Omitiré nombres, no vaya ser que terminen echándome a mi culpa. Pero sí comentaré algo que, pese el nivel académico de los personajes envueltos, donde hay hasta un filósofo, me resultó risible enterarme que, éste, el filósofo, al intentar explicar las razones por las cuales Maduro ha estado dos períodos en el poder y podría continuar, se desentiende del problema a ser estudiado con detenimiento y en profundidad, como corresponde a la filosofía, la historia y la academia, sentenciando, según quien escribió el artículo donde ese tema se trata, que "todo es por culpa de Maduro".
Por cierto, vale la pena destacar aquí la opinión de Daniel Erikson, quien en marzo sustituirá a Juan González, como jefe del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, quien dijo hace dos días, "Maduro todavía tiene el control sobre las Fuerzas Armadas, sobre el petróleo -aunque Venezuela produce menos y menos cada día- y está en crisis, (pero) puede durar mucho tiempo más al frente de su administración".
No creo que el filósofo haya filosofado lo suficiente para darle respuesta al asunto. La lucha por el poder, las guerras, el boxear y jugar al futbol, enfrentan a factores que tienen como metas salir gananciosos o simplemente, en este caso hablo de los dos deportes, pudiera ser sólo por competir, pese se sepa que no se podrá ganarle a su rival, dada la mejor preparación de éste. Dicho así para no hacer una valoración que pudiera ser indelicada. Aunque en política hay muchos que participan sabiendo no obtendrían el respaldo necesario para acceder al poder en lo inmediato, pero sí para dejar su impronta.
Quien le responde al filósofo, advierte a los lectores que este es su amigo, un personaje lleno de pergaminos, lo que pudiera acartonar y sostiene que no, no todo es culpa de Maduro, hay de parte y parte. Pareciera privilegiar lo de la amistad, cuando siendo ambos de tan alto nivel, una discrepancia, por muy fundamental que sea no es motivo para incomodarse y menos incomodar.
El primero, el filósofo, pareciera ser muy rígido, quizás por lo acartonado y, lejos de atender siquiera a la dialéctica hegeliana, y con esos instrumentos analizar la historia con equilibrio y sin apasionamientos pero sí, sin duda, de acuerdo a sus particulares intereses, que pudiera ser su deseo que esa oposición que defiende y excusa llegue al poder en lo inmediato, no duda en culpar a Maduro que los suyos sigan de perdedores. Estos no tienen ninguna culpa, pues no sabiendo qué hacer o haciendo todo mal y hasta al revés, como dicta un riguroso análisis filosófico, salen derrotados además por las artimañas del enemigo. Entonces, filosóficamente hablando, el ganador, al margen de las armas y artimañas que este use y hasta por ellas, es "culpable" de la derrota de su oponente.
El segundo, quien discrepa del filósofo, pero filosofando, poniendo en la balanza la conveniencia de conservar buenas relaciones, que se pueden mantener sin hacer concesiones indebidas o por lo menos ajenas al buen filosofar, trata de conciliar admitiendo que la permanencia de Maduro en el poder es culpa de los dos, oposición y gobierno. Algo así que, pudiera no ser nada filosófico, porque según ciertas escuelas, solo filosofan los sabios y quienes hablan con la lengua enredada y dicen frases incomprensibles para el común de la gente, lo que no es más que incompetencia comunicacional, Maduro no ha derrotado a su oponente porque ha sido lo suficientemente superior a él, aunque se crea usa artimañas, sino que en ese "triunfo" suyo tiene parte de culpa, la comparte, quizás mitad y mitad, con su o sus oponentes.
Es como un bello gesto que intenta emparejar las cargas, equilibrar la balanza y que las relaciones entre ambos no se rompan por discrepar hasta muy sustancialmente en un tema trascendente.
Por creer aquello, por algo que argumentó el Filósofo, se defendió conciliadoramente, diciendo "Quiero aclararle, y al mismo tiempo hacerlo a todo el mundo, que no considero que la culpa de la permanencia de Maduro en el poder y su ejercicio, sea de la oposición y no del régimen. Lo he dicho, lo he escrito mucho: el gobierno es responsable primario de lo que hace y en ese hacer se incluye sus acciones para mantenerse en el poder. De eso no puede haber ninguna duda".
Es decir, si buscamos culpables que Maduro siga siendo presidente, no hay vuelta de ojo, la culpa es del gobierno y es más, quien dude eso es un idiota y no un filósofo o por lo menos un académico. Pues Maduro, debe hacer lo necesario para que le ganen las elecciones y hasta le saquen del poder antes de tiempo. Quienes no somos filósofos ni académicos, no tenemos que opinar, pues aquellos tienen agarrada, no la sartén por el mango, dado que esto no es académico ni profundo, sino de lo balurdo del lenguaje coloquial, la verdad encerrada en un tubo de ensayo. Sólo que uno es radical y el otro, por cuidar la amistad y hasta por admiración de quien discrepa, busca un empate. Como quisiera que hiciese Maduro, ponérsela fácil a la oposición para que le gane.
