Simón Rodríguez como fuerza y motor de la Doctrina Bolivariana

Epígrafe
 
"Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español", el Libertador y Padre de la Patria, Simón Bolívar
 
Simón Rodríguez, a quien el Libertador llamó “filósofo consumado” y “el Sócrates de Caracas”. Sócrates fue el maestro más extraordinario del mundo pasado y futuro. 
 
Rodríguez en las historia de las ideas del siglo XIX ofrece luces para entender el compromiso histórico que aún tenemos con NuestraAmérica y en especial con la Venezuela Bolivariana. Su obra es una auténtica constelación de análisis, de un filósofo y maestro dialéctico.
 
Se desprende del genio de Rodríguez que: 
 
“No quiero parecerme a los árboles que echan raíces en un lugar y no se mueven, sino al viento, al agua, al sol, a todo lo que marcha sin cesar”. 
 
Nació en Caracas en 1771 y murió dentro de la misma pobreza en que nació, en Amotape, al norte de Perú, en 1854. Durante su vida pasó también como el seudónimo de “Samuel Robinson”.
 
Demostró que el drama de una pobreza tenaz no afectó su ancho  espíritu, no envolvió la derrota, sino que genera en él la fortaleza moral que, erguida permite comprender mejor a la especie humana y trajo consigo una excepcional energía como reacción ante el infortunio.
 
“Hay ideas que no son del tiempo presente, aunque sean modernas, ni de moda aunque sean nuevas. Por querer enseñar más de lo que todos comprenden, pocos me han entendido, muchos me han despreciado y algunos se han tomado el trabajo de perseguirme”, dijo.
 
Nada adverso puede en él forzarlo a retroceder ni en el escribir ni en el pensar. “Aquí no hay ni un pan”, lanzó esta frase. “¡Sí Bolívar me viera!”, llegó a exclamar.
 
Y cuando le llegan los momentos preagónicos en Amotape, con rebeldía dijo ante el cura que trató de arrancarle una confesión: 
 
“¡No tengo más religión que la que juré en el Monte Sacro con mí discípulo!”. 
 
Sobre ese juramento que profirió hace más de 200 años, el Libertador Simón Bolívar ascendió en compañía de su maestro Simón Rodríguez a la histórica colina romana, el Monte Sacro, y allí juró luchar sin tregua por la libertad de Venezuela.
 
Las narraciones históricas dicen que al caer la tarde, Bolívar y Rodríguez admiraron el crepúsculo y la ciudad a los pies del monte. Los ojos de ambos recorrieron el amplio paisaje que se les ofrecía ante ellos, y Bolívar recordó el campo y el paisaje venezolano, con un sentimiento de profunda ansiedad por la libertad de Venezuela, diciendo en voz alta y con firmeza:
 
"Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por la Patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
 
El otrora joven Bolívar cansado de las injusticias juró, en el histórico Monte Sacro, liberar a NuestraAmérica de las cadenas opresoras del imperio español. Ese espíritu de lucha por la causa libertaria, continúa latente en los corazones de los que amamos la Patria Bolivariana.
 
En fecha 15 de agosto de 1806, para ese entonces, Bolívar contaba con 22 años de edad y no solo fue por el fragor de la juventud que hizo ese juramento, sino porque así lo sentía. El Juramento del Monte Sacro es un legado de más de dos siglos enunciado por un joven de ideas revolucionarias que maduraron hasta forjar un proyecto de libertad continental, con alcance social y moral para todos sus conciudadanos. Este hecho, fue un reto fundamental que permitió iniciar una gesta independentista y así convertir los pueblos de América Latina y el Caribe en un territorio libre e independiente.
 
Este Bolívar nos recuerda esta expresión: "Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes, y los que han leído el Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil", dijo Salvador Allende, en la Universidad de Guadalajara, quien también afirmó “algún día América tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido. Una voz que sea respetada y oída porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino”.
 
Pues bien, el Robinson de Bolívar se alzó por encima del hambre y también mucho más allá de su desaparición física. Mostró un entendimiento preclaro no solo por Bolívar sino también por el amor a la Patria, en el propio momento, inclusive, en que se abría las puertas de su tumba. Escribió hasta los 80 y muere joven de mente y espíritu. 
 
El contexto de la época lo deja en evidencia José María Vargas en 1806 al escribir dado que no era la universidad la que educaba sobre lo nuevo: 
 
“Cuán desgraciado fui en haber nacido en mí país. Seguí gramáticas latina, filosofía experimental sin experimentos, matemáticas hasta donde pude internarme sin ayuda de peritos; cuatro años de medicina, con un maestro inepto del todo, sin ciencias accesorias, sin conocimientos de anatomía, física y botánica”. 
 
Rodríguez que descubrió a tiempo su intelecto, se nutrió de los enciclopedistas que llegaron a Caracas sobre todo en las embarcaciones de la compañía Guipuzcoana o desde las vecinas islas del Caribe como contrabando. En esas páginas aprendieron a ser libres tras la lucha por la independencia.
 
