema y el servicio de Justicia, abandonando el bien común, de las mayorías populares, obligación plena e indelegable del poder político emanado de la voluntad popular. Cuando eso no sucede, los mecanismos democráticos se vuelven formales y vacíos de contenido.
Los argentinos no sólo debemos decidir en los procesos electorales, sino asumir los compromisos que devienen de la expresión popular, del poder de la Comunidad Organizada que debe tutelar el funcionamiento de las instituciones y presionar, movilizando con organización, el cumplimiento de las leyes y las obligaciones del conjunto de los argentinos, sin que sectores de poder empresarial, financiero, mediático puedan operar la margen de las leyes, colocando al pueblo como rehenes de sus intereses.
Es un tiempo difícil, el enemigo atenta contra el movimiento nacional y popular en cualquiera de sus variantes, no hay en sus estrategias diferencias entre tibios y combativos, como lo demuestra la historia de las persecuciones al movimiento nacional, que ha operado sin discriminar en su afán de borrar al peronismo de la faz de la historia. Es que el peronismo es la valla que se erige como muro impasable, en la destrucción de derechos sociales y en la defensa de la soberanía nacional, lo cual se vuelve intolerable para los enemigos de la Patria.
Por esa razón los tiempos que apremian hoy, no son electorales, son económicos sociales de urgente resolución aún en medio del ataque empresarial, inflacionario y golpista, debiendo el Gobierno dar una batalla a fondo, aplicando las leyes pertinentes antimonopólicas y de defensa de la democracia, que aunque la Corte Suprema corrupta intente evitarlo, pero dar testimonio que la única lucha que se pierde es la que no se da. En el peronismo no existe en hecho de bajar los brazos, ni la resignación como expresión política, porque el pueblo ni se resigna, ni se cuestiona, sino que avanza día a día en la defensa de su vida cotidiana, con esperanzas de superar las etapas críticas que le tocan vivir.
Ese pueblo al cual nos debemos y formamos parte, nos está exigiendo respuestas profundas que impliquen no sólo frenar el golpe de estado en marcha desde hace meses, sino dar instrucciones severas de intervenir como estado, en las maniobras desestabilizadoras empresariales que generan la inflación y en un enfrentamiento a la Corte Suprema que desnude su accionar mafioso, al servicio de intereses extranjeros en un etapa patética de su vida institucional. En esa acción el pueblo movilizado será la base de sustentación necesaria para superar la asimetría de poder que existe entre el poder real oligárquico y extranjerizante y el Gobierno electo por el pueblo. Sólo el Pueblo salvará al Pueblo.