El domingo 13 de mayo Venezuela explotará de buenos hijos. Hijos que deambularan por los centros comerciales en busca de un obsequio para sus queridas madres so pena de no estar en sintonía con los procederes que exige el mercado. Algunos hijos que el domingo moquearán intensamente, sosteniendo entre sus manos temblorosas un celular (aunque la madre tenga dos), un cuchi radiecito, un reloj (aunque ya le sobren), un collar (aunque no lo vaya a usar). Otros hijos tendrán otra oportunidad para coger una cogorza de Madre y Padre juntos, con esa “Promoción-litro especial por el Mes de la Madres” de Chivas Regal. Pero VAYA MAYOR DESCARO el de Digitel: “el amor de mamá no tiene precio y su regalo tampoco”. Movistar brama: “¡mamaaaaaaaaaaa! Con este regalo olvídate del precio. Te devolveremos el valor del equipo en llamadas”. Movilnet estalla: “Porque tú siempre la llamas regálale un Movilnet”. CANTV se pregunta: “¿Sabía usted que Venezuela está llena de madres?”. “Consiéntela, suscríbela a El Nacional, porque ella lo merece”, y Leopoldo Castillo, Leopoldo López, Julio Borges, Cabeza e` Motor y Enrique Capriles Randonski han salido a suscribir a las suyas.
Mc Donalds ofrece una hamburguesa gratis para la madre si se compran tres. “Compren, compren y conocerán el verdadero corazón de las madres”, dicen los negociantes, los mercaderes, los sensualistas. Yo espero que el Presidente Chávez no le haga honor al Día de la Madre, porque entonces habremos desbaratado con los pies lo que desde hace meses y años sobre socialismo hemos estado tratando de inculcarle al pueblo. Si usted señor Presidente saluda a las madres en su Día, la gente pensará que tiene que salir a adorar al becerro del dólar, al dios del mercado, a los valores de la anticultura que relumbran en todos los centros comerciales. En un verdadero socialismo hay que acabar con esas “efemérides del hedonismo”, de la ridiculez, del falso amor y de los falsos sentimientos. Yo particularmente nunca he celebrado el Día de la Madre porque me parece denigrantemente falso, horriblemente estúpido, aunque no deje de encasquetarme mi careta y bese a cada una que conozca en su día.
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