Retos ante la criminalidad fascista del capitalismo salvaje

Si fuera verdadera la afirmación de los ideólogos del capitalismo salvaje que dice que sin capital no somos nada o que estaríamos en la edad de piedra, entonces no se podría entender el surgimiento y desarrollo de tantas civilizaciones anteriores al régimen capitalista, que dieron grandes logros e inventos que han contribuido para el progreso de la humanidad. 
 
Si fuese verdad tal afirmación de los capitalistas tampoco se podría entender con qué dinero construyeron nuestros ancestro, por ejemplo, a Tiwanaku o Machu Picchu, testimonio histórico de la enorme capacidad arquitectónica productiva y desarrolladora de una forma completa de vida, y todo se hizo sin ningún céntimo de capital, se construyo con trabajo humano y con naturaleza productora de los materiales para esas gigantescas construcciones.
 
Si hay trabajo humano y naturaleza viva, hay no solo producción, economía y vida humana, sino también otras forma de desarrollo, pero de la vida, no del régimen fascista capitalista. 
 
El capital crea riqueza capitalista pero no riqueza humana, porque para poder producir más capital necesita someter, negar, explotar y dominar al trabajador y la trabajadora.
 
El criminal sistema capitalista para poder desarrollarse necesita producir pobreza y miseria en la clase trabajadora, subyugada para que esté dispuesta a venderse como mercancía-trabajo.
 
Los empobrece de tal modo, que al final el trabajador y la trabajadora termina creyendo que sin dinero no son nadie y como no tienen nada, salvo su fuerza de trabajo, su propia corporalidad, para poder vivir necesitan venderse o vender su fuerza de trabajo para conseguir dinero con el que puedan reproducir su vida.
 
¿En qué consiste esta inversión que Carlos Marx expone, cuestiona y crítica en su obra El Capital?.
 
El burgués y el capitalista afirman tozudamente que, sin capital (dinero) el criminal régimen capitalista (las relaciones de producción) y el mercado capitalista  (relaciones de consumo), no soló no habría desarrollo humano, sino que no habría vida humana o que esta estaría literalmente condenada a la extinción o que la humanidad sin el capitalismos estaría anclada en la prehistoria.
 
El burgués y el capitalista afirman obcecadamente que si no fuera por el mercado capitalista nos estaríamos comiendo vivos entre los seres humanos, porque no habría instancia que tendiese a armonizar todos los intereses, deseos y anhelos que la humanidad ha ido produciendo a lo largo de la historia. Por eso afirman el burgués fascista que el mercado capitalista no sólo puede satisfacer todas necesidades de la humanidad, sino que también permite que el género humano se pueda desarrollar plenamente.
 
Marx va demostrando sistemáticamente que todas las promesas del capitalismo salvaje es una mentira cuando se trata de la humanidad y la naturaleza, pero que son una plena realidad cuando se trata del régimen capitalista.
 
La interrelación en la que unos cuantos ganan y los demás pierden, incluyendo la naturaleza, es dialéctica, pero es una dialéctica invertida, una dialéctica que no sólo produce contradicciones, sino que también produce contradicciones desiguales, es decir, esta dialéctica de la contradicción necesita producir desigualdades para poder desarrollarse. 
 
Marx nos recuerda que acá lo desarrollado era una parte de la relación, no la relación entera, por eso decía que el capitalismo desarrolla al capitalista o las formas de explotación de éste, pero empobrece y embrutece a la clase trabajadora y actúa en nombre del mundo, porque el burgués cree que él encarna lo que el ser humano es, pero no así a la clase trabajadora, porque cree que éstos no son desarrollados y además pertenecen a culturas inferiores, o sea, subdesarrolladas.
 
Esta es la realidad dialéctica que el capitalismo produjo y desarrolló, la vorágine capitalista teóricamente permite desarrollar sólo al régimen capitalista o la de los régimenes capitalistas llamados del primer mundo, pero no de toda la humanidad, porque los pobres materialmente, que son el 80% de la población mundial no sólo no es desarrollada, sino que es pisoteada y humillada en el nombre de la felicidad de la burguesía.
 
Por ello, el incremento de desarrollo se ve en los países del primer mundo y no así en los del tercer mundo, a los que el desarrollo les llega como subdesarrollo, como atraso y dependencia.
 
La concepción capitalista de desarrollo produce una dialéctica del desarrollo absolutamente desigual entre países del primer mundo y del tercer mundo, porque para que los países del primer mundo puedan ser desarrollados, necesitan producir nuestro propio subdesarrollo estructuralmente. Para eso ha servido y sirve la estructura económica, la estructura de clases y la estructura de valores que ha generado la producción capitalista.
 
Una vez que Marx descubre la falacia de esta forma racional y argumentativa de justificar el desarrollo de las desigualdades, haciendo una crítica radical a esta forma lógica del razonamiento que objetivamente existe en la realidad que la propia ciencia social burguesa se encarga de ocultarla, negar y condenarla al olvido, para que así por medio de la racionalidad dialéctica no se sigan descubriendo las grandes contradicciones y engaños del capitalismo. Objetivo que se ha cumplido casi a cabalidad, que científicamente e ideológicamente se impuso casi con éxito después de la caída de los socialismos reales. 
 
Paradójicamente, la ciencia social crítica del origen marxista no pudo seguir desarrollando esta crítica que Marx hace no sólo al capitalismo, sino también a su método o forma racional de autocomprensión. 
 
De lo que se trata es de ir más allá de este tipo de contradicción, se trata de ir más allá de las  contradicciones perversas que el capitalismo ha instaurado a lo largo de su historia. Se trata de ir más allá de la dialéctica desigual que el capitalismo salvaje ha producido para desarrollarse.
 
Por eso hablamos de la necesidad de producir y desarrollar otra forma de racionalidad, cuya intencionalidad explícita esté orientada a promover y producir condiciones de tal modo que la producción y reproducción de la vida en general sea posible. Pero aquí hablamos de una racionalidad de la vida cuyo contenido sean valores que promuevan al desarrollo y preservación de forma de vida, que tiendan a la vida y no a la muerte. 
 
Los retos están ante nosotros para contener al criminal capitalismo salvaje, contrario a toda forma de vida en nuestra Madre Tierra.


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@hotmail.com

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