Ciertamente, durante el arranque del régimen capitalista los salarios se hallaban por el suelo, apenas cubrían el valor del *trabajo necesario*1, lo que se tradujo en una sobredosis de plusvalor excedentario aplicada despiadadamente sin medida, o sea, una etapa durante la cual pudo ser máxima la *explotación del hombre por este* con cargo a subsalarios.
Fueron los tiempos de la formación del *capital originario*, cuando ningún capitalista tenía idea de la relación física entre mejoras salariales y sus ganancias por causa de mejoras productivas derivadas de un trabajador mejor pagado. Por el contrario, desde entonces sólo admitía que a mayores salarios menores ganancias. La tecnologízación de esta relación corrió a cargo eficazmente de industriales como el pionero Henry Ford (EE UU).
Vino luego la competencia intraclasista por la conquista de mercados, particularmente el de la mano de obra más productiva. De perogrullo, las primeras mejoras salariales fueron, más que reivindicaciones sindicales, una dádiva forzosa que los industriales mejor dotados otorgaban al trabajador con el ánimo retener los de su plantilla, y de atraer traicioneramente los de cualquier competidor menos potente. Tal estrategia no pierde vigencia todavía.
Desde luego, dentro del espíritu burgués, cualquier inversión productiva supone absorción de capital para medios de producción y mano de obra, de allí que las mejoras salariales desde un principio ineluctablemente se traducen en alzas del costo de producción. Este encarecimiento poco importa al patrono cuando puede trasladarlo al precio de venta. Es más, a mayor costes de producción, mayores inversiones, mayor ganancia bruta, y, en el caso de las mejoras salariales, un posible incremento en la productividad del asalariado en sentido microeconómico redundaría *felizmente* en una mayor tasa de ganancia personal. A esta mejora productiva del asalariado damos en llamar intensificación de su explotación a favor patronal
En la actualidad, casi nadie ignora que las mejoras salariales sólo aumentan transitoriamente el poder adquisitivo del trabajador, y suponiendo una paridad monetaria constante, el traslado de esos incrementos salariales desemboca en alzas de precios que luego darán cuenta de aquellas mejoras.
Para compensar el *alza* de la carestía, el trabajador termina física y psicológicamente reventado con sobreesfuerzos laborales, con la compra de mercancías de peor calidad y abaratodoras de los precios en un falso intento empresarial por atenuar la inflación inducida por aquellas mismas mejoras salariales. Sin contar con que la falsa lucha sindical le merma presupuesto por concepto de cotizaciones para unos colegas que las más de las veces terminan intensificando su explotación.
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1 Trabajo necesario = valor promedial creado por el trabajador durante un tiempo dado suficiente para cubrir sus necesidades básicas. Un trabajador que ni siquiera reciba un salario necesario, no sólo es explotado con las ganancias ilícitas derivadas del trabajo excedentario (plusvalor) sino que se convierte en un subasalariado.