El sustentable sistema socialista

La opresión lleva en sus entrañas su contrario: socialismo. La propia incapacidad del capitalismo de resolver los problemas más graves de la mayoría de la población mundial, la propia lógica del sistema neoliberal puesta al desnudo por Carlos Marx y Federico Engels, impiden que bajo el capitalismo salvaje se pueda erigir una sociedad de dimensión humana, libre de la explotación del hombre por el hombre y de la discriminación de la mujer, libre del fascismo y sus sucedáneos, libre de la miseria de cientos de millones de personas, todo esto como precio para mantener los niveles de vida que se disfrutan los países imperialistas a expensa de los países más pobres de los llamados del tercer mundo.
 
La teoría de Marx, aún con sus lagunas, errores, insuficiencias y múltiples aspectos por desarrollar continúa siendo la única que nos permite analizar con cierta objetividad, aprehender e interpretar los cambios estructurales que experimentó el capitalismo a finales del siglo XX y hoy nos facilita tomar el pulso de su proyección presente y futura. 
 
Fidel Castro y el Che Guevara expresaron desde los primeros años de la década del 60 la necesidad del análisis crítico en la construcción del socialismo y denunciaron los peligros que acarrea andar por los caminos trillados del capitalismo; la historia les ha dado la razón. El Che profundizó en el estudio de la teoría y en hacer de ella un arma para la construcción práctica de la nueva sociedad. 
 
El Che, junto a Fidel Castro, se percataron  del estancamiento, esquematismo y dogmatismo en que había caído una importante corriente del pensamiento revolucionario y ambos han de considerarse como los precursores de un nuevo enfoque en las ciencias sociales y en particular en la economía política del socialismo, en la teoría y en la práctica de la construcción del socialismo y el comunismo. 
 
El Che no creía que el desarrollo económico fuera un fin en sí mismo. El desarrollo de una sociedad tiene sentido si sirve para transformar a la persona, si le multiplica la capacidad creadora, si lo lanza más allá del egoísmo. El tránsito hacia el reino de la libertad es un viaje del yo al nosotros. Y este viaje no puede realizarlo el socialismo con “las armas melladas que nos legara el capitalismo", porque no se puede avanzar hacia una sociedad más humana si se organiza la vida socialista como una carrera de lobos al igual que en la sociedad capitalista. 
 
Por ello no es de extrañar que el Che diera origen a un marxismo que privilegiara al ser humano y que rechazara tanto al liberalismo pragmático individualista como a las diversas interpretaciones del marxismo dogmático, mecanicista, enajenante, que impone un colectivismo que aplasta las individualidades, "...que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico", dijo.
 
El socialismo del siglo XX también se perdió porque no fue capaz de crear un modelo de funcionamiento y desarrollo económico eficiente basado en principios distintos a los del capitalismo, con su propia lógica y dinámica; un sistema económico que no se basara para su funcionamiento en las categorías capitalistas y en las concepciones de progreso y de cultura que el capitalismo posee. El socialismo real del siglo XX no pudo parir un sistema económico que generara nuevas relaciones económicas de producción y nuevas relaciones sociales, también ética, entre las personas, entre los productores, entre los obreros y demás clases y capas sociales presentes en el período de transición socialista, diferenciadas de las capitalistas. 
 
"El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación. Marx se preocupaba tanto de los hechos económicos como de su traducción en la mente. El llamaba eso un hecho de conciencia. Si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición pero deja de ser una moral revolucionaria", advirtió el Che. 
 
El marxismo del siglo XX, en todas sus interpretaciones, fue  incapaz de asumir y dar una respuesta eficaz al gran desafío que el capitalismo supone en los planos ideológico y cultural. Y el socialismo del siglo XX no fue capaz de crear una economía eficiente sobre nuevas bases. 
 
Uno de los logros inobjetable del capitalismo neoliberal, es su éxito en la manipulación de las instituciones estatales, privadas y de la opinión pública. El neoliberalismo invirtió centenares de millones de dólares desde los años 80, con el objetivo de dominar la formación de la opinión. En los últimos años se ha originado una concentración de los medios de comunicación sin precedente en la historia. 
 
Menos de 40 personas dominan más del 80% de los medios masivos de comunicación: TV, Internet, prensa diaria, revistas, radio, editoras de libro,  y cuatro hojas más de etcétera.  
El gran capital continúa comprando casi todas las editoriales del mundo e impone su discurso ideológico, tanto en lo que se publica, como en lo que se vende y se lee. Se va sometiendo a las poblaciones del mundo utilizando, desde el uso brutal de la fuerza como hemos presenciado a lo largo de la década de los noventa, hasta con métodos más finos que nos convierten en ciudadanos consumidores obedientes pero cada día más pobres espiritualmente. Lanzan a la juventud al consumo desenfrenado de drogas y de cualquier bien material superfluo, y al empobrecimiento total de su espiritualidad así como formación cultural humanista. 
 
