Nada es lo que parece

Extraños comentarios se están haciendo, algo muy raro está sucediendo, ese inconsciente colectivo está a punto de hacer trizas la vitrina de esta apariencia en la que vivimos. Sin darnos cuenta nos encontramos librando la verdadera batalla por la libertad del alma, donde cada uno es un soldado del gran ejercito celestial de la FUERZA DIVINA y el campo de batallas se libra en nuestras mentes (almas), principal objetivo militar de los avatares del fin del mundo.
 
Los hay de un lado y del otro, mientras una gran parte son vomitados, pues gravitan en el hiperespacio de una vida sin compromisos, cargados de indecisiones, tonteras y fantasías absurdas. Ya todas las piezas están dentro de la red, los peces atrapados de todas las variedades, tamaños y tipos y no faltan los peores, aquellos que han amasado fortunas aprovechándose de las desgracias de la nación o mejor dicho de unos pocos que se creen ser el destino.
 
Los aires están cargados de toxicidad y no solo por los chemstrails que diariamente azotan nuestros cielos, Baal (bario-aluminio) dándonos su espectáculo dantesco, un mal mayor envuelve esta falsa realidad que ha muerto, es como cuando sacamos la basura de nuestras casas, que apesta, pero se está sacando, vienen por ella, mientras las aves de rapiña se amontonan; se han convertidos en una plaga.
 
Se agotan sus fuerzas ante la verdad inminente, les conocemos sus mañas, el sol ha resurgido y el hechizo encubierto no ha logrado adormecer a la muchedumbre, ya en el mundo de las causas se han despachado los arquetipos redentores, y aquí, miríadas de hombres de carne y hueso han muertos para ir renaciendo con ellos, resucitados en la plenitud de sus cuerpos solares hacia la consumación de las grandes y necesarias batallas.
 
Es la hora, esto nos espera dominicanos, el renacimiento del mito hecho carne, hecho pueblo, el fuego arcano de nuestro emblema nacional salvando la dignidad y honra del suelo sacrosanto del pueblo del Shabbat y las Escrituras Sempiternas en su escudo nacional.
 
Y ahora como muy bien nos profetizó nuestro patricio Juan Pablo Duarte y Diez: “…y entones, ¡ay! De los que tuvieron oídos para oír y no oyeron, de los que tuvieron ojos para ver y no vieron, ¡la ETERNIDAD se nuestra idea! Porque ellos habrán de oír y habrán de ver entonces lo que no hubieran querido oír ni ver jamás.


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Rafael Guillén Beltre


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