La profesora Alba Lía Barrios publicó en la década de los noventa, un pequeño y sustancioso ensayo titulado “Aproximación al suspenso”. De ese texto me quedó presente la metáfora clave, la espada de Damocles, que revela el concepto del efecto de expectación en el lector (o espectador de películas) mediante una dosificación adecuada. La espada de Damocles era un arma inmensa, bien afilada, que pendía sobre la cabeza del rey Dioniso de Siracusa, sostenida únicamente por un cabello, amenazándole con un golpe mortal. Todos, menos el monarca, lo sabían. En cualquier momento, aquella hoja de metal caería sobre el pescuezo del soberano y cumpliría su función homicida. Bastaría que…
Así estamos muchos venezolanos en estas semanas. Aparte de los inmensos suspensos que vivimos en el mundo de vida cotidiano (¿pagarán? ¿cuánto? ¿alcanzará? ¿se irá la luz o el agua? ¿me enfermaré?), los venezolanos y venezolanas hemos quedado en suspenso sobre dos temas que han encabezado la agenda pública desde noviembre: la suerte del diferendo acerca de la Guayana Esequiba y la de la candidata inhabilitada de un sector importante de la oposición venezolana.
El Referendum se llevó a cabo, con varias motivaciones y objetivos. Uno, el más inmediato, desplazar del centro de la agenda pública, el éxito de participación y movilización en las primarias de la oposición, que ungieron como candidata, con un baño de multitud, a la señora Machado. Dos, aceitar y probar la maquinaria del PSUV-gobierno, y tratar de mostrar, así fuera metiendo embustes, que el respaldo es millonario en votos. Tres, tratar de mostrar a propios y extraños un apoyo masivo a ciertas líneas de acción frente a la disputa por el Esequibo: rechazo a la jurisdicción de la CIJ, apoyo al Convenio de Ginebra para resolver por vía diplomática el asunto, rechazar las acciones de Guyana de licitar bloques de exploración y explotación en la proyección atlántica de la zona de reclamación, donde ya se sabe que hay una jugosa reserva de petróleo y gas y, tal vez la más “agresiva”, crear el estado Esequibo, darle la cédula a sus habitantes y emprender algunos planes de ocupación, como los que, a los pocos días, anunció el Presidente Maduro: Plan Vivienda, etc.
El asunto del número de votantes y la credibilidad del CNE pronto fue desplazado por un nuevo giro de la situación, cuando, a instancias de Cuba y Brasil, y cierto empujoncito de China y Rusia, se acordó una reunión de los dos presidentes, Maduro y Alí, para este jueves 14 de diciembre. La conversación en sí ya es un logro y un alivio, dado el contexto de amenazas de participación bélica del Comando Sur de los Estados Unidos (que además podría construir una base militar en el territorio en disputa), el movimiento de tropas brasileras a las fronteras de Brasil, Guyana y Venezuela y la amenaza de un amago de conflicto que, de paso, constituiría el pretexto ideal para postergar indefinidamente las elecciones en Venezuela. Por otra parte, ha habido declaraciones no muy prometedoras que se diga. Ya el presidente Alí dijo que no se conversará sobre los límites entre los dos países, desconociendo otra vez el Convenio de Ginebra. Es deseable que la parte venezolana evidencie su representatividad nacional con una composición que incluya a personeros más allá del gobierno, y que se reitere acerca de nuestros derechos legítimos sobre el Esequibo y la reafirmación de a vocación pacifista y respetuosa de las normas internacionales. En todo caso, el diálogo le baja dos a la escalada que ya ha afectado el valor de las acciones de la EXXON y ha preocupado a las Cancilleríaa china, rusa, colombiana, brasilera y norteamericana. De hecho, a la reunión asistirá, como delegado del presidente Lula, su canciller Celso Amorim, justo después de que otro ministro del gabinete brasilero ha declarado que lo del Esequibo es “una maniobra política de Maduro”, frase que se ha interpretado como si el gobierno de nuestro inmenso vecino desvaloriza las acciones y medidas del presidente venezolano.
Por otro lado, casualmente, el día después, el 15 de diciembre se vence el plazo, establecido en los famosos acuerdos de Barbados entre la oposición y el gobierno venezolanos, para introducir unos recursos jurídicos para resolver la cuestión de las habilitaciones. Ya parte del suspenso se resolvió: la señora Machado anunció que no recurrirá ante el TSJ (un TSJ controlado por el Partido-gobierno), simplemente porque a ella no la han notificado oficialmente de su inhabilitación, y continuará sus giras nacionales, marchas y mítines, con la perspectiva de que se inscribirá como candidata presidencial.
