Se alzaron al son de conga en Cuba y retumba en Venezuela

Al grito de "corriente y comida" y "patria y libertad" se alzaron en Cuba.

Protestaron en Santiago, El Cobre, Santa Marta y Bayamo donde encarnaron las estrofas de su himno nacional:

mientras en Santiago se imponía la conga: "no hay comida, no hay corriente, pinga pal presidente..."

 

De nada valieron las medidas "ejemplarizantes" contra los manifestantes del 11 de julio del 2021. Por el contrario, este #17M irrumpe a ritmo el hartazgo cubano para puncionar otra vez el miedo: "Y me boté pa la calle. Oye, yo me erizo"... "Y la culpa es del bloqueo. Oye, yo me erizo". "No se le puede echar la culpa de todo al embargo", dijo Fito Páez, y le censuraron el documental "Fito en La Habana". "Oye, yo me erizo".

Dicen que la revolución es una fiesta, o no será, pero es difícil predecir si esta festividad contestataria servirá para galvanizar el hastío en nuevas irrupciones de protesta que viabilicen una revolución. Lo que si movilizará seguro es al aparato represivo para tratar de alcazar una rebeldía popular que, una vez mas, los ha rebasado.

Las imágenes, consignas y protestas del pueblo cubano al ritmo de conga contestaria, se proyectan por las redes sociales sobre una Venezuela en preámbulo "electoral". Igualmente asediada por apagones, pulverización del salario, colapso de los servicios, hambre, éxodo migratorio, y "crisis humanitaria multidimensional", es inevitable hacer paralelismos y llegar a la conclusiones similares: si, ambos países son víctimas de un bloqueo, pero ambos también comparten modelos políticos detrás de los cuales se parapetea una casta burocrática contra la expresión democrática de sus pueblos.

Es el caso que ambos modelos, con sus particularidades, privan de valor al voto como ejercicio de la soberanía popular: las elecciones no son una oportunidad para que sus ciudadanos ejerzan una instancia política para construir su futuro—con o sin el castrismo, con o sin el madurismo—sino como demostración de que sus ciudadanos no tienen otro futuro mas que el madurismo o el castrismo. Como en Rusia, los autoritarismos venezolano y cubano, ofrece un eterno presente, en el que el futuro y el pasado se disuelven sin dejar rastro, y en el que no puede imaginarse un sistema político distinto al que ellos ofrecen. Como el poder es su único escudo ante el temor de un futuro que les reclamará sus desmanes, están obligados a privar al país también de futuro.

Reducir las elecciones a un ritual, sin embargo, no significa que carezcan de sentido. Como los servicios religiosos, las contiendas deportivas, o cualquier otro ritual, el madurismo se ve a obligado a celebrarlo, no solo porque votar es un arraigado rito de la cultura política venezolana, al que se acude periódicamente para renovar el pacto social de la nación, sino también por su valor como acción performativa de legitimidad frente a audiencias domésticas e internacionales. Las elecciones ofrecen además una oportunidad para renovar y reafirmar la complicidad con las élites locales, así como para levantar información sobre el estado del sentimiento público nacional.

Si el voto carece de valor, ¿qué sentido tiene entonces acudir a votar el próximo 28 de julio? El profesor Jeudiel Martínez, lo responde: "participar justo para denunciar el fraude, para hacer una "denuncia performativa", no porque el voto valga sino porque no vale nada." ¡Oye, que me erizo!



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Andrés Izarra

Periodista. Ex-ministro de Comunicación en Información y de Turismo de Venezuela. Fue director de la cadena multiestatal TeleSUR.
Blog: https://izarraa.medium.com


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