El humano del capitalismo es un ser escindido, despojado de su condición natural.
En el humano confluyen lo individual y lo social. Las dos cualidades le confieren su condición humana. Lo social lo dota de valores espirituales universales, le confieren amplitud de miras, más allá de lo material, más allá de lo local. La condición individual se realiza plenamente, en lo social. La visión, el sentimiento de pertenencia a lo social no existe sin lo individual, y lo individual sin la visión social es sólo un fragmento de humanidad. La grandeza de la condición humana reside en esta doble característica, ser social y ser individual.
Cuando esta doble condición, la relación armónica entre lo individual y social se fractura, cuando se enfrentan, se produce una patología social, una especie de enfermedad autoinmune social. El capitalismo liquida la condición social, allí el humano se enfrenta a sí mismo y enfrenta a la sociedad., se transforma en un ser egoísta, se aísla, se enferma y busca alivio en soluciones individuales que apuran más la enfermedad. El humano del capitalismo es un enfermo.
La relación del humano con sus semejantes, con la naturaleza está viciada con los valores del capitalismo: el tener como medida de todos los afanes, todo se compra, todo se vende. Vales por lo que tienes. Es una mercancía en competencia con las demás mercancías. No puede haber relación fuera de lo mercantil. Nada, la relación de pareja, la de los hijos, la amistad. Toda actividad humana se mide según estos valores que las impregnan. La vida gira alrededor de este comercio, el estudio, el trabajo, la salud, la diversión, la educación, todo está determinado por el tener, conseguir, atesorar, predar.
El humano del capitalismo es un enfermo, y es un secuestrado, víctima de un monstruoso aparato de manipulación, de dominación, es difícil zafarse de las cadenas que lo esclavizan, cualquier movimiento fuera de los valores del capitalismo lo excluye de la sociedad, lo margina de mil maneras.
El humano del capitalismo enfrentado a sí mismo, genera una humanidad enferma, los síntomas son destructivos. Ya es costumbre mundial, asistir a guerras que son transacciones comerciales descaradas, por bienes materiales, facilidades para su comercio, venta masiva de la mercancía militar, aviones, fusiles, tanques. Todo conflicto tiene un fuerte trasfondo comercial. Los dirigentes de los países poderosos han perdido el pudor, ya disimulan poco, se rigen por un principio: “Si da lucro, es legítimo, es ético, está justificado”. El presidente de los Estados Unidos habla sin remilgos de comprar países como si de una mercancía se tratase.. Al resto del mundo los imperialismos le imponen su filosofía de ganancia para ellos. No importa si las guerras y la destrucción de la naturaleza acaben con la vida en el planeta.
Contra este monstruo capitalista, de mil cabezas nos enfrentamos, la lucha es por integrar, sanar al ser humano, rescatar la armonía de ser social y ser individual, y esa no es una batalla individual, es una batalla social. No es posible rescatar la condición humana del humano dentro del sistema que la deforma. La vital lucha de los humanos es superar al capitalismo.
Se debe enfrentar al monstruo de las mil cabezas, en este enfrentamiento va la suerte de la Humanidad, y sin exageración la suerte de la vida planetaria. Quedarse en luchas individuales, o subalternas es esfuerzo nulo.
¡CHÁVEZ, HUMANIDAD!