“Para contar con una mayoría de hombres sensatos en la sociedad, es menester cultivar la razón en los niños, haciéndoles aplicar el raciocinio a los asuntos sociales de su edad”, precisó. 
 
Luego, indicó, “de los viejo, nada nuevo puede esperarse; de hombres, puede esperarse algo; de jóvenes, mucho; de niños, todo. Quien los guíe, piden los niños”. Los niños y niñas han de ser educados para que piensen en el bien común, en el bien de todos y todas, en la solidaridad, en el humanismo, en la paz y el amor.
 
Así pues, erige esta lapidaria frase: 
 
“Hay que enseñar a raciocinar; que los niños sean preguntones”.  El raciocinio honra la necesidad de enseñar ciencias con exactitud, al margen de los dogmas. 
 
Censuró al expansionismo del eurocentrismo. Las ideas en NuestraAmérica en el siglo XIX advierten que la parte del mal llamado “nuevo mundo” (poblado desde hacía 15 mil años) colonizado por España y Portugal, estuvieron en la más extraña aventura: tratar de deshacerse de la propia formación cultural, para adoptar la otra (transculturización) que trajeron los colonizadores. Por eso, llegó a exclamar con firmeza “¡América tiene que ser original”!.
 
Muchos intelectuales y políticos de la época ya habían sido seducidos por el colonizaje que comenzaba a acelerar el eurocentrismo y aunque había surgido la doctrina Monroe en 1823, al escudriñar la historia se corrobora que tanto la Revolución Francesa como la Declaración Americana, están circunscrita solamente al grito de libertad, pues en esencia en su fragor era ya un fruto de una digestión de las clases dominantes. Esto no ha variado en nada. Por el contrario el dominio del opresor se ha profundizado, incluso allende de los mares.
 
Es como si en ese poderío omnímodo del salvajismo de unos pocos se hubiesen puesto de acuerdo para adormecer a la especie humana y manipularla a su antojo, siempre conforme a sus intereses. Existe en la historia una maraña de perdición. Y al mismo tiempo están como Rodríguez y otros tantos hombres y mujeres, tras el intento de devanar los conceptos de libertad e independencia que entrañan a lo humano, que han sido convertidos en términos metafísicos e irreales, para justificar más perdición, más control y más dominio sobre el género humano.
 
Rodríguez se sitúa en contra posición a las tendencias aburguesadas del resultado de las revoluciones que buscaron a ultranza repartirse el planeta Tierra, al proponer una suerte de contrarrevolución opuesto al desmedro de los pueblos de NuestraAmérica, y a tina otra frase lapidaria: “La América española es original; originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales los medio de fundar uno y otro. ¡O inventamos, o erramos!”. 
Sostiene la tesis de que hay que ir al razonamiento, a la restructuración del carácter. “Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad”, advierte, y “¡Una voluntad recia, orientada por certero burilar educativo, da por consecuencia un Simón Bolívar!”.
 
Es apreciable que la Doctrina Bolivariana en su doble concepción que marca, traza el camino desde la cosmovisión del conocimiento, que va más allá de todos los campos de la vida, que trasciende como un valor consustancial a la especie humana, es el fragor, la semilla que debemos poner a germinar y cosechar hombres y mujeres probos y facultó, abnegados por la Patria Bolivariana; luego también la Doctrina Bolivariana, en esa doble concepción, es acción, pues se traduce en la práctica. “Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga”, dijo Rodríguez.
Hay que visualizar el poder del hombre y la mujer en el discurrir de la historia, que en última instancia es su propia historia, toda vez que como apunta el inmortal Rodríguez, “los hombres que figuran en las revoluciones son motores, no actores”.
 
De la misma manera sobre el papel de los y hombres y las mujeres en la historia, Carlos Marx, precisa: “El hombre hace la historia, pero sometido a circunstancia dadas”; entre tanto, Federico Engels, escribió: “La historia la hacen los hombres, no siempre de acuerdo totalmente con su voluntad, sino en función de un paralelogramo de circunstancias”.
 
Rodríguez refuta que aún no hemos alcanzado la libertad, En ese sentido, indica: “Somos independientes, pero no libres, dueños del suelo, pero no de nosotros mismo. Otras fuerzas de las que empleamos para emanciparnos, debemos emplear para libertarnos: la de la razón”.
 
A la luz de estas apreciaciones del Maestro de Bolívar, en el marco de la historia de la civilización y la cultura de Nuestraamérica encontramos como respuesta la Doctrina Bolivariana, cuyo contenido esencialmente es un canto a la paz, a la fraternidad, a la unión, solidaridad y humanismo, que en esta hora menguada que vive la humanidad aparece como un punto de cohesión, de unidad, para alcanzar una vida en la que todos y todas podamos vivir como lo que somos: seres humanos.


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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