Hay muchos individuos que desean ver compendiado un programa de acción que ofrezca el camino concreto, alternativo al actual estado de cosas. Hay muchos, que comienzan a despertar de la etapa de desaliento aplastante, en la que nos impusieron no pensar, y aceptar al modelo de globalización neoliberal como lo menos malo de lo posible; etapa en la que la ideología neoliberal inmovilizó a grandes mayorías en los años noventa, con su imposición de un pensamiento único; muchos desean hoy una luz para remontar el túnel en el que nos ha sumido el neoliberalismo. 
 
Creemos que estamos en la etapa del despertar, de búsqueda, de volvernos a ilusionar, de volver a potenciar individual y colectivamente la imaginación creativa para afrontar todos los grandes retos para preservar la naturaleza y a todos los humanos.
 
Hemos venido aceptando la materialización del capitalismo neoliberal, y participando en diversas medidas en la relegación de los valores humanos elementales, de la espiritualidad a una escala nunca antes vista, y aceptando pasivamente la imposición de una cultura dominante creada y propagada desde los centros del poder mundial, que niega todo pensamiento, que enajena al ciudadano común del espacio para pensar con cabeza propia para decidir libremente. 
 
En este período avanzó cada día más la uniformidad gris del neoliberalismo, que llevó a la gente a la desilusión, al desconcierto, a la evasión, y a sumergirse en un individualismo feroz y uniforme a través de los programas globalizados de la TV y de la industria de Hollywood y tantos otros medios de comunicación por su estilo. 
 
Hemos presenciado en la última década, que los países capitalistas   que son a su vez los grandes productores de armas y dentro de ellos, EEUU, Gran Bretaña y Francia producen el 80% del total mundial y los que desatan las guerras para que se consuman sus armas y volver a producir más y aumentar sus ganancias de su macabro negocio.  
 
La década de los noventa se inició sin el socialismo como protagonista y finalizó con el capitalismo como único actor y causante de muchas guerras, desatadas por el capitalismo con el saldo de centenares de muertos, heridos, lisiados de. por vida. 
 
Despertamos nuevamente y volvemos a asumir que cuando existen personas que sufren pobreza, maltratos, y falta a su dignidad, no nos podemos quedar ajenos. No podemos declararnos que no podemos cambiar el estado de cosas que lo provoca. 
 
Si hasta los gobiernos más poderosos de la Tierra reunidos periódicamente en el G-7, se dan a la tarea de plantearse estos temas de los cuales son responsables directos, ¿cómo no podemos nosotros dedicar un tiempo a meditar sobre todos estos problemas? Quizás cada uno individualmente pueda no tener la solución. ¡Hasta los poderosos se reúnen y se unen para lograr objetivos! Quizás uniendo individualidades bajo bases nuevas, libres de las que llevaron a los errores del siglo XX, podríamos hallar soluciones sostenibles a cada uno de los problemas que aquejan la existencia misma de los pueblos y del planeta. 
 
Y decimos nuevas bases, porque la globalización última del capitalismo está cambiando la naturaleza del poder, hemos presenciado en la última década del siglo XX, una disminución considerable del poder por parte de los estados nacionales. Hemos presenciado que no existen diferencias sustanciales en las decisiones tomadas y las conductas entre gobiernos de izquierda, de centro o de derecha. La nueva relación de poder de la globalización obliga a pensar más en buscar una nueva relación de poder en la sociedad para subvertir la existente. 
 
El capitalismo no tiene nada humano que ofrecerle a nuestros pueblos, y del fracaso del socialismo real debemos sacar las lecciones para no volver en el presente ni en el futuro a él. 
 
El socialismo real fracasó porque utilizó en gran medida los instrumentos capitalistas para su funcionamiento --incluyendo las tecnologías que dañaron seriamente el medio ambiente--, y no fue capaz de desarrollar una sociedad democráticamente participativa, un sistema de dirección económica acorde con su esencia, una cultura alternativa a la capitalista. No sólo no eliminó la alienación capitalista, sino que la incrementó, creando una nueva alienación. 
 
Las limitaciones a la libertad individual de la clase trabajadora y demás personas que voluntariamente participaban en la creación de una nueva sociedad, en el sueño de hacer realidad la utopía; la instrumentación de mil limitaciones burocráticas y arbitrariedades, crearon un aire de asfixia que llevó a los pueblos al desvarío. Y con la población alienada y limitada su libertad, no se puede hablar de una sociedad socialista. 
 
El socialismo se hace voluntariamente, y no convirtiendo al pueblo en una inmensa cárcel, llena de medidas arbitrarias burocráticas y policíacas, que limitan el movimiento libre de sus ciudadanos --tanto al interior de los pueblos como al exterior, y del exterior al interior--, la participación real popular y el control popular de verdad sobre sus dirigentes. La experiencia del siglo XX avala este postulado marxista en todas las latitudes. 
 
El análisis sereno de esta experiencia contribuirá a las generaciones de nuestro siglo XXI  acercarse a un sistema más humano y que no conduzca a la humanidad a un suicidio ético y ecológico. El ideario del marxismo, su teoría, sus análisis filosóficos, el materialismo dialéctico e histórico, el devenir, estas acciones revolucionarias a desarrollar y acrecentar, ocupará un lugar destacado en la tarea del perfeccionamiento del pensamiento y de la ética socialista en la búsqueda de una sociedad con rostro humano que los pueblos del mundo finalmente merecen.


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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