Hasta tanto el barril de pólvora que representa la derecha fascista no sea abolida, en esta Venezuela será imposible hablar de paz social.
Aquí no se trata del viraje de la historia o su desvío, se trata de desechar, de arrasar las viejas clases, el viejo poder constituido, las viejas estructuras represivas.
La misión histórica de la burguesía en Venezuela concluyó, es una clase que la alimentó el peculado y hoy se mantiene atizando la violencia, inoculando el miedo a través de la canalla de los medios de comunicación social privados y con una suerte de astucia en la que tiene su caldo de cultivo en los disociados sicóticos.
La realidad inocultable ofrece también que su dominación cada vez se debilita más y está desapareciendo y está siendo superada. Por tanto, les corresponde a los trabajadores y trabajadoras, a los obreros, al campesino, a los artesanos, pescadores, es decir, a la clase explotada y subyugada resolver el conflicto y poner el modo de producción de acuerdo con el desarrollo prodigioso de las fuerzas productivas hacia la superación decisiva.
Es irreal soñar con un sistema sustentable socialista que triunfe sin luchar. Y el socialismo sólo se convierte o transforma en una fuerza cuando se asume como objetivo en la lucha política de la clase trabajadora.
El Libertador Simón Bolívar alertó sobre 300 años de dominación y privación del derecho y la justicia, a lo que se agregan 200 años más, acaso ¿no es esto suficiente?
No podemos continuar echando hacia atrás la rueda de la historia. En esa historia los esclavistas sometieron a los esclavos, durante el feudalismo la nobleza sometió al campesino y ahora durante el capitalismo salvaje se instauró desde el siglo XVIII una explotación desmedida e irracional, cruel y asesina, de hombres, mujeres, niños y niñas, un sistema rapaz que a lo largos de ciento de años ha actuado sin misericordia alguna, exterminando a los pueblos. Nuestro tiempo ha llegado. Nosotros venceremos.