El rostro del capitalismo salvaje es apocalíptico

Lo que hemos aprendido de la historia de los cambios climáticos es que resultan ser un desastre para la humanidad, con nuestra conciencia podemos ver, evaluar y entender los sufrimientos humanos que producen estos fenómeno naturales, que
conllevan guerras, hambrunas, muerte y dolor en donde quiera que ocurren. 
 
Lo novedoso de este cambio climático que actualmente enfrentamos ha colocado a la especie humana en jaque ha sido causado por el hombre: es antropogénico, se trata de un cambio climático suicida. 
 
Los expertos analizan escenarios del 2030 al 2050 pero no hace falta ir muy lejos, ya que el cambio climático del antropoceno ya está aquí y sus efectos están a la vista. 
 
Hoy también sabemos que el imperialismo que no es más que el control que unas empresas sumamente poderosas ejercen sobre los países del llamado "tercer mundo" o en vías de desarrollo a través de manoplas y mecanismo hegemónicos bien visibilizados que van desde el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pasando por la Organización de las Naciones Unidas  (ONU), incluyendo la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y los organismos financieros como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Monetario Internacional (FMI), tantas otras instituciones por su mismo estilo, sin subestimar las multicolores ONG que fungen como representantes de la salvaguarda de la humanidad.
 
Un breve inventario de esas instituciones globales revelan que en su mayoría no tienen ningún valor para escapar de los peligros que acechan, y son peor que inútiles en tanto que se ocupan de transmitir una falsa sensación de seguridad, cuando sabemos que vivimos en un mundo trágicamente muy mal gestionado. 
 
La ONU es útil porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la "comunidad internacional" la ilusión de que tienen voz en la gestión de los asuntos mundiales.
 
El BM y el FMI, estos gemelos que surgieron al término de la Segunda Guerra Mundial, se han ocupado de asfixiar las economías en el hemisferio sur sin desestimar otras latitudes. Operan bajo la égida de dar la mayor libertad para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.
 
Hoy las naciones, gobiernos o Estados, independientes, libres y soberanos, en aras justamente de su autodeterminación como pueblos, en los que prevalece lo social por encima del armamentismo, contrarios a los monopolios y a los oligopolios, tropiezan con los intereses criminales y el terror que ha generado el imperialismo.
 
Es de ahí que la guerra (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática y cuatro hojas más de etcétera) se ha convertido en la justificación del hambre imperial por el petróleo y los demás recursos naturales.
 
EEUU califica de "enemigos de la libertad" a los gobiernos o Estados que no entren en sus planes y no sirven a la creciente voracidad de sus intereses; esa libertad inventada para justificar sus planes satánicos que tiene clara expresión en la neoliberal globalización, despiadadas recetas económicas orientadas a estrangular a los pueblos que aspiran un mundo en paz y humanizado.
 
El consumo mundial va en aumento y el capitalismo salvaje no va a cambiar su modelo autodestructivo. Los complejos y destructivos sistemas creados por el capitalismo salvaje en su vorágine mercantilista e inseparable del consumo desmedido, modelo del que dependemos como especie y de los que dependen todas las demás especies, no podrán soportar en el corto plazo una mínima tensión significativa. 
 
El tiempo se nos acaba y es un imperativo de la humanidad reaccionar ante esta barbarie que nos concierne a todos, ante el devastador fenómeno del calentamiento global.
 
Ni las empresas gigantes ni las personas acaudaladas (burgueses, ricos, millonarios y multimillonarios) podrán, con independencia de los bienes que poseen, librarse de las consecuencias de la conclusión de toda forma de vida en nuestra madre Tierra, fatalidad que ellos mismo en su afán de lucro y ansias de poder, han creado.
 
Sea cual fuere la retórica dominante en la senda capitalista el mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni a favor de los trabajadores y las trabajadoras del mundo hasta que éstos se hagan sentir contra toda forma de opresión. 
 
El sistema capitalista basado en el mercado y el consumo irracional no proporcionara  la felicidad, ni el consuelo ni tan siquiera cierto grado de seguridad alimentaria, tampoco trabajo ni educación, salud y cuatro hojas más de etcétera, a los seres humanos que conforman a nuestra Madre Tierra; tampoco lo hará en el futuro inmediato, ya que el imperialismo es contrario a toda forma de vida: no hay futuro. 
 
Son datos conocidos y debemos admitirlo: he aquí el criminal rostro del capitalismo salvaje.


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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