Decir que la oposición de la extrema no es culpable de sus derrotas o, que la culpa la comparte, mitad y mitad, justamente, con el gobierno, no tiene validez ni que eso lo diga un filósofo. La función de la oposición y de los partidos es llegar al poder. Y quien este ejerce, defenderlo a como dé lugar y se lo permitan las circunstancias. El gobierno de Maduro, por muchos motivos, más allá del ejercicio del poder mismo, se siente obligado a defender su estatus, rol y para eso hará lo que sea necesario y posible. Todo gobierno procede de igual manera; unos están más interesados en su permanencia que otros; eso depende de factores de diferente índole. Y la oposición, más si valora muy mal al gobierno, está obligada a hacer lo necesario y pertinente para derrotarlo, sustituirlo y para eso debe, en la Venezuela de ahora, proceder en función de la legalidad y las acciones que indican la realidad y hasta los componentes del conflicto.
Que esa oposición se haya fragmentado al máximo, no es culpa del gobierno, es una meta que, elementalmente, éste debe buscar, como colocarle adentro un catalizador, para apresurar y profundizar su debilitamiento. La oposición también tiene el derecho y hasta el deber de hacer lo mismo. Usar formas, asuntos, elementos extraños, sin cabida en la realidad, que lejos de ayudar a lograr las metas, las aleja, es culpa de quien eso hace y no del otro.
En el combate, cada uno de los contendientes, se valen de las formas pertinentes, las permitidas y hasta el simple alcance, dentro de sus circunstancias, como hacer hasta trampas, movimientos engañosos, atacar por la espalda, golpear con lo que le sea permitido, para vencer a su rival. El del otro, es hacer lo mismo y esto pasa por cuidar que su contrario no se le adelante y sea más eficiente y "ríspero", en pleno combate, como le gustaba decir, no a un filósofo, sino a "Joselo" Díaz. Aunque alguien muy quisquilloso a ambos los califique de inmorales.
No hay duda, para ser equilibrado que, ambos factores han hecho de todo, lo legal y no, en este abierto y hasta rudo combate por el poder.
Sería como impertinente y nada filosófico, pero sí muy infantil, que digamos que el juego de fútbol entre Venezuela y Paraguay lo perdimos por culpa de este. Pues ellos están para meter goles y evitar se los metan y lo mismo nos corresponde a nosotros.
Que el gobierno, según determinadas percepciones, se salga del marco legal, no es valedero para decir que se mantiene en el poder "por su culpa", pues eso es lo que quiere y hace todo lo necesario y a su alcance para lograrlo. Más si esa oposición, por años, ha venido haciendo lo mismo. ¿Que fueron las guarimbas y demás que todos conocemos, sino asuntos ilegales?
Quienes no han sabido hilvanar el juego adecuado, son culpables de sus derrotas, más si en momentos, las circunstancias les han favorecido. Es bien sabido, pues bastante vimos y se ha escrito, de los garrafales errores de la oposición desde el 1999 y también de los cometidos por el gobierno que la oposición no ha sabido aprovechar. Como los resultados electorales del 2015 que le dieron a la oposición una contundente victoria y se dejaron acorralar o más se acorralaron por las acciones del gobierno que, habiendo llamado a una elección constituyente para deshacerse de ese poder y hasta incomodidad, en lugar de participar, como lo demandaban los recientes resultados electorales, se abstuvieron y optaron por lo de presidencia interina.
Es decir si tú oponente hace movimientos y los hace porque puede, nada se lo impide, pese uno piense que está prohibido, como una falta en el fútbol que el árbitro no cobra, al margen de cualquier consideración, para golpearte, acorralarte, tu deber es defenderte acertadamente y hasta pasar a la ofensiva, si no lo haces es porque te faltan cualidades y, siendo así, habiendo necesidad de buscar un culpable, ese serías tú mismo o tu entrenador, que no lograron el nivel pertinente.
Una de las causas por las cuales Maduro está en el poder y, como dice Erikson, "puede durar mucho tiempo más al frente de su administración", está en la división de la oposición, y pese se hable de alacranes y maniobras de Maduro para acelerar ese proceso, no se le puede culpar a él, pues hace los movimientos que le dicta su percepción y conveniencia para lograr su meta o propósito que es derrotar a su oponente. De modo que razonar en contrario no es nada filosófico y tampoco académico. Pues están muy alejados del mundo real.
Es como infantil, nada ingenioso y menos sabio, esperar que Maduro haga o deje de hacer cosas que puede, nada se lo impide, tanto que las hace, pese se aleguen razones del derecho, digamos que la oposición fue derrotada, no por su incapacidad para defenderse, sino por culpa de su contendor, siendo que ambos luchan por la misma meta y ganan quienes tienen mejor armamento, más fuerzas y hasta, por encima de todo, mayor visión en el combate. En medio de dificultades, los españoles no perdieron en Ayacucho por culpa de "Toñito" Sucre, sino porque este, teniendo menos recursos, les derrotó por ser mejor guerrero e hizo lo que en la guerra debe hacerse.
Las culpas de las derrotas hay que buscarlas en las debilidades de los derrotados.
Es, además, culpa de la oposición de la extrema, no haber iniciado una revisión para depurarse de concepciones que, hasta EEUU, no está dispuesto asumir por ahora y una dirigencia por demás incompetente. Buscar la culpa de mis errores en el contrario, quien está allí justamente para derrotarme, valiéndose de lo que pudiera hacer y yo se lo facilite, no parece sensato, ni que lo digan Sócrates, Platón y Aristóteles juntos o al alimón.