Lo interesante de ambos suspensos, es que el juego continúa, no se ha trancado aún, y son muchas las cosas que de aquí a su desenlace pueden ocurrir. Del diálogo Venezuela/Guyana sería muy bueno que saliera la reafirmación del camino de las conversaciones y el acuerdo. Las formas concretas de ese acuerdo no podemos saberlo, y no lo sabremos por un período indeterminado. El olfato nos indica que los tiros pudieran ir por una fórmula de obtener Venezuela unas regalías sobre la explotación de hidrocarburos en la zona en reclamación, a cambio de detener la ocupación directa y militar por parte de las autoridades venezolanas. De hecho, por ciertas declaraciones oficiales, pareciera que el interés del gobierno venezolano es, más que nada, obtener beneficios de la explotación del petróleo y el gas de las zonas marítimas en reclamación, mediante licitaciones a transnacionales norteamericanas y chinas. A veces da la impresión de que estamos en una competencia a ver quién le da más concesiones a las compañías petroleras. Obtener esos beneficios, además, le daría una “ayudita” adicional a la estabilización del gobierno del PSUV, en medio de la flexibilización de las sanciones norteamericanas a cambio de petróleo. Incluso pudieran hacerse pertinentes las propuestas acerca de una zona de protección de la selva y su población aborigen con una administración conjunta. Quizás. Pero esto último es mucho menos claro. El enfoque de todos los actores principales de este drama es extractivista, y no precisamente ecológico.
En cuanto a lo de las inhabilitaciones, si el gobierno no recibe mayores presiones de los norteamericanos, no veo “un final” feliz para la señora Machado. Eso de hablar más suavecito no es suficiente “incentivo”, en lenguaje de los especialistas en “transiciones”, como para que la cúpula del PSUV ponga el pescuezo en la guillotina. Ese juego (que sí está trancado) obligará a un mecanismo para elegir un delegado, quien tampoco estará a salvo de las maquinaciones perversas del gobierno.
Por cierto, los seguidores de la señora Machado están sufriendo ahora una fiebre “mileísta”. Puro contagio por el error óptico de confundir peronismo con chavismo, y el anarcocapitalismo del argentino con la restauración goda de la señora Machado, frustración, rabia y odio mediante. Ya el propio Milei ha matizado bastante sus estridencias de campaña, puro marketing para identificarse con la rabia extrema de los argentinos que ya se expresó una vez, en 2001, contra todos sus políticos, en aquella consigna “que se vayan todos”, cantada justamente contra un gobierno neoliberal. El ajuste de Milei es “brutal”, como él mismo lo reconoció. Como lo han sido todos los ajustes que ha sufrido el pueblo argentino (y ecuatoriano, y boliviano, y brasilero, etc.) desde los noventa. Argentina tiene un raro parecido a nuestro país en lo de la hiperinflación y las crisis de impago de deuda externa que, en el caso de los pibes, se ha llevado por delante el sistema bancario. También tiene un cierto parecido por haber tenido un presidente de grandes patillas que, después de contar con su partido populista, aplicó un ajuste que no pudo nada contra la inflación de tres dígitos, devaluación bestial de la moneda nacional, desastre financiero y hasta aquel recordado (¿?) “corralito” que impidió a los boludos sacar sus realitos de los bancos. En Argentina se han ensayado todos los remedios del neoliberalismo, incluso la “Caja de Conversión” para arreglar los famosos desequilibrios. Y acumuló rabia y odio y locura entre los pibes, a pesar del sabio Charly García.
En este sentido, no entiendo muy bien qué nuevo ajuste se le pueda aplicar a Venezuela, de acuerdo a los fervorosos de Milei. Ya la dolarización la aplicó Maduro, y Milei lo anunció en su campaña como una gran cosa. El Banco Central no tiene autonomía desde los tiempos de Chávez. La privatización, los estímulos al capital extranjero, la precarización y la abolición de los derechos laborales y los salarios para ofrecer una fuerza de trabajo baratísima al gran capital, han caracterizado al país desde hace años. Y si vamos al exterminio de los derechos sociales, que anuncia con bombos y platillos el patilludo de Buenos Aires, yo podría invitarle a la situación de la salud y la educación en este país. Si vamos al elogio de los militares del país, que en Argentina desaparecieron a millares (que Milei elogia como acción de guerra contra los “rojos”), aquí los “milicos” son, además de jefes políticos, empresarios “de éxito” (dígame en el área minera y en general en su ZEE particular). De modo que Maduro ha sido en realidad un Milei, sin haber leído una línea de Hayek, Nozick y otros. Por eso sigo sin entender la alegría de los seguidores de la señora Machado (y ella misma) con el argentino patiludo. Eso debe formar parte del “suspenso” de esta horripilante película de Hitchcok. En lo único que coincido con Milei, es en el gusto por “La balada de un loco”, un tango que escuché por primera vez por un cassette que me regaló una linda chica de la que me enamoré sin calcular que en un mes se casaría con otro pibe.
En fin: seguiremos en suspenso, no solo por todo esto que he escrito, sino por la luz, el agua, la comida, la salud, el bono de nuestro resuelve que cae por estos mismos días, etc. Todas esas cosas que son decenas de espadas de Damocles que tenemos pendiendo de un cabello todos los venezolanos sobre nuestras cabezas